Lou Marinoff. Más Platon y menos Prozac.

noviembre 12, 2011

Ediciones B, 2001. 514 páginas.
Tit. Or. Plato no Prozac! Trad. Borja Folch.
Lou Marinoff, Más Platon y menos Prozac
Una terapia más

No sabía qué iba a encontrar en este libro, porque si bien comulgo con la idea que puede deducirse del título, que una buena educación y la sabiduría de los que nos precedieron pueden ayudarnos a encarar las dificultades de la vida mejor que los medicamentos, no sabía por dónde iba a tirar el autor.

A las pocas páginas ya lo tenía claro, y con una opinión bastante negativa. Aunque coincido en que mucha gente encuentra que algo falta en sus vidas (cito una cita):

Cada vez se agolpan más pacientes en nuestras clínicas y consultorios quejándose de vacío interior, de la sensación de una absoluta y definitiva falta de sentido en sus vidas. Podemos definir el vacío existencial como la frustración de lo que cabe considerar la fuerza motivadora más elemental del hombre, a la que podríamos llamar […] la voluntad de significar.

El autor empieza criticando todas las terapias excepto la suya (psiquiatría, psicoanálisis, psicología…), de una manera en ocasiones acertada, como cuando llama religión al psicoanálisis:

Finalmente, la ciencia y la filosofía siguieron caminos divergentes, y la medicina occidental (tras siglos de estar en manos de charlatanes, barberos, frenólogos y vendedores de aceite de serpiente) se alió con la ciencia. La psiquiatría evolucionó como una rama de la medicina primigenia en el siglo XViii y se estableció como tal durante el xx, a partir de Freud. La medicina sigue siendo un equilibrio entre ciencia y arte: escáneres TAC y mucho tacto con los enfermos, quimioterapia y técnicas de visualización, electrocardiogramas y segundas opiniones. El psiocanálisis freudiano y todas sus versiones desarrolladas por discípulos disidentes (Jung, Adler, Reich, Burrow y Horney, entre otros) se han convertido más que nada en una religión cismática. Los psicoanalistas seguidores de Freud y Jung están tan enfrentados y se profesan tanta hostilidad como los judíos ultraortodoxos y los reconstruccionistas, los cristianos católicos y los protestantes, o los musulmanes sunitas y los chiítas. No es preciso haberse doctorado en medicina para ser psicoanalista; basta con adherirse (a toda costa) a una doctrina en concreto.

Pero bastante desencaminada en el resto; reducir a los psiquiatras a gente que tira de manual para encajar a cada paciente en un trastorno y medicar en consecuencia es cargar demasiado las tintas. Además dedica bastante tiempo a vendernos la moto, o sea, su terapia, el asesoramiento filosófico.

¿Qué es esto? Pues parecido a cualquier otra terapia, pero basada en el conocimiento filosófico. Lo que no está mal, en los autores clásicos y modernos encontramos muchos consejos útiles para orientar nuestra vida, y puestos a hablar con alguien, mejor que sepa dar consejos.

Pero tengo mis dudas acerca de su eficacia. Por ejemplo, critica la catársis del psicoanálisis, algo que yo siempre he pensado. Si un trauma viene por algún recuerdo enterrado, desenterrarlo no nos tiene por qué curar inmediatamente -ni, a lo mejor, nunca. De la misma manera escuchar un buen consejo puede no tener ningún efecto en nosotros. Sin embargo relata múltiples casos y en todos los pacientes, tras escuchar el consejo del autor, automáticamente rehacen sus vidas conforme a sus sabias palabras.

Que no digo yo que a veces somos capaces de hacer ese salto mental que nos aclara lo que eran brumas, pero lo más normal es lo contrario. Si uno está sufriendo por algo, la muerte de un ser querido, por ejemplo, ya le pueden decir las más sesudas teorías sobre el tiempo, que seguirá sufriendo igual.

Pero además en algunos de los ejemplos el autor no queda nada bien. Ante una mujer que quería tener hijos pero su marido no estaba todavía preparado le aconseja consultar el Yijing -que yo siempre he llamado I Ching. Allí encuentran una serie de consejos sobre el papel de la esposa -bastante machistas, por cierto- y ella entiende que debe esforzarse en ser una buena esposa y así su marido se dará cuenta de que será una buena madre y cambiará su actitud. Un cliente que no sabía si dejar a su madre en el hospital o llevársela a casa es conminado a hacer una tabla de decisión, al igual que en la teoría de juegos, poniendo en cada casillero lo que pasaría en el mejor de los casos o en el peor de sus dos opciones. En primer lugar ese tipo de tablas se hacen cuando hay dos oponentes, porque se supone que los dos jugarán racionalmente y se pretende buscar el punto de equilibrio -si lo hay. No funciona si el oponente es el azar. Pero aunque así fuera y como honestamente se recoge en el libro la tabla no le sirvió de nada al cliente, aunque parece que se fue más tranquilo.

