Adelbert von Chamisso. La maravillosa historia de Peter Schlemihl.

octubre 23, 2018

Adelbert von Chamisso, La maravillosa historia de Peter Schlemihl
Nordica, 2009. 174 páginas.
Tit. or. Peter Schlemihls wundersame geschischte. Trad. Ulrike Michael-Valdés y Hernán Valdés.

El protagonista de la historia conoce en una fiesta a un hombre singular con un bolsillo del que parece sacar cualquier cosa, desde una alfombra a unos caballos. Le propone un trato: su sombra a cambio de una bolsa de la que siempre salen monedas de oro, y el pobre acepta. Sin saber que carecer de sombra sólo iba a causarle problemas.

Un cuento de hadas clásico, bellamente ilustrado por Agustín Comotto y que sorprende por su ingenuidad. Es un mundo en el que carecer de sombra es un desprestigio que no puede paliar disponer de todo el dinero del mundo. Si Peter viviera en nuestros tiempos pasaría completamente desapercibido. Doscientos años no pasan en balde.

La historia es muy entretenida, y las enseñanzas claras ¿Seguirán leyendo los jóvenes estos libros? ¿Servirá de algo?

Recomendable.

—¡Vaya, mi buen amigo! ¿No le basta a usted con su propia sombra? Esto me da la impresión de ser un comercio de rarísima índole.
De inmediato, él replicó:
—Tengo en mi bolsillo varias cosas que al señor no le parecerán carentes de valor. El precio más alto me parecería exiguo por esta inapreciable sombra.
Volví a sentir un escalofrío al acordarme de nuevo de su bolsillo, y no entendí cómo pude haberle llamado buen amigo. Intentando controlarme, con una cortesía extrema, tomé de nuevo la palabra:
—Pero mi buen señor, perdone usted a su más humilde servidor: creo no entender bien lo que usted ha querido decir. ¿Cómo podría yo darle mi sombra…?
Me interrumpió:
—Yo solo pido su permiso para recoger y guardar aquí mismo esta noble sombra. Cómo he de hacer esto es asunto mío. Pero en muestra de mi gratitud hacia usted, le dejaré escoger entre todas las riquezas que llevo en mi bolsillo: la mandragora, la varita encantada, las fichas mágicas, el
paño del paje de Roland, el hombrecillo ahorcado a cualquier precio… Pero nada de esto le gustará a usted: sería mejor el sombrerito de los deseos de Fortunato, recién restaurado y como nuevo, o si no una bolsita de la fortuna como la que él tuvo.
—¡La bolsita de la suerte de Fortunato! —le interrumpí, pues con estas palabras, a pesar de mi espanto, había arrebatado mi razón.
Sentí vértigos y percibí ante mis ojos un deslumbramiento de dobles ducados.
—El señor tenga la bondad de echar un vistazo a esta bolsita y ponerla a prueba.
Metió la mano en su bolsillo y extrajo una bolsa de mediano tamaño, de sólido cordobán muy bien cosido, cerrada con dos firmes cordones igualmente de cuero. Metí la mano en ella y saqué diez monedas de oro, y diez más, y diez más, y diez más; le tendí la mano rápidamente.
—Trato hecho. Mi sombra es suya a cambio de la bolsa.

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