François Villon. Poesía.

diciembre 9, 2020

François Villon, Poesía
Cátedra, 1985. 176 páginas.
Trad. y ed. Juan Victorio.

No conocía la figura de François Villon que vine a descubrir en un cómic, ni mucho menos que a él le debemos el verso en la tradición del ubi sunt tan famoso que es ¿Dónde están las nieves de antaño?.

Tuvo una vida bastante ajetreada y los pocos datos que tenemos de él siempre están relacionadas con hechos criminales. El cómic era bastante crudo y eso me decidió a leer su poesía. Una poesía festiva, basada en la burla, en los criminales y la gente que vive en los márgenes, fresca y llena de imágenes que no han envejecido lo más mínimo. Cuantas veces, leyendo a poetas antiguos, parece que nos hablan nuestros hermanos.

Sí lo han hecho las burlas que, sin las oportunas notas al pie de página, no entenderíamos ni una. Pero como ésta es una buena edición no nos quedaremos huérfanos de conocimiento. Pero me han gustado mucho más las poesías sueltas, que se pueden entender hoy tal como ayer. Dejo muestras.

Muy recomendable.

El mundo se acaba, porque no es perpetuo,
piense lo que piense el rico juerguista:
a todos la espada de la muerte acecha.
Así se consuela este pobre viejo
(que de ser bromista y agradable siempre
se vanaglorió en su juventud):
que se le tendría por loco y por bobo
si, viejo, siguiera con las mismas bromas.

XLIV

Hoy le es necesario vivir mendigando,
a eso le llevó su precariedad.
Y todos los días desea la muerte
con el corazón lleno de dolor.
Si Dios no existiera, como piensa a veces,
llevaría a cabo un hecho terrible;
y ocurre con esto que se ofende a Dios
y por ello mismo él se está matando.

XLV

Si en su juventud agradaba a todos,
ahora ya no dice nada que divierta;
es un viejo éste que dice bobadas
y no hace otra cosa sino molestar:
si se está callado para ser atento,
lo tienen por tonto que no sabe hablar,
y si abre la boca le ordenan cerrarla:
se convirtió en árbol que ya no da fruto.

XLVI
Esto también pasa a las pobres
viejas que ya no disponen de nada que dar:
Cuando se dan cuenta de que las mocitas
las van eclipsando, para sus adentros
preguntan a Dios por qué permitió
que nacieran antes, y que no hay derecho.
Y Nuestro Señor se queda callado,
pues en la disputa saldría perdiendo.


LI
Ahora ya está muerto, hace ya treinta años,
y yo sigo viva, anciana y canosa.
Y cuando reparo en aquellos tiempos,
¡cómo me encontraba, cómo estoy ahora!
Y cuando contemplo mi cuerpo desnudo
y observo a qué punto estoy reducida,
tan pobre, tan seca, enjuta y menuda,
del dolor que siento yo pierdo el sentido.

LII

¿Qué ha sido de aquella frente tan perfecta,
los cabellos rubios, cejas arqueadas,
aquel entrecejo, la mirada aquella
que se apoderaba de los más galanes;
de aquella nariz, tan recta y exacta,
de aquellas orejas, pequeñas, unidas,
hoyuelo en barbilla, la cara tan clara,
y de aquellos labios, tan rojos, tan bellos?

Lili

¿Y de aquellos hombros, redondos, menudos,
de los largos brazos, de las manos finas,
de aquellas teticas, caderas carnosas,
elevadas, netas, de corte perfecto,
aptas al combate de amorosas lides,
riñones potentes y aquella cosita
tan bien colocada entre muslos prietos
que encierran en medio un jardín pequeño?


Luego se hace la paz y me tira un gran pedo,
mucho más inflamado que si fuera veneno.
Riéndose, me da un golpe en la cabeza
y me dice «pillín» rozándome el «jamón».
Después, los dos borrachos, dormimos como troncos,
y luego, al despertar, cuando le pica el cuerpo,
se sube sobre mí, que no pierde ocasión.
Bajo su cuerpo gimo, aplastado cual ajo,
y en estas diversiones hecho polvo me deja
en este burdel nuestro gracias al cual vivimos.

Con viento o con granizo, mi pan está seguro,
yo soy el deshonor y el deshonor me sigue.
¿El peor de los dos? Somos tal para cual.
El uno es como el otro; a mal ratón, mal gato.
Amamos la basura, la basura nos ama;
huyendo del honor, el honor nos rehuye
en este burdel nuestro gracias al cual vivimos.

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