José Asunción Silva. Poesías.

octubre 4, 2023

José Asunción SIlva, Poesías
Castalia, 1997. 270 páginas.

Edición de las poesías de José Asunción SIlva a cargo de Rocío Oviedo, precedida de un estudio del autor y de su obra. Impresionante labor de recopilación de poemas dispersos e incluso una selección de su primer poemario (de juventud) que se creía perdido.

El autor se mueve en las postrimerías del modernismo, a medio camino entre el romanticismo reflejo de Becquer y el cinismo y desencanto del decadentismo posterior. En uno de sus poemas, por ejemplo, contrapone la mesa llena de versos y esperanzas de la joven romántica enamorada con la cómoda llena de pañales sucios de la casada. Una de sus obras más famosas ‘Sinfonía color de fresa con leche’, parodia de la Sinfonía en gris mayor abusa de los cultismos con un efecto gracioso muy conseguido.

Sin ser un poeta mayor se encuentran imágenes atractivas y aquí y allá algunos versos bastante conseguidos, que han sobrevivido a ese tiempo arcaico.

Muy bueno.

Psicopatía

El parque se despierta, rie y canta
en la frescura matinal… La niebla,
donde saltan aéreos surtidores,
de arcos iris se puebla
y en luminosos velos se levanta.
Su olor esparcen entrearbiertas flores,
suenan en las ramas verdes pío pío
de los alados huspedes cantores,
brilla en el césped húmedo el rocío…
¡Azul el cielo! ¡Azul!… Y la suave
brisa que pasa, dice:
¡Reid! ¡Cantad! Amad! ¡La vida es fiesta!
¡Es calor, es pasión, es movimiento!
Y forjando en las ramas una orquesta,
con voz grave lo mismo dice el viento
y, por el entre el sutil encantamiento
de la mañana sonrosada y fresca,
de la luz, de las yerbas y las flores,
pálido, descuidado , soñoliento,
sin tener en la boca una sonrisa
y de negro vestido
un filósofo joven se pasea,
olvida luz y olor primaverales,
e impertérrito sigue en su tarea
de pensar en la muerte, en la conciencia
y en las causas finales.
Lo sacuden las ramas de azalea,
dádonle el aire el aromado aliento
de las rosadas flores,
lo llaman unos pájaros, del nido
do cantan sus amores,
y los cantos risueños
van por entre el follaje
estremecido
a suscitar voluptuosos sueños
y él sigue su camino, triste, serio
pensando en Fichete, en Kant, en Vogt, en Hegel,
¡ y del yo complicado en el miserio!

La chicuela del médico que pasa,
una rubia adorable, cuyos ojos
arden como una brasa,
abre los ojos húmedos y rojos
y le pregunta al padre; enternecida…
-Aquel señor, papa, ¿de qué está enfermo,
que tristeza le anubla así la vida?
Cuando va a casa a verle a usted, me duermo;
tan silencioso y triste… ¿qué mal sufre?…

… Una sonrisa el profesor contiene,
mira luego una flor, color de azufre,
oye el canto de un pájaro que viene,
y comienza de pronto, con descaro…
-Ese señor padece un mal raro
qie ataca rara vez a las mujers
y poca a los hombres…, ¡hija mia!
Sufre ese mal: … pensar…; es la causa
de su grave y sutil melancolía…
El profesor después hace una pausa
y sigue… -En las edades
de bárbaras naciones,
serias autoridades
curaban ese mal dando cicuta,
encerrando al enfermo en las prisiones
o quemándolo vivo… ¡Buen remedio!
Curación decisiva y absoluta
que cortaba de lleno la disputa
y sanaba al paciente… Antes… Ahora
el mal reviste tantas formas graves,
la invasiión se dilata aterradora
y no lo curan polvos ni paisajes;
en vez de prevenirlos los gobiernos
lo riegan y estimulan,
tomos gruesos, revistas y cuadernos
revuelan y circulan
y dispersan el germen homicida…
El mal, gracias Adios, no es contagioso
y lo adquieren muy pocos en la vida,
sólo he curado a dos… Les dije:
» Mozo, vayase usted a trabajar, de lleno,
en una fragua negra encendida
o en un bosque espesísimo y serenos;
machaque hierro hasta arrancarle chispas
o tumbe viejo troncos seculares
y logre que lo piquen las avispas;
si lo prefiere usted, cruce los mares
de grumete en un buque, duerma, coma,
muévase, grite, forcejee y sude,
mire la tempestad cuando se asoma,
y los cables de popa ate y anude
hasta hacerse diez callos en las manos
y limpiarse de ideas el cerebro…»
Ellos lo hicieron y volvieron sanos…
«Estoy tan bien doctor…» -Pues lo celebro!
Pero el joven aquél es caso grave,
como conozco pocos,
más que cuantos nacieron piensa y sabe;
ira a pasar diez años con los locos
y no se curará sino hasta el día
que duerma a sus anchas
en una angusta sepultura fría,
lejos dle mundo y de la vida loca,
entre un negro ataúd de cuatro planchas,
¡con un montón de tierra entre la boca!


Mientras que acaso piensa tu tristeza
en la patria distante y sientes frío
al mirar donde estás, y el desvarío
de la fiebre conmueve tu cabeza,

yo soñando en tu amor y en tu belleza,
amor jamás por mi desgracia mío
de la profundidad de mi alma, envío
a la pena un saludo de terneza.

Si cuando va mi pensamiento errante
a buscarte en parejas de otro mundo
con la nostalgia se encontrara a solas

sobre las aguas de la mar gigante
entre el cielo purísimo y profundo
y el vaivén infinito de las olas.

No hay comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.