Alfred E. Van Vogt, El mundo de los No-A y Los Jugadores de No-A.

julio 20, 2007

Ediciones Acervo, 1975. 306 páginas.
Tit. Or. The World of Null-A y The players of Null-A. Trad. José María Aroca.

Alfred E. Van Vogt, Los Jugadores de No-A
¿Quién soy yo?

Compré Los jugadores de No-A de saldo hace mucho tiempo. Como era la continuación de El mundo de los No-A decidí esperar a tener los dos. Pasó el tiempo y no había manera de encontrar El mundo…, así que decidí hacer trampa y descargarlo por internet. No me denuncien; tienen dos reseñas por el precio de una.

Van Vogt fue un escritor polémico; o te gustaban sus obras, o las aborrecías. Tanto es así que en el prólogo de El mundo… empieza justificandose:

Lector, tienes en tus manos una de las novelas más polémicas —y de mayor éxito— de
toda la literatura de ciencia-ficción.

En estas observaciones preliminares voy a hablar de algunos de los éxitos y también a
detallar lo que los principales críticos dijeron sobre El Mundo de los No-A. Permíteme que
me apresure a decir que lo que vas a leer no es ninguna defensa mordaz. De hecho, he
decidido tomarme las críticas en serio y en consecuencia he revisado cuidadosamente la
primera edición y he añadido las explicaciones que durante mucho tiempo creí innecesarias.
Antes de hablar de los ataques, me propongo enumerar rápidamente unos cuantos de
los éxitos de El Mundo de los No-A:

Fue la primera novela de ciencia-ficción encuadernada en tela publicada por un editor
importante después de la Segunda Guerra Mundial (Simon y Schuster, 1948).
Ganó el premio del Manuscripters Club.

La asociación de libreros de la región de Nueva York la incluyó entre las cien mejores
novelas de 1948.

Jacques Sadoul, en Francia, editor de Editions OPTA, ha afirmado que El Mundo de los
No-A, al ser publicada, dio origen al mercado francés de ciencia-ficción. De la primera
edición se vendieron más de 25.000 ejemplares.

Sadoul ha afirmado también que continúo siendo —en 1969— el escritor más popular
en Francia en términos de ejemplares vendidos.

Su publicación estimuló el interés por la Semántica General. Los estudiantes afluyeron
al Instituto de Semántica General de Lakewood, Connecticut, para recibir lecciones del
Conde Alfred Korzybski…, el cual permitió que le fotografiaran leyendo El Mundo de los
No-A. Hoy, la Semántica General, que entonces era una ciencia en pañales, se enseña en
centenares de Universidades.

El Mundo de los No-A ha sido traducida a nueve idiomas.

Dicho esto, pasemos a los ataques. Como podrás ver, son más divertidos, enloquecen
más a los autores, y excitan a los lectores.

He aquí lo que Sam Moskowitz, en su breve biografía del autor, dijo en su libro Seekers
of Tomorrow (Buscadores de Futuro), acerca de los fallos de El Mundo de los No-A: «… El
desconcertado Gilbert Gosseyn, mutante con una mente doble, no sabe quién es y se
pasa toda la novela tratando de descubrirlo». La novela apareció originalmente en forma
de serial en Astounding Science Fiction, y después de publicarse el capítulo final (continúa
el señor Moskowitz), «empezaron a llover cartas de lectores quejándose de no haber
entendido absolutamente nada de aquella historia. Campbell (el editor) les aconsejó que
esperasen unos cuantos días rumiando lo que habían leído, transcurridos los cuales lo
verían todo mucho más claro. Los días se convirtieron en meses, pero la claridad no
llegó…»

El libro cuenta la historia de Gilbert Gosseyn que se presenta a los juegos de la Máquina; si gana conseguirá altos honores o incluso viajar a Venus. Pero antes de empezar es recusado por un hombre que afirma que Gosseyn no existe. A partir de aquí comienza una serie de peripecias cada vez más retorcidas, con personajes misteriosos y un protagonista que intenta averiguar quién es en realidad pero que nunca lo consigue.

En 1948, cuando fue publicado el libro, quizá fuera ininteligible. Pero después de medio siglo de ciencia ficción ya no impresiona a nadie. Es una curiosa mezcla. Por un lado son novelas de aventuras en la más pura tradición del género. Por otro la mezcla de conceptos esotérico-científicos y los personajes que apenas se adivinan le dan un toque de misterio y oscuridad.

En contra de las espectativas no me ha parecido ni genial ni deleznable. Curiosa e interesante, aunque algo envejecida. Suscribo las palabras del entonces joven Damon Knight:

Van Vogt es en realidad un escritor pigmeo que trabaja con una máquina de escribir gigante

Sus obras son muy ambiciosas pero Van Vogt no tiene la capacidad para llevarlas a buen puerto; como lo sabe, escamotea información.

