Trevanian. Shibumi.

octubre 14, 2020

Trevanian, Shibumi

Hay entrada en wikipedia: Shibumi, de donde copio lo siguiente:

Es un libro que se plantea paralelamente en dos épocas diferentes de la vida del protagonista, Nicholai Hel, su infancia y el presente narrativo de la obra. La infancia muestra la formación del protagonista en sus diversas aficiones, profesión, ideologías, relaciones personales y culturales,…se trata de una descripción minuciosa de su personalidad; mientras esta época avanza se relatan situaciones que están ocurriendo en la actualidad (no hay que olvidar que la primera publicación del libro es de 1979) hasta que la infancia llega al presente.
Nicholai Hel es un asesino, nacido en Shanghái en 1930 y criado en una forma cosmopolita por su madre, un miembro depuesto de la aristocracia rusa, y un general en el ejército imperial japonés que se ha acantonado en la mansión de Nicholai. Con el general, Hel se introduce en el concepto de shibumi y el juego Go, finalmente es enviado a Japón, donde entrena bajo un famoso maestro del juego y se convierte a «la cultura japonesa».

La verdad es que el libro, por un lado, es infumable. Estilo superventas, historias tremebundas que no hay por dónde cogerlas, machista hasta el tuétano… pero por otro lado de tan exageradas que son las cosas te hacen gracia. Como estas películas que de tan malas resultan buenas. Reparte estopa a los servicios de inteligencia, a todas las nacionalidades menos a la japonesa, hay sexo sin venir a cuento… e incluso elogios a la cultura vasca y hasta a la ‘ETA 6’. Si lo lee uno del PP le da un siroco.

Reconozco que entretenerme, me he entretenido. Pero raro será que lea otro libro del autor y mucho menos de la saga de este asesino capaz de matarte con una carta, de llevarte al orgasmo casi con la mente y de hacer espeleología acompañado de un vasco malhablado antifascista.

Aquí una reseña: Shibum y aquí todo un estudio: Shibum

Se deja leer.

Junto a los artefactos convencionales, revólveres y boquillas de gas nervioso, figuran armas tan extrañas como un peine de bolsillo, una pajita para sorber, una hoja de papel plegado, una llave, una bombilla eléctrica… ¡Este sujeto te estrangularía con tus propios calzoncillos si no tuvieras cuidado!

—Sí —dijo Diamond—. Es a causa de su entrenamiento en Naked-Kill. Se ha calculado que, para Nicholai Hel, una habitación occidental corriente contiene casi doscientas armas mortales.

Starr sacudió la cabeza y sorbió ruidosamente sus dientes.

—Suprimir a un tío como éste sería más duro que intentar endurecer una uña con mocos.


Con Hana y Nicholai, el juego preliminar al acto era tanto mental como físico. Ambos habían alcanzado el nivel IV en el juego del amor, ella en virtud de su excelente entrenamiento, y él, a causa del control mental que había aprendido a tener desde su adolescencia, y su don del sentido de proximidad, que le permitía darse cuenta de las sensaciones de su compañera y saber precisamente en qué momento estaba ella en relación a las contracciones del orgasmo. El juego consistía en hacer que el otro llegara primero al orgasmo, y se jugaba sin restricción de trucos o técnicas. Para el ganador quedaba la delicia de la navaja, un estremecedor y profundo masaje relajante, en el que la piel de los brazos, las piernas, el pecho, la espalda, el estómago y el pubis, se roza ligeramente con una navaja muy afilada. La delicia de cosquilleo, y el miedo que lo acompaña de un desliz, se combinan para obligar a la persona que recibe el masaje a relajarse por completo como única alternativa a la insoportable tensión y placer. Típicamente, la delicia de la navaja se inicia por las extremidades, enviando ondas de estremecimiento interior a medida que la navaja se acerca a las zonas erógenas, cuyo ardor se inflama a causa del placer recibido y la sombra del miedo. Hay unas sutilezas técnicas cuando la navaja llega a estas zonas, peligrosas para ser descritas. La delicia de la navaja culmina en un rápido acto de amor sexual oral.


El objetivo del juego era provocar el orgasmo al otro antes que uno mismo, y se desarrollaba mejor cuando llovía.

