Ian Watson. El cerebro del más allá.

septiembre 28, 2016

Ian Watson, EL cerebro del más allá
Gigamesh, 2016. 124 páginas.

Regalo del día del libro por parte de la editorial Gigamesh. La Fibonacci es una nave espacio temporal que se dedica a rescatar pecios perdidos. Al encontrar una nave que no debería estar ahí se pondrá en marcha una serie de acontecimientos que incluyen el pasado y futuro remoto . Entretenida sin pretensiones y de fácil lectura. Es lo que es, un regalo para pasar el rato.

Yatta es el oficial de integridad de la nave. Integridad en el sentido de que no haya fugas de aire, por ejemplo. Pero también se ocupa de la seguridad, por lo que es el primero en abordar las naves que recupera la Fibo; uno no puede transportar alegremente máquinas del tiempo al 2776 sin antes inspeccionarlas. Además, Yatta ha sido condicionado (de lo cual sus compañeros de tripulación son conscientes, aunque Hornero no debería serlo), sí, condicionado para impedir cualquier visita no autorizada a la Tierra del pasado en caso de que Hornero la consintiera o la iniciara. Yatta es mayormente japonés-español y se encarga de que se hagan las cosas. Es bajito, moreno y fornido, y tiene unas cejas semejantes a un par de orugas de polilla gigante leopardo. En la cúpula Darwin de Marte se conserva un buen número de polillas y mariposas, y allí sus alas se hacen cada vez más grandes con el paso de los siglos y las generaciones. En japonés, yata, abreviatura de yamemashita, significa «hecho está», igual que en español yatá, contracción de «ya está», ambos pronunciados de la misma manera. Yatta suele bostezar cuando le preocupa algo, como fingiendo que el tema le aburre y no presta atención.
El asteroide Popov —continúa Hornero— tenía que ser extrasolar, proceder defuera de nuestro sistema solar, para aproximarse con un ángulo de impacto tan bajo desde esa dirección. Era denso y deforma más o menos ovoide, como un guijarro gigante. Fue un suceso único en la historia de la Tierra.
—¿Te refieres a la historia de la Tierra hasta aquel momento? —pregunta Zbeth—. ¿O teniendo en cuenta los siete mil millones de años y medio que faltan para que el sol se hinche hasta convertirse en una gigante roja que nos devorará?
Zbeth, pronunciado «Zbeth», es cosmóloga matemática. Lleva el pelo, de un rojo intenso y luminoso, recogido en coletas; su piel es blanca como el alabastro, y le gusta vestir petos azules y entallados decorados con fauna de Ediacara.
¿Y cómo van vestidos los otros tres?
Buena pregunta. Yatta lleva un yukata azul celeste de algodón con toros de lidia ibéricos (extintos) estampados en rojo, una sencilla prenda veraniega para después del baño que expresa su doble herencia cultural. Va descalzo y tiene los pies endurecidos.
Xiaolong se decanta por una chaquetilla negra de chef, pantalón de camuflaje hasta la rodilla con bolsillos grandes, y mocasines. Ngela prefiere un look de aviador descafeinado: cazadora de cuero ligera y acolchada, y gafas de aviador sobre los cabellos a lo paje.
Hornero hace caso omiso de las tontas interrupciones de Zbeth, como si ella preguntara con el único propósito de entorpecer sus esfuerzos por narrar.
El Popov rebotó justo encima de su objetivo y salió con el 95 % de la masa intacta, salvo por algún desconchón, vamos, que se descascarilló un poco, y manteniendo casi la misma velocidad. Por consiguiente, no hubo fenómenos globales como los de Tunguska por culpa de fragmentos desprendidos, ni siquiera impactos en la superficie; solo cinco detonaciones como consecuencia de la reentrada. Las ondas de choque de los frentes exotérmicos supersónicos impactaron en algunas zonas del Ártico canadiense.
—¡Os tocó la china, esquimales! —apunta Ngela con voz cantarína.
Comprendo el chiste, pero debo señalar que es incorrectamente político aunque seas una mujer.
—¿Incorrectamente político? ¡No digas tonterías!
¿Acaso las narraciones no son solo tonterías? La nube en expansión de vapor sobrecalentado que acompañaba al Popov se consumió sobre el océano e incineró únicamente a peces, focas, ballenas, y las casi deshabitadas islas Kerguelen. El anillo orbital formado por el vapor vuelto a congelar tardó quinientos años en degradarse.
—No podían haber apuntado mejor. —Yatta separa los dedos de los pies para fortalecerlos—. Un guijarro haciendo cabrillas sobre el hielo y convirtiéndolo en vapor. El Popov fue aceptable desde el punto de vista de la especie humana, incluso bueno, comparado con las alternativas.
Si pasamos por alto los dos mil millones de personas desplazadas por la subida repentina de cincuenta y siete metros del nivel del mar, que inundó muchas tierras productivas y numerosas ciudades costeras, y tal vez provocó mil millones de muertos en tres meses.
—Esto promete, Hornero —dice Xiaolong—. Interés humano y empatia, pero todavía con cierto nivel de abstracción. De todos modos, no te centres aún en los individuos. —Le guiña un ojo a Zbeth., ¿Es capaz Hornero de descodificar los emoticonos faciales humanos?
—Pero es imposible que el Popov llevara un curso predeterminado, ¿no crees, Hornero? —dice Yatta, soltando un bostezo.
En ese preciso momento suena una señal aguda, y Yatta y Ngela se precipitan a sus consolas (la persistencia durante el tránsito del mismo valor de la gravedad que en el punto de origen de la Fibo sigue siendo un enigma por resolver).

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