Manuel Buil. El triángulo D.

septiembre 2, 2010

AJEC, 2010. 222 páginas.

Manuel Buil, El triángulo D
Orígenes

La publicación de una nueva novela de Manuel Buil es motivo de alborozo. Porque cuando hay un mercado que paga bien los textos, se puede confiar en que los autores irán produciendo. Pero cuando se publica poco y mal hay que confiar en que el escritor tenga suficiente tiempo libre y ganas como para ponerse a la labor.

Afortunadamente ha sido el caso, porque el talento de Manuel Buil vuelve a prodigarse y tenemos otra gran novela que combina ciencia ficción y humor negro con una maestría y una originalidad excepcional.

En un mundo que parece acercarse al abismo, la construcción de una gran obra de ingeniería, el ascensor espacial, parece estar en peligro. Todas las simulaciones realizadas por una potente inteligencia artificial intuitiva (del tipo chupacabras) acaban en desastre. Pero el problema, en realidad, no está en el ascensor espacial; son pistas que conducirán a la doctora Mary Trini Merton hasta el cirujano plástico Joao Cabeça y al presuntamente muerto oficial de la ONU Rony Abelardo. Tres personajes que comparten mucho más de lo que creen.

Lo que me gusta del autor es que construye un argumento de ciencia ficción impecable, que podría estar firmado por cualquier grande del género, y a partir de ahí inserta una gran cantidad de detalles extravagentes muy graciosos. Por ejemplo Joao utiliza un avanzado grabador de vídeo de forma cuadrada llamado sugus y fabricado por los laboratorios Suchard. España está en cuarentena, como otras naciones en conflicto permanente y ha retrocedido al feudalismo. El dirigente de la mayor empresa de congelados en el espacio es el capitán Terranova. Dosificadas en la cantidad justa para no entorpecer el desarrollo de la trama.

En cualquier capítulo hay grandes hallazgos. Por ejemplo, los restaurantes de nueva cocina y el espíritu new age parece que no han cambiado mucho:

Llegó la comida. Entre los sonidos debilitados de los otros comensales, se fueron sucediendo platos delirantes poblados de pepitas de pimiento morrón caramelizadas al vinagre de pera temprana, pellejos de sardina descamada con vejigas natatorias rellenas de calamar desestructurado, conf it de azafrán con choclo, y otras exquisiteces que Joao no se atrevió a probar. Las miradas de Carla presagiaban tormenta. Elsa y su marido comían con la precisión de un coreógrafo mecánico. Ahora hablaban de su otra gran pasión: las ciencias ocultas. Las dos mujeres eran creyentes furibundas en la existencia de alienígenas en la Tierra, en las apariciones mañanas, en los misterios de las pirámides, en el tarot y en diversas adivinaciones. Ni siquiera podía inventariarse a cuántas supercherías eran aficionadas puesto que era corriente que hicieran hibridar varias de ellas creando nuevas disciplinas como la invocación de espíritus extraterrestres, o la imposición de manos en dosis homeopáticas. Ahora Elsa les estaba relatando cómo sabía de buena mano que María Magdalena había sido una extraterrestre reencarnada que fue expulsada de la Atlántida por los egipcios y luego construyó un arca durante el diluvio universal. Su momia yacía en la gran pirámide maya del Mar Muerto. Algo que la ciencia oficial se empeñaba en ocultar.

La actualidad también tiene su hueco:

Los Juegos Olímpicos se celebraban aquel año en Jaca, un espantoso cúmulo de bloques de apartamentos situado en el Departamento de Sud Pyrénées, territorio fronterizo incorporado a Francia tras la instauración de la Reserva del Reino de España. Sus habitantes eran el paradigma del clasismo y de la antipatía; y paradójicamente, aunque el único deporte que practicaban desde tiempos inmemoriales era el oscuro hábito de contemplarse los ombligos, llevaban más de un siglo solicitando la celebración de unas Olimpiadas con tanto tesón como falta de méritos. Al fin las autoridades francesas habían accedido a presionar en serio, y al fin el Comité Olímpico había dado un sí, más por desgana que por valía.

Si el mundo fuera justo, Manuel Buil vendería muchos libros y podría escribir una saga como la del Mundodisco pero en castizo. Como no lo es, tenemos que luchar porque lo sea. Más fácil que salvar a la ballena jorobada es comprar un ejemplar de este libro: El triángulo D (hay un avance en pdf) y disfrutar de una de las voces más originales de la ciencia ficción patria. Que el talento también hay que salvarlo.

Muy recomendable.

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