Como postre les dejo la parodia que realizó Langford en Guía del Dragonstopista Galáctico al Campo de Batalla Estelar de Covenant en el Límite de Dune: Odisea Dos. Les resumirá mejor que cien reseñas el espíritu de la obra.

Escuchando: Spiders Kidsmoke. Wilco.


Extracto:[-]

—Tengo que inscribir su nombre y sus datos personales en nuestro libro.

—Me llamo Gosseyn —dijo Gosseyn—. Gilbert Gosseyn, de Cress Village, Florida,
edad treinta y cuatro años, estatura un metro ochenta y cinco, peso ochenta y cuatro kilos,
ninguna señal particular característica.

El anciano le miró, sonriendo, con ojos chispeantes.

—Eso es lo que usted cree —dijo—. Si su cerebro está de acuerdo con su aspecto,
llegará usted muy lejos en los juegos. —Y añadió—: He observado que no decía usted si
estaba casado.

Gosseyn vaciló, pensando en una mujer muerta.

—No —dijo finalmente, en voz baja—. No estoy casado.

—Bien, parece usted un hombre listo. Ojalá que los juegos demuestren que es usted
digno de Venus, señor Gosseyn.

—Gracias —dijo Gosseyn.

Cuando se giró para alejarse, Nordegg, el otro hombre de Cress Village, le rozó al
pasar por su lado y se inclinó sobre el escritorio. Cuando Gosseyn miró hacia atrás un
momento después, Nordegg estaba hablando en tono excitado con el anciano, el cual
parecía protestar. Gosseyn les contempló, intrigado, pero les olvidó mientras un hombre
bajo, de aspecto jovial, se encaminaba hacia un espacio abierto en el atestado salón y
levantaba una mano.

—Damas y caballeros —empezó—, creo que deberíamos entrar en materia. Todas las
personas interesadas en la protección del grupo han tenido tiempo más que suficiente
para presentarse. En consecuencia, en cuanto termine el período de recusación ordenaré
que se cierren las puertas y empezaremos.

En beneficio de los que han venido por primera vez a los juegos y no saben a qué me
refiero al hablar de período de recusación, explicaré el procedimiento. Como ustedes
saben, todos los aquí presentes serán requeridos para que repitan ante el detector de
mentiras la información que han dado al conserje. Pero antes de empezar con eso, si
tienen ustedes alguna duda acerca de la legitimidad de la presencia de alguien, les ruego
que lo declaren ahora. Tienen ustedes derecho a recusar a cualquiera de los presentes.
Por favor, manifiesten cualquier sospecha que tengan, aunque no posean ninguna prueba
específica. Recuerden, sin embargo, que el grupo se reunirá todas las semanas y que
pueden formularse recusaciones en cada una de las reuniones. Bien, ¿alguna
recusación?

—Sí —dijo una voz detrás de Gosseyn—. Recuso la presencia aquí de un hombre que
se llama a sí mismo Gilbert Gosseyn.

—¿Eh? —dijo Gosseyn. Giró sobre sí mismo y miró a Nordegg con aire de
incredulidad.

El hombre sostuvo su mirada, y luego desvió sus ojos hacia los rostros situados más
allá de Gosseyn. Dijo:

—Cuando Gosseyn entró en el salón, me saludó como si me conociera, de modo que
me acerqué a examinar el libro-registro para enterarme de su nombre, creyendo que
podría recordar de quién se trataba. Quedé asombrado al oírle decir que procedía de
Cress Village, Florida, que es precisamente el lugar del cual procedo yo. Cress Village,
damas y caballeros, es un pueblo más bien famoso, pero sólo tiene trescientos
habitantes. Yo soy el dueño de una de las tres tiendas, y conozco a todo el mundo,
absolutamente a todo el mundo, en el pueblo y sus alrededores. Ni en Cress Village ni en
sus alrededores vive ninguna persona llamada Gilbert Gosseyn.
Para Gosseyn, la primera tremenda impresión había llegado y desaparecido mientras
Nordegg estaba hablando. La sensación posterior fue la de estar siendo dejado en ridículo
con algún oscuro fin. La acusación principal, por otra parte, parecía completamente insustancial.

—Todo esto parece muy absurdo, señor Nordegg —dijo. Hizo una pausa—. Se llama
usted así, ¿no es cierto?

—Sí —asintió Nordegg—, y me pregunto cómo ha podido averiguarlo.

—Su tienda en Cress Village —insistió Gosseyn— se encuentra al final de una hilera
de nueve casas, en un cruce de cuatro caminos.

—No hay duda que conoce usted Cress Village —dijo Nordegg—, bien porque haya
estado allí personalmente, bien porque lo haya visto en fotografías.

