Chuck Palahniuk. Nana.

septiembre 18, 2008

DeBols!llo, 2005. 262 páginas.
Tit. Or. Lullaby. Trad. Javier Calvo.

Chuck Palahniuk, Nana
Poema mortal

Hay autores que empiezan a sonar por todas partes y te entran ganas de leerlos. Don Absence recomendaba mucho a Chuck Palahniuk, El club de la lucha me encantó y este libro estaba en edición de bolsillo así que ¿por qué no comprarlo?

El hijo del periodista Carl Streator falleció de muerte súbita y, en un alarde de sensibilidad, le encargan una serie de artículos sobre el tema. Descubre que en todas las casas donde ha muerto un niño había una antología de poemas africanos. Uno de ellos, una nana, tiene el poder de matar a quien se lo recita. La nana es un conjuro sacrificial y parece que pertenece a un libro que contiene más conjuros. Junto con Helen Hoover, cuyo hijo murió en las mismas circunstancias, la secretaria de Helen y el novio de ésta recorrerán los Estados Unidos para destruir todos los ejemplares del libro mientras intentan encontrar el grimorio original.

El argumento es de los que me resultan interesantes, y así es durante las tres cuartas partes del libro. Pero al final empieza a cojear y acaba un poco en el aire. No se qué me esperaba, pero reconozco que cuando me lo leí (escribo esto seis meses después de haber leído el libro -y lo publico un año después de escribirlo-) me decepcionó un poco. Es lo malo de las expectativas. Sin embargo ahora lo recuerdo mejor de lo que me pareció en ese momento, sobre todo después de haber leído otro libro suyo que es peor.

Como me gusta el estilo, seguiré probando con otros títulos suyos. Las reseñas próximamente aquí.

Escuchando: Puerto Rico. Horacio «el negro» Hernández


Extracto:[-]
Llevo las formas a la cocina y bajo la luz se vuelven azules, grises y blancas. Son de plástico duro y quebradizo. Son simples fragmentos. Tejas y persianas y salientes ornamentales de tejado diminutos. Escalones y columnas y marcos de ventana en miniatura. No se puede distinguir si es una casa o un hospital. Hay paredes diminutas de ladrillo y puertecitas. Esparcidas sobre la mesa de la cocina, podrían ser partes de una escuela o de un hospital. Sin ver la imagen de la caja, sin las instrucciones de montaje, los minúsculos canalones y ventanas de buhardilla podrían pertenecer a una estación de trenes o a un manicomio. A una fabrica o a una cárcel.

No importa cómo lo montes, nunca estás seguro de que esté bien.

Los pedacitos, las cúpulas y chimeneas, se agitan al compás del ruido que viene a través del suelo.

Esos musicoadictos. Esos calmofóbicos.

Nadie quiere admitir que somos adictos a la música. No es posible, simplemente. Nadie es adicto a la música, a la televisión ni a la radio. Simplemente necesitamos más, más canales, una pantalla más grande, más volumen. No soportamos estar sin ella, pero no, no somos adictos.

Podríamos apagarla cuando quisiéramos. Coloco un marco de ventana en una pared de ladrillo. Lo pego con un pincelito del tamaño de un pintaúñas. La ventana es del tamaño de una uña. El pegamento huele a laca del pelo. El olor hace pensar en naranjas y en gasolina.

El dibujo de los ladrillos de la pared es tan delicado como una huella dactilar. Coloco otra ventana en su sitio y le aplico pegamento con el pincel.

La vibración del sonido atraviesa las paredes, recorre la mesa, luego el marco de ventana y por fin mi dedo. Esos distradictos. Esos concentrafóbicos. El viejo George Orwell lo entendió todo al revés. El Gran Hermano no está mirando. Está cantando y bailando. Está sacando conejos de una chistera. El Gran Hermano está ocupado en reclamar tu atención a cada momento que pasas despierto. En asegurarse de que siempre estés distraído. En asegurarse de que permanezcas abstraído.

En asegurarse de que se te marchite la imaginación. Hasta que sea tan útil como tu apéndice. En asegurarse de que tu atención siempre está ocupada.

