Guido Ceronetti. El cantar de los cantares.

octubre 7, 2019

Guido Ceronetti, El cantar de los cantares
Acantilado, 2001. 182 páginas.

El libro lo tomé en préstamo porque incluye una traducción del Cantar de los cantares realizada por Gregorio del Olmo. Corren muchas versiones por internet pero no de excesiva calidad. De propina hay una traducción de Ceronetti, un estudio del mismo autor y dos textos que sirvieron de prólogo a otros libros.

El texto de Ceronetti, en su línea. Yo no me he enterado de la mitad de lo que dice, porque creo que no hay un autor que me haga sentirme más estúpido que él. Se da la paradoja de que un texto que quiere comentar e iluminar el Cantar es todavía más oscuro de lo que pretende aclarar. Para que se hagan una idea:

Margarethe Lochbrunner (en «Conoscenza Re­ligiosa», la revista de Zoila, 2,1973) buscando las raíces maniqueas de Dante, como Aroux las raíces cataras (ambas coinciden), afirma la unidad esen­cial de todos los enviados del Señor de Luz y los perdidos en las tinieblas del mundo: Virgilio, Bea­triz, Lucia, Matelda, Piccarda, María son todas ma­nifestaciones de la única Virgen de Luz, que en Ma­nes es una con el eón andrógino Jesús (Dante: el rostro, que a Cristo / más se asemeja; Manes: Oh Je­sús, Virgen de Luz). Beatriz, que parece tener su si­tio en el tercer cielo, habita con otros nombres otros Líbanos, y el Líbano más alto es el que se abreva en el himno del abad de Claraval, quien dictó la regla latina a los pauperes commilitones Christi templique Salomonici, boca y figura de la Orden del Temple.

La Luz y la Virgen resultan así tan difíciles de dis­tinguir que, sin demasiada herejía, brota la flor raaniquea de la Virgen de Luz.
En su canción Vergine bella arranca Petrarca con tres versos en los que repite dos veces solé y en el tercero aparece luce. El v. 49, donna del Re, es una proyección del Cantar de los Cantares. En el v. 52 resulta muy lucífero el vera, beatrice. En el Himno Akáthistos del patriarca Sergio, la Virgen es un úni­co mar de luz: es la lámpara que, suspendida sobre quienes se debaten en las tinieblas, los guía hasta la Gnosis divina (-rrpóc yvQoiv Qei\d\v); todo el himno reverbera e irradia luz, Fos… Fos… Fos. Un mar de Sofía porque toda la salvación es sapiencial… Esa Fos es la vera beatrice.
Mientras llora y se desespera en la prisión del cuerpo, Adán siente una voz que le llama {Libro segreto di Giovanni):
—¿De dónde viene esta repentina esperanza mientras estoy entre las cadenas de mi prisión? La voz responde:
—Yo soy la providencia de la Luz pura, soy el pensamiento del Pneuma virginal, que te restablece en los lugares de la gloria .
Es el inicio del viaje de la Commedia. La prónoia de la Luz es Virgilio, Virgilio y Beatriz, Beatriz es la vera beatrice, la verdadera Beatriz es la Virgen de Luz.

La traducción de Ceronetti, sin embargo, es límpida y luminosa como si se hubiera escrito ayer. Así que he conseguido dos traducciones por el precio de una. La de Gregorio del Olmo, fiel al texto original pero llena de vida y la de Ceronetti más libre y, en ocasiones de algunos versos, con más fuerza.

Porque ese texto que se escribió hace tantos años en las arenas del desierto todavía es capaz de susurrarnos a la oreja y hacer que se nos erice el vello.

Muy recomendable.


(Ceronetti)
[…]
¡Oh Princesa qué hermosos
Tus pies en sus sandalias!
Las junturas de tus muslos
Una mano de artista las torneaba
Tu vulva es un curvo alambique
De oloroso licor nunca seca
Un puñado de grano en un rosal
Yace en medio de tus ingles
Cervatillos tus pechos
Gemelos de gacela
[…]
Porque el Amor es duro
Como la Muerte
El Deseo es despiadado
Como el Sepulcro
Carbones ardientes son sus fuegos
Una astilla de Dios encendida
Las Grandes Aguas no apagan el Amor
Los ríos no lo arrollan

(Gancho)

—¡Qué bellos son tus pies con sandalias
hija de un [pueblo] noble!

Las curvas de tus caderas son galanuras,
obra de artista;
tu ombligo es una pátera redonda en
la que nunca falta licor;
tu vientre es una gavilla de trigo,
rodeada de lirios;
tus dos pechos son como dos cervatillos,
gemelos de gacela;

Pues el amor es arduo como la muerte,
insoportables como el infierno son los celos;
sus ascuas son ascuas al rojo vivo,
llamaradas de Yahveh.
Las aguas del Mar no pueden
apagar el fuego del amor,
ni los Océanos sofocarlo.

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