LA ESTIRPE DE LOS NO-Q
A. E. v*n V*gt

CAPÍTULO UNO

En nombre de la cordura, practica el EXCESO EN LA DESCRIPCIÓN. No te limites a decir: «Un terrón de azúcar, por favor»: da las dimensiones exactas del terrón de azúcar, su densidad, su estructura cristalina, su fórmula química y el porcentaje de impurezas
admisible. Esto hará que tus procesos mentales sean más claros y te permitirá cosechar los beneficios de beber un té frío, bueno para la salud y con la cantidad correcta de azúcar.
(Korzybski)

Cuando Filbert Insseyn despertó en aquella habitación de un hotel barato su flujo
sanguíneo ya estaba alterado por la ilusión de un presentimiento. Se arrancó de aquel
ensueño en el que ataba y amordazaba cariñosamente a su esposa, Fanny Perenne,
comprendiendo bruscamente que jamás había llegado a conocerla. El entrenamiento No-
Q le preparaba a uno para ese tipo de crisis. Una cautelosa y analítica mirada a su reloj
de pulsera confirmó sus sospechas. Se había quedado dormido, y la segunda manecilla
se aproximaba ya a la señal de las 800 palabras. Demasiado tarde para nada que no
fuese un simple instante de rabia pelúcida, angustia y tranquila indecisión antes de…
Un hombre derribó la puerta con un proyectil atómico anti-ciudades en la mano, y
después llegó…

¡La nada!

CAPÍTULO UNO

Pienso, luego existo.
(Descartes, citado como Ejemplo 1 en el Prontuario No-Q de falacias básicas)

Insseyn bajó la vista hacia su cuerpo, esperando ver una masa de carne maltrecha,
destrozada, muerta, atormentada. No fue así. Y, en el mismo instante en que bajaba la
vista, las lunas que cruzaban velozmente el cielo le hicieron comprender que ahora se
encontraba en Marte. Exploró la árida localidad del desierto durante veinte minutos, y de
repente comprendió del todo el significado de lo que le había sucedido. ¡El, que hacía sólo
unos cuantos minutos estaba en la Tierra, ahora estaba en Marte! ¡El, que hacía sólo
unos segundos se encontraba muerto, ahora estaba vivo!
Había tantas preguntas que contestar… ¿Cómo podía haber llegado a Marte? Era bien
sabido que el viaje espacial resultaba imposible debido a la impenetrabilidad de las
esferas de cristal a las que estaban sujetas los planetas.
El desierto que le rodeaba, con su infinita falta de variedad, presentaba una inmutable
pero siempre mudable imagen del pensamiento No-Quintaesencial, con su negativa a
aceptar el lisiado y convencional pensamiento-Q de que cualquier cosa podía ser
inteligible mediante su relación con las demás cosas o incluso consigo misma.
Al menos, en todo el universo no había nadie que pudiera conocer su paradero actual.
Un pedazo de papel revoloteó sobre la arena. TENEMOS QUE COGER A INSSEYN,
decía en grandes letras mayúsculas. En ese mismo instante un aerovehículo que
eructaba humo dibujó en el cielo las palabras INSSEYN DEBE MORIR, y un mendigo
torció el gesto al verle y escupió en la arena.
Insseyn tuvo por un instante la ilusoria impresión de que estaba siendo amenazado de
alguna forma indefinible.

Pero, ¿qué razón tiene nadie para amenazarme?, se rió Insseyn por dentro, mirando
rápidamente a su espalda. No he hecho nada. Se quedó totalmente inmóvil durante unos
repentinos cuarenta minutos de pura iluminación mientras su mente comprendía que de
hecho no recordaba nada de lo sucedido antes de encontrarse con Fanny Perenne en
aquella fatídica habitación de hotel…, y, a decir verdad, tampoco recordaba nada de lo
sucedido después. ¡El, que apenas unos pocos microsegundos antes tenía una memoria,
ahora carecía de ella!

Ese fue el momento en que pudría haber llegado la locura o algo todavía peor, la caída
en el limo primordial del pensamiento-Q. Insseyn logró salvarse llevando a cabo una vez
más la pausa gonádico-vascular No-Q, a la que siguieron veinte flexiones rápidas. ¡Y se
encontró a salvo de la locura!

¿Quién podía querer borrarle la memoria? ¿Y por qué? Era una pregunta a la que
Insseyn era incapaz de responder por mucho que esforzara sus gónadas; una pregunta a
la que no podía responder entonces y a la que nunca podría responder. Pensativo, se
rascó su majestuoso y leonino vientre.

Un sonido le taladró las orejas, y en ese mismo minuto supo que era una voz.

-¿Dónde aparecerá Insseyn? Podría estar… en cualquier parte.

-Cierto -rechinó una segunda voz, extraña pero insidiosamente familiar, una voz cuyo
timbre se parecía un poco al tintineo de la alpaca sucia-. Tenemos que encontrarle y
descategorizarle antes de que aprenda cómo utilizar sus poderes.
A medida que se iba acercando cautelosamente, Insseyn razonó que aquellos sonidos
venían de un agujero en el suelo. Un agujero que para su conciencia No-Q, tan afilada
como una navaja de afeitar, era igual a muchos otros agujeros. Un agujero en el cual
acababa de caerse.

Miró su reloj, sintiendo una repentina oleada de fastidio y comprensión. Otras 800
palabras acababan de pasar.

