Max Aub, Campo de Sangre

noviembre 17, 2010

Suma de letras, 2003. 496 páginas.

Max Aub, Campo de Sangre

El tercer libro de la saga se centra en Barcelona y la batalla de Teruel. Las brigadas internacionales que parecían dar una esperanza al final del segundo libro no han conseguido decantar el triunfo para la república. Teniendo en cuenta que Aub escribió este libro cuando la guerra ya había acabado y se encontraba en campos de concentración franceses no es de extrañar que cualquier atisbo de esperanza haya desaparecido del libro.

La descripción de Barcelona y, sobre todo, de los personajes que la pueblan es de un detalle exquisito. Esta es una de las mejores bazas de Aub, y en la página 326 encontramos casi una declaración de principios:

El novelista que pudiera convertirse en mosca, sabiendo taquigrafía, buen novelista sería

Mosca no fue, pero sin duda tenía una memoria prodigiosa que le ayudó a construir estas novelas con cientos de personajes con identidad y nombres propios. Un fragmento de batalla:

A medida que sube la carretera crece la niebla, el frío, el sueño.

De pronto el trueno del cañón ondeando a través de todo.

—Para cosernos a la tierra y no olvidarnos del cielo —dijo sonriendo, como disculpándose, el viejo archivero.

Otra reseña: Campo de sangre

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Campo de sangre

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Extracto:[-]

No acabo de creer que hayan matado a Federico García Lorca. Saldrá cualquier mañana. Es imposible. Imposible.
—¿Para qué han hecho ustedes la guerra?
—Para asesinar a Federico García Lorca.
Eso lo comprende uno. Una escuela:
—Niño, ¿por qué se sublevó el general Franco en 1936?
—Para matar a Federico García Lorca.
Valía un millón de españoles. Si es verdad que lo han matado han ganado la guerra. Lo demás es por añadidura. Y la tierra tembló y las tierras se hendieron. Y abriéronse los sepulcros. Esta vez para que entraran.
Se ven desde las barandas por el monte, monte, monte, mulos y sombras de mulos cargados de girasoles.
¿Quién daría la orden de matar a Federico? Porque ese hombre existe.
Dos Córdobas de hermosura. Córdoba quebrada en chorros. Celeste Córdoba enjuta.
«Fedra» en Mérida. Margarita Xírgu. Séneca y don Miguel, su encuentro no es casual: teatro para leer. A don Miguel no le ha importado nunca el actor: el personaje. Ni la manera de representar: el hecho en sí. Aquellos escándalos de Valle. ¡Dios, si
viviera Valle! El solo hecho de la existencia del teatro, drama de Unamuno. Todo lo demás se le antoja superfluo. Desprecio de lo externo y razón de su fracaso. Le importa lo subjetivo, la vida interior del personaje. El personaje de don Miguel, o el personaje tercio o cuarto de don Miguel, o rincón de don Miguel, y los antagonistas trocitos de don Miguel, puestos allí para batir bien el cobre. Y el público: acostumbrado a que le expliquen las cosas. El teatro o la física de los sentimientos. Física sentimental: si me acerco con los brazos implorantes: amor. Todo le importaba un comino. El drama: un personaje; los demás, fantoches. Teatro de adentro. Hacer una comedia en que no haya más personaje que el protagonista, que sus sentimientos y recuerdos se muevan como personajes; entren y salgan. Diálogo con el 28 de febrero, con el abrazo y el arbolillo del 19 de marzo. El sentimiento de inferioridad sorprendiendo al deseo imaginándose la desnudez de… La fotografía del decorado de una comedia que se representaba en el interior de una cabeza. Tonterías checoeslovacas. Sería una comedia perfectamente tonta. Autorretrato. Como dicen los franceses: por él mismo. Sí. Hay que empezar la comedia por un diálogo del catalán con su mujer. Jugar con el equívoco.
—¿Me visto de luto? .
—¡No faltaba más! ¿Qué iba a decir la gente?
—¿Y a los otros? ¿Qué les digo?
¦—¿Cómo que qué dices?
—Ya salió.
—¿Qué salió?
—Nada, hijo, nada. Que en cuanto se te habla, te pones…
—¿Me pongo?

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