Y esta forma de ser alimentado es peor que ser observado. Si el mundo te mantiene siempre ocupado, nadie tiene que preocuparse por lo que tienes en mente. Si la imaginación de todo el mundo está atrofiada, nadie más será nunca una amenaza para el mundo.
Me abro con el dedo un botón de la camisa y me meto la corbata dentro. Con la barbilla pegada al nudo de la corbata, introduzco con las pinzas una ventanita de cristal dentro de cada uno de los marcos. Usando una cuchilla, corto las cortinas de plástico en fragmentos más pequeños que un sello de correos, cortinas azules para el piso de arriba, amarillas para la planta baja. Pego las cortinas, algunas abiertas y otras cerradas. Hay cosas peores que descubrir a tu mujer y tu hijo muertos. Puedes ver cómo los mata el mundo. Puedes ver cómo tu mujer envejece y se aburre. Puedes ver a tus hijos descubriendo todas las cosas del mundo de las que has intentado salvarlos. Las drogas, el divorcio, el conformismo, las enfermedades. Todos los bonitos libros, la música, la televisión. Las distracciones.

A toda esa gente a quien se le ha muerto un hijo tienes ganas de decirles: adelante. Culpaos.

A la gente que amas les puedes hacer cosas peores que matarlos. Lo normal es quedarse mirando cómo el mundo lo hace por ti. Solamente tienes que leer un periódico.

La música y las risas te consumen los pensamientos. El ruido los ahoga. Todos los sonidos distraen. Te duele la cabeza de respirar pegamento.

10 comentarios

  • Paula septiembre 18, 2008en11:33 am

    Leí este libro de Palahniuk hace unos tres años. De hecho, fue el primer libro suyo que leí. Después fueron cayendo los demás, salvo el primero y el último que acaba de sacar (Snuff), pero «Nana» sigue siendo mi preferido. Creo que es el que está mejor escrito, el más «conexo» (aunque no estoy muy segura de lo que quiero decir con eso).
    Tengo curiosidad por conocer tu opinión del resto de su obra, me mantendré a la escucha.

    Salu2,
    P

  • Palimp septiembre 18, 2008en1:30 pm

    De momento sólo he leído ‘Monstruos invisibles’. Es un autor que me gusta, pero sus libros no me acaban de aprecer ‘redondos’ o conexos, como tú dices.

  • Portnoy septiembre 18, 2008en4:33 pm

    Coincido contigo en lo decepcionante que resultan las conclusiones de los libros de Palahniuk. Tiene excelentes ideas pero me da la sensación de que acaba cansándose de ellas.
    Aunque lo de los finales decepcionantes se puede aplicar a la mayor parte de la literatura estadounidense contemporanea.
    En realidad lo que me intriga es cuál es el otro libro que te pareció peor.
    🙂
    Un saludo

  • Palimp septiembre 21, 2008en2:18 pm

    El de Monstruos invisibles. Tengo la misma sensación que con los libros de la editorial Lengua de trapo. Son originales pero cojean de alguna parte.

  • ericz octubre 12, 2008en8:34 pm

    Por saber, lo de los seis meses, ¿es solo para este caso? ¿o es una regla para todas las reseñas?
    saludos

  • Palimp octubre 13, 2008en6:32 pm

    Por desgracia es una regla. Las reseñas que estoy colgando ahora tienen una antiguedad de 9 meses (los datos de creación de archivo no mienten).

    Ahora, con la nena, todavía es peor. Antes escribía las reseñas los fines de semana, pero ahora ni esos momentos tengo. Por ahora voy tirando con las que ya estaban escritas, pero cuando se acaben esto empezará a decaer.

  • ericz octubre 15, 2008en12:54 am

    ¿Es una regla de facto? o una norma autoimpuesta? Pero lo que mas quiero saber es si dejas tiempo entre la lectura y la escritura de la reseña, ¿y por qué? ¿no se te olvidan muchas cosas?

  • Palimp octubre 16, 2008en9:29 am

    De facto por acumulación de trabajo y pereza por escribir. Se me olvidan muchísimas cosas, lo que en ocasiones es bueno -sobre todo en libros malos- pero entono el mea culpa: debería ser más organizado y tener las cosas al día.

    Digamos que es una conjunción paradójica de dos características: Mi desorganización y pereza con mi disciplina de querer reseñar todos los libros que leo.

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