-Y ahora, respecto a nuestros planes para violar y destruir el universo… -Esa fue la
última frase que invadió sus orejas antes de que Insseyn diera con el fondo del agujero.
Por suerte Insseyn llevaba un cinturón ingravítico, un artefacto para contrarrestar la
gravedad que había sido diseñado por mentes a las que no obnubilaban los torpes
axiomas-Q, axiomas como la idea de que una energía tan ineluctable como la gravedad
podía ser invertida, neutralizada o incluso rechazada. El cinturón, basado en sutiles
conceptos No-Q que reconocían tales limitaciones, no hizo absolutamente nada para
evitar su caída.

Y cuando sus piernas se doblaban de la forma más intrigante para penetrar en su
pecho, Insseyn descubrió que estaba dejando de existir.

CAPÍTULO UNO

Examina un hormiguero. ¡Cuánta actividad irracional! Ahora, contempla un glaciar:
tranquilo, indomable, libre de engramas. ¡Ahí, resumida al máximo, está la diferencia
esencial entre el pensamiento Q y el pensamiento No-Q!
(Hubbard, Principios de diurética).

De repente se encontró tendido junto a un solitario arbusto situado en el centro de un
vasto paisaje con un claro déficit descriptivo. Los recuerdos de Fanny Perenne se
agolparon en su memoria, imágenes de amor apasionado, divorcio y un nuevo
matrimonio…, y en esa misma hora Insseyn comprendió que aquellos recuerdos debían
ser estructuras artificiales grabadas en su cerebro por los enemigos de Insseyn,
probablemente por Jones o por Smith. De repente tensó su cuerpo y pasó a utilizar la
aceleración cognitiva del pensamiento No-Q. ¡Jones! ¡Smith! ¿Dónde había oído antes
aquellos nombres tan obviamente extraterrestres?

Con una oleada de abatimiento comprendió que jamás había oído aquellos nombres.
Eso sólo podía significar que en algún lugar una mente oculta, parecida a un inmenso
jugador de Parchís, estaba manipulando en secreto todos y cada uno de sus
movimientos. Otro misterio que debería ser resuelto a su debido tiempo…, o no, quién
sabía.

El arbusto irradiaba pensamientos No-Q. El hecho de que hiciera eso casi parecía un
argumento en favor del quintaesencialismo, una paradoja que le causó una intensa
turbación a Insseyn. La única solución era que detrás del arbusto había alguien oculto, y
que era ese alguien quien estaba pensando. Ese salto lógico le espoleó y le hizo pasar a
una decidida acción Q: pateó salvajemente el pequeño arbusto, abriéndose paso por él,
se quitó las espúreas espinas quintaesenciales de la ropa y, tras haberlo contemplado
durante unos cuantos minutos de asombro y perplejidad, ¡comprendió dónde estaba!
Aquella zona herbosa era en realidad el inmenso páramo que rodeaba a… ¡la Máquina
Robinson! La Máquina ofrecía un espectáculo impresionante: su gigantesca masa tenía
cincuenta kilómetros de alto y sobre ella centelleaban los arcos voltaicos, las lentejuelas y
la purpurina.

¡La Máquina cuya complicada tecnología tipo Babbage manejaba cada día más de
97.000 millones de solicitudes para entrar a trabajar en el Funcionariado y el Servicio de
Contabilidad! ¡La Máquina que distribuía automáticamente más de 22 premios de lotería
cada mes! ¡La Máquina que ningún hombre podía entender dado que se había diseñado a
sí misma y luego se había autoconstruido siguiendo sus propias especificaciones! ¡La
máquina sin la cual toda la lógica del argumento se desplomaría irremisiblemente! Todas
esas máquinas y muchas más estaban delante de Insseyn, pero la que atrajo su atención
con la fuerza irresistible de un electroimán industrial de muchísimos gigavatios enfocado
sobre un indefenso pedazo de papel fue la Máquina Robinson.
La solución a todos los misterios que llenaban su mente sin dejar sitio para nada más
tenía que encontrarse aquí, si es que estaba en algún sitio. Insseyn avanzó
confiadamente hacia delante, meditando sobre aquella conspiración de alcance universal
que pretendía matarle tantas veces como le fuera posible… y se dejó caer de bruces al
suelo cuando las implicaciones de todo aquello se abrieron paso noquintaesencialmente
por su cavernosa mente.

No tenía que correr riesgos. Giró sobre sí mismo y se arrastró de vuelta al arbusto. En
ese mismo instante tres divisiones armadas de la Policía Estatal pasaron sobre él,
pisoteándolo. Insseyn volvió a girar, sin tomarse ni tan siquiera el tiempo preciso para una
pausa vascular-gonádica, y se lanzó por una puerta hacia el corazón secreto de…
¡LA MÁQUINA ROBINSON!