Al ser un libro de segunda mano estaba lleno de subrayados y marcas. La única anotación se encontraba tras este párrafo:

No se salta de ninguna parte a otra. Siempre se está en algún lugar. A pesar de que no quiera estar donde se encuentra ahora o no sepa dónde está, de todos modos estará en algún punto de su camino. Churchill pensaba que había dejado escapar la oportunidad de realizarse en su vocación, sin comprender que estaba todavía en el camino correcto, aunque aún no hubiera llegado a su destino. Si usted, al igual que Churchill (disfrute de esto ahora, pues no cada día tendrá ocasión de decir: «¡Oh, sí, soy como Winston Churchill!»), piensa que está perdido, quizás es porque todavía no ve la pauta que debe seguir. Quizá se dirige sin saberlo hacia algo (o ya está implicado en algo) que es importante para usted.

Tras el cual estaba escrito:

eso espero!

Lo que me proporcionó un momento de ternura. No todo es malo en este libro, hay algún fragmento aprovechable, como la anécdota de que cuando estaba en un atasco y pasaba al lado de un cementerio pensaba en la suerte que tenía de estar en el atasco, porque eso significaba que estaba vivo. O el párrafo que dejo como extracto.

Pero en general es bastante decepcionante, y la mejor prueba es que no parece que el asesoramiento filosófico haya desplazado al resto de terapias, ni siquiera en Estados Unidos.

Calificación: Regular (mezcla de algunos trozos buenos con muchos muy malos).

Un día, un libro (73/365)

Extracto:
El existencialismo fomenta también la autenticidad, la responsabilidad personal y el libre albe-drío. Así pues, la buena noticia es que tiene la oportunidad de elegir el modo de abordar el vacío creado al declarar muerto a Dios. Muchas personas examinan el existencialismo de un modo superficial, concluyen que la vida no tiene sentido y se preguntan por qué, si es así, han de molestarse por hacer nada. He aquí mi argumento favorito para evitar ese derrumbe en la depresión existen-cial: si la vida, tai como la conocemos, es en realidad un accidente de lo más inverosímil, cuánta más razón para apreciarla. Si venimos de la nada y ‘ vamos hacia la nada, yo propongo que pasemos el tiempo que nos queda celebrando la existencia misma de la vida. El tiempo que pasamos aquí posee un valor incalculable (de hecho, deberíamos decir que es un tiempo insustituible). Viva, pues, con autenticidad. El único problema es que tiene que descubrir lo que significa para usted vivir auténticamente, pero sin duda implicará, al menos, un compromiso (no una huida) con la vida misma. En lugar de desesperarse, utilice su libre albedrío para optar por una apreciación renovada de cada momento de su vida.

4 comentarios

  • luis diciembre 28, 2011en11:52 am

    que una buena educación y la sabiduría de los que nos precedieron pueden ayudarnos a encarar las dificultades de la vida mejor que los medicamentos

    Los medicamentos no son para afrontar las dificultades de la vida; esas las lidias tú solo. El medicamento te ayuda a dormir o a quitarte de la cabeza cosas que ya has zanjado pero que no te dejan o, via descanso, a clarificar ideas o ser capaz de darles la importancia que realmente tienen. Ir más allá es simplemente usarlo como droga evasiva, sumando al problema que ya tenías sin resolverlo.

    En cambio el hecho que marcas como «algo que falta en la vida» es lo que hace que estos libros se puedan vender, algo que el anterior papa definió muy bien como una sociedad con generosa en entretenimiento y escasa en gozo. A mi juicio estos libros en general son poco más que charleta intelectualoide que podría resumirse en el refrán castellano de «consejos vendo, pero para mí no tengo».

    mis 2c. 🙂

  • Palimp diciembre 29, 2011en11:37 am

    Totalmente de acuerdo.

  • jose enero 20, 2013en11:09 pm

    Lo de las medicinas para esto y para lo otro en America desde luego es para escribir un libro. Recordemos que el contexto es América. No culpo al muchacho por estar harto de ver anuncios diciéndole a la gente que si se sienten solos compren antidepresivos o que si se llevan mal con la suegra compren calmantes. Chris Rock diciendo esto mismo.

  • Palimp enero 27, 2013en9:55 pm

    La crítica al abuso de las pastillas puede ser correcto, pero la alternativa que propone el autor no la acabo de ver.

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