Lucía Lijtmaer. Ofendiditos.

diciembre 8, 2020

Lucía Lijtmaer, Ofendiditos
Anagrama, 2019. 90 páginas.

Ensayo sobre el debate, más vivo que nunca por las redes sociales, de si estamos viviendo en un exceso de corrección política. De si un nuevo puritanismo está resucitando la censura. La respuesta que da la autora, y que yo comparto, es que no es así.

La queja está en la calle: ya no se pueden decir ciertas cosas porque las feminazis y los ofendiditos van a poner en marcha una caza de brujas y un linchamiento contra aquellos que han tenido la valentía de expresarse sin pelos en la lengua. Pero lo cierto es justamente lo contrario. Frente a peticiones fundadas por parte de colectivos de un poco de respeto nos encontramos reacciones histéricas por parte de quien ve peligrar sus privilegios.

Por resumir excesivamente. Si el colectivo LGTBI+ protesta por el uso de la palabra ‘maricón’, que es despectiva, son unos ofendiditos de piel fina. Pero ¿no son más ofendiditos los que se sienten linchados por usar determinadas expresiones? Al fin y al cabo siguen teniendo la libertad de expresión de usarlas y la usan con frecuencia.

Un tema más sangrante es la diferencia con los ofendidotes que no se utiliza en el libro aunque sí se dan ejemplos. Si el humorista Dani Mateo se suena los mocos con una bandera de España ya no sólo es que se ofendan varios colectivos, es que recibe denuncias e incluso amenazas que le obligan a utilizar seguridad en sus espectáculos.

La única pega que le puedo poner al libro es que se me hizo algo confuso, pero las reflexiones que se plantean son muy necesarias. Otras reseñas: Ofendiditos y Ofendiditos.

Recomendable.

Una de las posibles conclusiones (me perdonarán, algo freudiana) es que aquellos que se quejan de la «infantilización» de los sujetos en el siglo xxi, de la «piel fina» y cristalina que tienen los colectivos que según ellos abanderan la corrección política y de la «victimiza-ción y revictimización» a la que se someten motu proprio esos colectivos son precisamente los que ponen el grito en el cielo y llaman a las autoridades competentes para quejarse de estar siendo perpetuamente «linchados». ¿Acaso hay mayor manipulación del lenguaje que dotar a la palabra linchamiento de ese nuevo significado? ¿Quién se visibiliza como víctima aquí una y otra vez?

Es esta manipulación de la realidad y de la condición jerárquica la que, una vez más, nos impide ver el cuadro completo. No importa que, con los números en la mano, podamos argumentar sobre la violencia contra la población LGTBI, contra grupos racializados o contra las mujeres. Los ofendiditos siempre son los mismos, y, señalándolos, los Fieros Analistas dejan de lado una realidad mucho más preocupante.

No es este un texto que pretenda poner, una vez más, límites a la libertad de expresión. Vivimos en un sistema democrático que permite hacer chistes de gitanos o llamar a las mujeres feminazis. Cada cual tendrá su interpretación sobre ese derecho y su elasticidad. Pero este texto sí pretende arrojar algo de luz al hecho de que los que critican y señalan están siempre en el mismo bando.

Algo sucede cuando el derecho a la queja es ridiculizado una y otra vez. El boicot como acto legítimo es primero cuestionado por la derecha -no está de más recordar la demonización de los escraches durante la crisis económica-, y ahora se define como un acto de «ofendiditos» y «puritanas» por parte de unos Fieros Analistas que dibujan a un público inconsciente, que no sabe lo que se hace, y que, con su infantilismo, acabará infantilizando a los demás.

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