-Eres Filbert Insseyn -dijo la tranquila voz sintética de la Máquina, producida mediante
tubos de órgano y cables que vibraban. Grandes engranajes hechos con madera de balsa
giraban alrededor de Insseyn-. Por favor, mete un crédito en la ranura.
Insseyn hizo lo que le ordenaba la Máquina que todo lo sabia, y un instante después, al
tirar de la gran palanca situada a un lado de la consola, vio cómo las ruedas giraban
dentro de ella y la inmensa importancia de lo que ésta había dicho le golpeó con una
fuerza que hizo temblar su estómago.

¡La Máquina sabía quién era!

-Silencio -dijo la voz, y la pregunta de Insseyn murió en sus labios-. ¡Hay un Insertador
enfocado hacia mis entrañas, y, alterando las tensiones de los cables utilizados en mis
funciones básicas de computación, una facción carente de escrúpulos está manipulando
los exámenes de entrada en el cuerpo de auxiliares administrativos suplentes, con lo cual
domina el Gobierno Imperial!

-¿Puedes revelarme la verdad sobre mí mismo? -interrumpió Insseyn con voz febril-.
Dime por qué parezco ser un peón en un juego de ruleta cósmica… Dime por qué no paro
de pensar que en realidad soy Fanny Perenne… ¡Dímelo todo! -Las fuentes de
información de la Máquina carecían de igual, gracias a su red planetaria del servicio de
consultorios Hable con Tía Problemas.

-Sí, puedo responderte a todas esas preguntas. Pero antes… -En ese mismo instante
cien galones de melaza cayeron sobre el altavoz y lo atascaron. El Insertador estaba
funcionando. Insseyn se debatió pegajosamente para llegar al siguiente cubículo,
dificultado por las pausas sacarosocarbohidráticas que se veía obligado a efectuar. El
altavoz del cubículo contiguo dijo:

-Tu auténtico nombre es glmmmmpppfff…

-Debes destruir el Insertador y dirigir la revolución hacia la victoria mediante el ¡brrrrp! –
dijo un tercer altavoz. Un cuarto altavoz sólo pudo emitir las palabras: «Los poderes de
tus vísceras suplementarias…» antes de que el entorno de melaza que ahora rodeaba
totalmente a Insseyn le hiciera caer en una pausa vascular-gonádica tan prolongada que
se parecía a la muerte, y que acabó convirtiéndose justo en eso.
Pero en ese último y eterno instante de negrura, Insseyn lo recordó…

¡Todo!

CAPÍTULO UNO

¡Al cuerno la lógica!
(atribuido a Sócrates)

Las arenas rojizas, las lunas que cruzaban velozmente el cielo y los canales
desbordantes le recordaron algo a Insseyn, pero tal era el impacto de ser nuevamente
consciente de sí mismo que no logró asimilar ese algo. La sacudida de la transición desde
el sitio donde había estado al sitio donde estaba, fueran cuales fuesen esos sitios, había
resultado excesiva, y además odiaba la melaza. Ahora recordaba que lo había recordado
todo y que, en aquel último y cataclísmico instante, había comprendido la verdad sobre sí
mismo. Rebuscó en su mente para encontrar aquella información vital, y ya estaba
aproximándose a su huidiza inexistencia cuando…

De repente, antes de que pudiera saber lo que ocurría, ocurrió algo. Su consciencia se
hundió en la nada y el olvido con el mismo impacto de un millar de canicas perdidas
cayendo sobre un suelo de acero. Alguien acaba de dejarme sin sentido, pensó, lleno de
penetrante claridad No-Q hasta el final…

Insseyn despertó para encontrarse en plena pesadilla. Estaba inmovilizado, atado y
amordazado, indefenso y aferrado en la garra diagnóstica de un gigantesco robo médico
último modelo.

-Un hombre de humores sanguinarios pero un tanto melancólicos -diagnosticó la
máquina-. Problemas con la evacuación. Que traigan el azufre y las sanguijuelas.

Y también había otras voces; le bastó escuchar un poco para estar seguro de ello.

-Fijate en esas lecturas. Compara el estómago y las medidas de la parte interior del
muslo…

-El mayor promedio BIL que me he encontrado nunca. Smith, no debemos permitir que
este hombre llegue a saber nunca hasta dónde llegan sus enormes poderes potenciales.
Oops, puede oírnos.

-Oye, Jones, ¿por qué no le matamos ahora mismo? Al menos, ¿por qué no le
ponemos una venda y le amordazamos?

-Una sugerencia muy interesante, Z, pero esta tarde tengo que asolar y saquear
106.000 millones de sistemas estelares. Dale algo que le aturda y déjale suelto. Podemos
capturarle cuando nos venga en gana.

-Sí, Emperador. Pero, Fanny, si descubre quién es realmente…

Y todo se oscureció, igual que si tres millones de litros de tinta de imprenta cayeran
sobre Insseyn desde un cielo sin sol.

