Woody Allen. A propósito de nada.

octubre 19, 2020

Woody Allen, A propósito de nada
Alianza Editorial, 2020. 440 páginas.
Tit. or. Apropos of nothing. Trad. Eduardo Hojman.

Biografía que viene con escándalo incorporado. Creo que no se ha publicado en Estados Unidos porque a Woody Allen le han lanzado una fatwa por sus supuestos abusos a su hija adoptada con Mia Farrow. Algo que parecía ya en el pasado pero que ha vuelto a la palestra. Aquí pueden leer un resumen: El ‘caso Woody Allen’. Mi opinión no es ni válida ni importante, así que me la guardo.

El autor nos hace un recorrido de su vida, empezando por una niñez bastante normal e incluso algo canalla, alejada de la imagen de intelectual timorato que da en sus películas, siguiendo por sus años como cómico y escritor de chistes y guionista y acabando con un repaso a toda su carrera como director.

Entre medio algunas curiosidades, una defensa de su polémica con Mia Farrow, como no podría ser menos, algo de su humor (muy poco) y una sensación de que to er mundo es bueno. Porque no sólo es que hable bien de todo el mundo, es que no critica ni a una pareja que le estafó unos cuantos millones de dólares.

No la lean si quieren cotilleo. Repaso muy blanco de una trayectoria con sus más y sus menos. Otras reseñas: A propósito de nada y A propósito de nada.

Está bien.


Yo, por otra parte, era un chaval que hablaba en voz baja, fie no sabía nada, que idolatraba a Danny y Doc Simón y que jamás podría imaginarme en desacuerdo con Danny porque, ¿yo qué demonios sabía?, de modo que él se agenció un colaborador ideal. Le encantaban mis chistes y pensaba que personalmente yo era muy gracioso. Supongo que le gustaba sentirse admirado y terminó enseñándome algunas cosas fundamentales. Por ejemplo: una gran frase sencilla sirve para crear un gran remate. Nunca hagas decir al personaje nada que no sea perfectamente natural solo para llegar a un gran remate que tenías guardado. Me enseñó a desechar mis mejores chistes si de alguna manera detenían o ralentizaban la narrativa, a empezar siempre por el principio del sketch y luego ir directamente hasta el final, a no escribir ninguna escena fuera de la secuencia, a no escribir nunca cuando no te sientes bien, porque el resultado reflejará la falta de energía o de salud. A no ponerse nunca competitivo. A desear siempre el éxito de tus contemporáneos, puesto que hay sitio para todos. Y, lo más importante, me enseñó a confiar en mi propio criterio. No importaba quién fuera el que tratara de decirme qué era gracioso y qué no o qué era lo que yo tenía que hacer: solo tenía que escuchar mi propia opinión.


Estoy seguro de que algunos creían sinceramente que yo era un depredador. (Todavía no puedo entender cómo podían estar tan convencidos.) Es evidente que varios pensaban que negarse a aparecer en mi película era un acto noble. Ese gesto podría tener algún significado si yo realmente fuera culpable de algo, pero como no lo soy, estaban persiguiendo a un hombre inocente y reforzando los falsos recuerdos implantados en Dylan. Sin quererlo, estaban respaldando las acciones de Mia. También hubo unos cuantos que me aseguraron en privado que habían seguido el caso más de cerca y se habían dado cuenta de que yo estaba sufriendo una injusticia. Expresaban indignación por lo que era un criminal libelo de sangre, invocando a Medea, la guardería McMartin, Sacco y Vanzetti; lo único que les faltaba mencionar eran los célebres juicios de Moscú. Sin embargo, a pesar de lo inadmisible que les parecía el aprieto en el que yo estaba, no podían trabajar conmigo porque eso les acarrearía consecuencias que podían mandarlos a las filas del paro. Algunos llegaron a decirme: «He esperado esta llamada toda mi vida y ahora no puedo aceptar el trabajo». Yo sentí pena por ellos, puesto que creían sinceramente que corrían el riesgo de terminar en alguna lista negra. En realidad, como podrían haberles contado aquellos que se habían pronunciado claramente, no se arriesgaban a nada. Debo decir, extraoficialmente, que yo esperaba un poco más de apoyo por parte de mis compañeros de profesión, nada excesivo, tal vez algunas protestas organizadas, quizá algunos colegas enfurecidos marchando brazo con brazo, unos pocos disturbios, puede que algunos coches incendiados. Después de todo, yo había sido un miembro respetado de la comunidad creativa y estaba seguro de que mi situación enfurecería a mis hermanos de oficio y a los otros artistas. Se había organizado una manifestación a mi favor con cientos de ciudadanos individuales que finalmente no pudo celebrarse porque ese día hacía buen tiempo y estaba para ir a la playa. Entonces cuando Juliet Taylor mencionó el nombre de Wally Shawn, se me encendió la bombilla. Siempre adoré a Wally como actor, me parecía muy real y divertido, a la vez que conmovedor, e irradiaba exactamente la clase de vibración intelectual que yo necesitaba para el protagonista de la película que estaba preparando para rodar en España.

Incluso en circunstancias ideales, hacer una película decente es como tener que esquivar una sucesión interminable de minas terrestres. Si se añaden obstáculos, la meta se vuelve mucho más lejana. Además de mi presupuesto habitualmente reducido, también eran pocos los actores dispuestos a unir sus destinos a una personalidad tóxica. Por suerte, Wally estaba entre ellos. De todas maneras, iba a rodar en España y las leyes fiscales españolas requerían que yo utilizara a un gran porcentaje de actores de la Unión Europea. Si bien muchos son maravillosos, son pocos los que hablan un inglés lo bastante bueno como para clavar las frases ingeniosas tal y como lo harían los tipos de Lindy’s. Por si eso fuera poco, yo estaba metido hasta el cuello en una demanda legal contra Amazon, sin olvidar que los periódicos seguían publicando artículos sobre mí como si yo realmente fuera culpable de algo. Según el habitualmente razonable y sensato The New York Times, yo era «un monstruo». En alguna parte, Kafka sonreía. En definitiva, ¿cómo puede uno hacer una carrera decente con una montura tan pesada? A lo que me refiero es a que: ¿es posible que un director difamado y trastornado por la situación, que tampoco es ningún Bergman y que tiene tantas cosas en su contra, logre producir una película entretenida? De pronto el desafío de realizar la película se había vuelto más emocionante. Entonces, ¿cómo salió Rifkin’s Festival, el proyecto que rodé en España? ¿Quién sabe? Lo que sí sé es que me divertí haciéndola y que me encantó oír a Wally recitando mis frases

No hay comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.