Con el tiempo, Hel abandonó el sexo kikashi por ser demasiado exigente, y también porque era una experiencia solitaria y egoísta, que carecía del afecto y las caricias posteriores al acto que adornan lo mejor de la relación amorosa.

Hana cerraba los ojos apretándolos con fuerza, con los labios tensos sobre los dientes. Intentaba escapar de la posición envolvente en que Hel la tenía presa, pero él no la soltaba.

—Creía que estábamos de acuerdo en que tú no podías hacer eso —reclamó ella.

—Yo no he hecho ningún acuerdo.

—Oh, Nikko… no puedo… ¡No puedo aguantar más! ¡Maldito seas!

Arqueó la espalda, emitiendo un gruñido de esfuerzo final para evitar el orgasmo.

Su deleite contagió a Hel, que aflojó su control para permitirse el orgasmo justamente después que ella. De repente, su sentido de proximidad sonó la alarma. ¡Ella estaba fingiendo! El aura de Hana no danzaba, como sería corriente, en el orgasmo. Hel intentó proteger su mente y detener su orgasmo, pero ya era demasiado tarde. Había superado la frontera del control.

—¡Diablillo! —gritó durante la culminación.


—Veamos otro caso —continuó Diamond—. Ha prestado servicios sin cobrar a ETA-6, la organización terrorista vasca. A su vez, ellos protegen a Hel y su castillo de las montañas, protección que hay que decir es muy efectiva. Sabemos de tres incidentes de hombres que se dirigieron a las montañas buscando venganza a alguna actividad de Hel, y en cada uno de los casos esos hombres simplemente han desaparecido. De vez en cuando, Hel acepta un trabajo sin otra razón que su repugnancia por las acciones de algún grupo terrorista. No hace mucho aceptó uno del Gobierno de Alemania Federal. Transmite ése, Llewellyn.


—¿Sabes una cosa, Nikko? He estado dedicando a un gran problema el beneficio de mi mente penetrante e iluminadora. —Le Cagot se sirvió una buena ración de Izarra en la copita metálica del frasco. Después de permanecer solo durante dos días en la cueva oscura, la personalidad de Le Cagot estaba hambrienta de una conversación que, para él, consistía en monólogos dirigidos a un público apreciativo—. Y esto es lo que he estado pensando, Nikko. He decidido que todos los espeleólogos están locos, excepto, naturalmente, los espeleólogos vascos, en los que, lo que en otros es locura, en ellos es una manifestación de valentía y de sed por la aventura. ¿Estás de acuerdo?

Hel gruñó a medias mientras caía en una especie de coma-sueño que parecía reblandecer la losa de piedra que tenía debajo.

—Pero, tú protestas, ¿es justo decir que el explorador subterráneo está más loco que el escalador? ¡Lo es!, y ¿por qué? Porque el espeleólogo se enfrenta con una fricción más peligrosa. El escalador arrastra únicamente las fricciones de su cuerpo y de su fuerza. Pero el espeleólogo se enfrenta con las erosiones de los nervios y los temores primitivos. La bestia primitiva que mora en lo más íntimo del hombre tiene ciertos temores, más allá de la lógica, más allá de la inteligencia. Teme a la oscuridad. Teme hallarse bajo el suelo, ese lugar que él siempre ha llamado la morada de las fuerzas malignas. Teme estar solo. Teme quedarse atrapado. Teme el agua, de la que, en tiempos antiguos, él salió para convertirse en hombre. Sus pesadillas más primitivas le hacen caer en la oscuridad, o errar perdido por laberintos de un caos desconocido. Y el espeleólogo, en su locura, escoge voluntariamente enfrentarse con estas condiciones de pesadilla. Por esto está más loco que el escalador, porque lo que arriesga en cada momento es su propia cordura. En esto he estado pensando, Nikko… ¿Nikko? ¿Nikko? Vaya, ¿estás durmiendo mientras te hablo? ¡Bastardo perezoso! ¡Juro por las pérfidas pelotas de Judas que no existe un hombre entre mil que se atreva a dormirse mientras le estoy hablando! ¡Insultas al poeta que hay en mí! Es como cerrar los ojos ante la puesta de sol, o taparte los oídos cuando suena una melodía vasca. ¿Sabes una cosa, Nikko? ¿Nikko? ¿Estás muerto? Contesta sí o no. Muy bien, para castigarte voy a beberme tu ración de Izarra.

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