CAPÍTULO UNO

Esta frase no verbo.
(Hofstadter)

Despertó para descubrir que sus ojos estaban cerrados. Después de haber utilizado la
acción No-Q adecuada, volvió a ver las ruborosas arenas y los rebaños de thoats. Una
áspera voz metálica brotó de un agujero cercano:

-¡Noticiario! ¡Aviso! ¡Filbert Insseyn, el hombre más peligroso del sistema solar, anda
suelto por Marte!

Marte, comprendió Insseyn. Estaba en Marte. La idea quedó ahogada por una
creciente marea de asombro a medida que su conciencia No-Q atacaba los niveles
ocultos de aquella frase tan sencilla…

¡Ellos sabían dónde estaba!

Acabó decidiendo que investigaría aquel agujero con más cautela, y se estrelló de
cabeza en el fondo con un impacto que le dejó sin aliento, un gesto que demostraba la
típica claridad mental No-Q. Ante él vio a una mujer que estaba escuchando el
telefonógrafo. Sólo podía hacer una cosa.

-Hola -dijo, sacando quince metros de cuerda de su bolsillo.

-Hola, qué amable ha sido al venir, mmmmf -dijo ella sorprendida, mientras Insseyn la
ataba y amordazaba.

-Lo siento, pero tengo que hacerlo -le explicó Insseyn. Se apartó de ella, se cayó, y
descubrió que tenía los pies atados. Con una mesurada calma permitió que las
implicaciones de aquello fueran permeando su conciencia. ¡Alguien le estaba atando y
amordazando! A continuación hubo una breve lucha que Insseyn resolvió con cegadora
indecisión cayéndose y aplastando a su atacante bajo su potente vientre. Pocos seres
humanos carentes de entrenamiento comprenden cuán letales luchadores pueden llegar a
ser los graduados No-Q, gracias a su habilidad para cortar todas las conexiones con los
centros cerebrales de las Reglas del Juego Limpio.

-Quiero información -dijo secamente Insseyn, mientras ataba y amordazaba al hombre.
No obtuvo respuesta alguna. Pensando a toda velocidad, Insseyn desató a la mujer y le
quitó la mordaza. Después, decidiendo que no era momento para ser compasivo, volvió a
atarla pero no la amordazó-. ¡Información!

-Mi nombre es Cordelia Brown, y éste es mi esposo Jake, y somos unos colonos
marcianos sencillos y corrientes que no tenemos nada que ver con el proyecto para sacar
a la Tierra de su órbita y, sobre todo, no sabemos nada sobre los planes de invasión de
Eric el Pelirrojo, Emperador Del Universo Y Cuanto Lo Rodea, y tampoco tenemos nada
que ver con los planes para exponenciar a Filbert Insseyn, quien percibo que es usted
mismo, y, además, lo ignoramos todo sobre…

Insseyn volvió a ponerle la mordaza. Estaba claro que no iba a conseguir nada de ella.
En ese instante las palabras de la mujer penetraron las múltiples capas de su
conciencia. Un terremoto de comprensión le azotó igual que la descarga producida por un
generador de mil millones de voltios…

¡Aquella mujer sabía quién era!

Le quitó la mordaza a Brown y después volvió a amordazarle, esta vez con una
mordaza flexible especial que permitía hablar a la víctima. Brown mostró tener ganas de
cooperar.

-Desáteme y le contaré cómo utilizar sus poderes ocultos.

Insseyn, repentinamente suspicaz, puso en marcha el detector de mentiras, que en el
año 10000 D.C. se había convertido en un artículo doméstico de uso común.

-Dime si este hombre miente.

-Sí… Bueno, más o menos.

-¿Cómo?

-El sujeto cree que es Filbert Insseyn cuando en realidad es…

Insseyn desconectó el aparato, realizó una versión especial de la pausa vasculargonádica
en la que era preciso contar muy lentamente hasta diez y colocó el cono de la
máquina apuntando hacia Brown.

-Dime si este hombre miente.

El detector guardó silencio. El cerebro de Insseyn rugió a toda velocidad. ¡O Brown
estaba muerto, o su mente era tan intrincada que la máquina no podía analizarla! En unos
pocos minutos hipotetizó una tercera posibilidad y actuó rápidamente, volviendo a
conectar el detector.

-En el nombre de Vogt, ¿está mintiendo?

-No.

Satisfecho, Insseyn desconectó el detector por última vez mientras Brown seguía sin
mentir y, de hecho, sin abrir la boca. Con otro rapido movimiento los desató a los dos y le
quitó la mordaza a Cordelia. Pero no había olvidado las pautas del pensamiento No-Q:

-¿De qué lado estás? -preguntó secamente.

-Del tuyo.

-¿Y qué lado es ése?

-Vaya, ¿no lo sabes? -inquirió Cornelia-. En realidad eres…

Brown se apresuró a atarla y amordazaría.

-No hay tiempo que perder -le dijo a Insseyn-. Tenemos que reunirnos inmediatamente
con el doctor Spok.

-¿Puede liberar mis potentes poderes secretos?

-Sí.

Insseyn se dio la vuelta, dispuesto a partir, e instantáneamente el traicionero Brown
saltó sobre él, le ató y le amordazó.

-No te he mentido, Insseyn -dijo mientras introducía las dos siluetas atadas y
amordazadas en un aerovehículo-. Pero jamás habrías permitido que el doctor Spok te
adiestrara en el uso de tus poderes en cuanto te hubiera revelado que en realidad él es…
¡Z!

Mientras las potentes hélices les transportaban por aquel cielo carente de aire, el
aerovehículo se dirigió a Insseyn en un susurro:

-Soy un agente de la Máquina.

-Bien -dijo Insseyn-, quizá tú puedas responder a esta pregunta. -Hizo una breve pausa
para integrar sus tendones con sus gónadas y aspirar una honda bocanada de aire antes
de seguir hablando. El comprender que todavía estaba amordazado le dejó sin habla.

-Puedo responder a cualquier pregunta que desees hacerme. Aprisa, sólo tienes unos
pocos segundos.

Hubo una pausa. Por una vez, no era una pausa vascular-gonádica No-Q, sino una
pausa de lo más corriente.

-Bueno, pues te daré un consejo. ¡No se te ocurra entrenar tus vísceras suplementarias
en ningún sitio que no sea el Instituto No-Q para los Mentalmente Hiperactivos! Y evita al
hombre que se hace llamar… ¡Z!

Después, la voz quedó callada, pero por lo demás todo continuó igual que antes.
El viaje prosiguió durante horas, como Insseyn no tardó en comprender. Cuando
empezaron el frenado para aterrizar, el vibrante rugido de los inmensos retrocohetes
repletos de helio le retorció cruelmente las tripas. Su estoicismo intestinal trepó hacia su
garganta, y sólo volvió a quedarse más o menos quieto, y no de muy buena gana, cuando
el aerovehiculo acabó deteniéndose. Una comprensión repentina y penetrante le desgarró
igual que un soplete atómico de diez megavatios.

¡Habían llegado!

CAPÍTULO UNO

Un eminente católico ortodoxo dejó bien claro que un confesor puede acariciar los
pechos de una monja siempre que lo haga sin ninguna intención pecaminosa.
(Russell)

Una vez en la vasta caverna de Z, los tres fueron obligados a bajar del vehículo. Brown
fue atado y amordazado, Cordelia desatada y desamordazada, y a Insseyn le dejaron en
libertad condicional. Insseyn escapó inmediatamente al desierto. De repente se dio cuenta
de que no se había traído ningún bocadillo y volvió a la caverna con el sigilo fruto de un
largo entrenamiento, y fue inmediatamente capturado y esposado a una silla eléctrica
dentro de un laboratorio subterráneo. Jones, que estaba abriendo cartas con su Insertador
de bolsillo, le sonrió, e inmediatamente se lo llevaron, atado y amordazado.
Z, que iba cubierto con una misteriosa máscara y se desplazaba en silla de ruedas,
empezó a enfocar una batería de aparatos energéticos tras otra sobre Insseyn, mientras
Smith, misteriosisimo al carecer de todo rasgo como personaje, le obligaba a tragar una
enorme dosis de jarabe de higos. Una nueva y extraña potencia invadió las vísceras
suplementarias de Insseyn.

-No te preocupes, estoy de tu lado -le murmuró Smith al oído. Después de integrar esa
frase en su área cerebral de datos conocidos, Insseyn realizó una velocísima secuencia
de saltos lógicos No-Q para llegar a la comprensión de que no entendía absolutamente
nada de nada.

-¿Qué lado?

-No hay lados. Todos estamos metidos en el mismo barco. -¡Aquella frase de código
cargada semánticamente sólo podía significar que Smith era un No-Q clandestino, uno
más de las docenas que se habían apuntado al mismo curso por correspondencia de
Insseyn! Aquello clarificaba la situación.

¿O no? De repente Insseyn se galvanizó. Cuando Z desconectó la silla eléctrica, el
curso de sus pensamientos se vio nuevamente interrumpido por la entrada de Brown, que
fue atado y amordazado por Smith…, el cual encendió un puro en el Insertador más
cercano y le sonrió enigmáticamente.

-Concéntrate en estos dos bloques de madera -rechinó Z con voz metálica-. Ejerce el
poder mutante contenido en esas vísceras tuyas. -Insseyn obedeció y, casi
instantáneamente, no pasó nada-. ¡Esfuérzate más! ¡Éste no es trabajo para estómagos
débiles, Insseyn!

Sabe quién soy, logró pensar Insseyn mientras se esforzaba por utilizar sus poderes
latentes y mover los cubos. Invocó la Ley de Extemporización que gobernaba los flujos
energéticos del universo, se concentró, y aplicó una extemporización de veinte decimales.
Inmediatamente sus más poderosos retortijones fueron lanzados hacia los bloques, los
cuales siguieron totalmente inmóviles, mientras que la silla, las esposas y el mismo
Insseyn eran teleportados seis metros hacia arriba.

Mientras se estrellaba contra el suelo, sintió el impacto de la lenta y perfectamente
resistible marea de una comprensión que se iba haciendo gradualmente más clara.
¡Había funcionado!

Después de una semana de entrenamiento, Insseyn era un irresistible superhombre
No-Q, capaz de extemporizarse a sí mismo mediante movimientos de tripas extrafísicos a
cualquier punto del espacio que hubiera «memorizado» previamente. Su nuevo dominio
de la extemporización podía retorcer la textura del mismísimo argumento, permitiendo que
las transiciones se realizaran a una velocidad millones de veces superior a la de la lógica.
Y, en aquella etapa de las cosas, una sospecha empezó a invadir su ser, una sospecha
que le heló las entrañas igual que un rebaño de osos polares en estampida.

-¿Por qué? -le preguntó a Z-. ¿Por qué me das este entrenamiento si eres mi enemigo?

-Ajá -explicó Z, y estaba a punto de seguir hablando cuando Brown entró corriendo por
la puerta, le ató y le amordazó.

-¡Tenemos que escapar antes de que sea demasiado tarde! -le aclaró Brown-. No te
preocupes, ahora estoy de tu lado. Hay más de tres lados, ¿entiendes? -Mientras la silla a
la cual estaba esposado era llevada a lo largo de interminables pasillos por el enigmático
Brown, Insseyn vio sucesivamente a Jones, Smith, Cordelia, Fanny, el Emperador
Galáctico y una figura que parecía ser el mismo Insseyn…, todos ellos atados y también,
para gran asombro suyo, amordazados.

¡De repente se dio cuenta de que podía escapar a las esposas! Había «memorizado»
un trozo de suelo cercano al Insertador secreto de Z con la intención de ofrecerle una
pequeña demostración privada a sus amistades…, pero ahora tenía un uso mejor para él.
Una vez más, sus poderosas vísceras palpitaron, cargándose de energía, y un flujo de
energía extemporizadora quedó tendido entre aquel trozo de suelo y el mismo Insseyn.
Un enorme fragmento de suelo se materializó en el aire por encima de ellos y se
desplomó. Por suerte, la fuerza del golpe quedó absorbida por la cabeza de Brown.
Insseyn sólo necesitó unos segundos para liberarse de sus esposas y dejar bien atado al
traidor. Después, con un estallido de comprensión trascendental tan potente como una
nova, se dio cuenta de que Brown sabía…

Esta mordaza ya da asco, pensó, y en vez de utilizarla amordazó a Brown con un
pañuelo.

Una vez más, la potencia interior de Insseyn empezó a latir y se materializó con un
eructo triunfante en su objetivo…, ¡el Insertador!

Gracias a haber observado a Z sabía que uno de sus dispositivos daba pastel de frutas,
y otro ajuste de los diales haría que funcionara igual que un convertidor Bessemer portátil.
Antes de que Insseyn pudiera seguir experimentando, el interior del extraño mecanismo
empezó a emitir chasquidos y escupió una tarjeta llena de agujeritos. Insseyn la examinó
cautelosamente después de nada menos que tres pausas vasculares-gonádicas.
Pesa usted 105 kilos con 300 gramos. Un Insertador posee una cualidad fascinante. No
importa cuál sea el ajuste aparente de sus controles, su funcionamiento depende
totalmente de los caprichos del autor. Si ha seguido leyendo hasta aquí, ahora se
encuentra atrapado en el final más insultantemente insatisfactorio jamás inventado por
individuo alguno.

Ni todos los reflejos No-Q de Insseyn juntos fueron capaces de impedir que leyera
aquella última, irresistible e hipnótica palabra que predecía el desastre para cualquier otro
intento de averiguar cuál era su propia identidad:

FIN.

PRÓLOGO

A un kilómetro de distancia, una nave alienígena que medía cien años luz de longitud
se puso en movimiento al haber completado sus tareas de observación. En su interior, los
pensamientos inhumanos yacían apilados por todas partes en montones humeantes.
Algo hemos aprendido. Ni tan siquiera dos secuelas conseguirán hacer que la historia
de Insseyn tenga el más mínimo sentido. Ciertamente, éste es el argumento que
gobernará el sevagram.

2 comentarios

  • ericz julio 21, 2007en2:24 pm

    Yo voté 20 veces para que lo leas; lo tengo en esa misma edición.
    No lo digo con ánimo de asentir-, coincido en toda tu opinión.
    Me acuerdo que lo compré porque había leído uno de guerras galácticas bastante entretenido.
    ¿Es posible apasionarse por la sf después de la pubertad?

  • Palimp julio 21, 2007en7:48 pm

    Yo creo que sí, pero creo que porque soy un adolescente perpetuo. El caso es que he estado pensando y he acabado por encontrarle la virtud a este libro. Mucho antes de series como Perdidos o Héroes ya sabía mantener la atención con misterios inexplicables que nunca se acaban de explicar.

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