Terry Pratchett. Pies de Barro.

agosto 6, 2007

Plaza y Janés, 2006. 363 páginas.
Tit. Or. Feet of Clay. Trad. Javier Calvo Perales.

Terry Pratchett, Pies de Barro
El valor de la dignidad

Dada mi proverbial tacañería no compro nunca los libros de Pratchett nuevos, pero gracias a mi amigo Mezkal puedo leerlos enseguida. En cuanto acaba con ellos se los secuestro. A éste le tenía ganas, ya que los protagonistas son la guardia de Ankh Morpork, mis preferidos.

Las cosas están revueltas en la ciudad. Alguien está asesinando a inofensivos ancianos, aparentemente sin motivo. Lo impensable está sucediendo: alguien está intentando envenenar al Patricio y, si éste muere, ¿quién gobernará la ciudad? Para terminar de arreglar las cosas los golems parecen un poco extraños ultimamente… El comandante Vimes deberá encontrar respuesta a estos misterios y soportar la afrenta de no poder disponer de un escudo de armas.

Todas las novelas de Pratchett giran en torno a alguna idea o género. En este caso se parodian las novelas de detectives incluyendo El nombre de la rosa de Umberto Eco. Pero la historia no se queda ahí; el libro es un profundo alegato a favor de la libertad y la dignidad humana y el final -que no desvelaré- uno de los más vibrantes de la saga del MundoDisco.

Pratchett tiene sus altibajos, pero éste es uno de sus mejores momentos. Muy recomendable y ¡Viva la república!

Escuchando: Na,na,na,na,naa. Kaiser Chief.


Extracto:[-]
Aquella sala también estaba llena de libros. Esa fue la primera impresión: la de acumulación rancia y opresiva de libros.

El difunto padre Tubelcek estaba despatarrado sobre una capa de libros caídos. No había duda de que estaba muerto. Nadie podría sangrar tanto y seguir vivo. O sobrevivir tanto tiempo con la cabeza como una pelota de fútbol desinflada. Alguien tenía que haberle golpeado con un mazo.

—Vino una anciana corriendo y gritando —dijo el agente Visita, haciendo el saludo—. Así que entré y lo encontré todo así, señor.

—¿Exactamente así, agente Visita?

—Sí, señor. Y me llamo Visita-Al-Infiel-Con-Panfletos-Ex-plicativos, señor.

—¿Quién era la anciana?

—Dice que es la señora Kanacki, señor. Dice que siempre le traía la comida. Que siempre se lo hacía todo.

—¿Que se lo hacía todo?

—Ya sabe, señor. Limpiar y barrer.

Había, en efecto, una bandeja en el suelo, además de un cuenco roto y unas cuantas gachas derramadas. La señora que le hacía todo al anciano se había quedado horrorizada al descubrir que alguien más le había hecho algo antes.

—¿Y ella lo ha tocado? —preguntó.

—Dice que no, señor.

Lo cual quería decir que el sacerdote había conseguido de alguna forma tener la muerte más pulcra que Vimes había visto nunca. Tenía las manos cruzadas sobre el pecho. Le habían cerrado los ojos.

Y le habían metido algo en la boca. Parecía un trozo de papel enrollado. Daba al cadáver un aspecto desconcertantemen-te desenfadado, como si hubiera decidido fumarse un último cigarrillo después de morirse.

Vimes cogió con cautela el pequeño pergamino y lo desenrolló. Estaba cubierto de unos símbolos meticulosamente escritos pero desconocidos para él. Lo que los hacía particularmente dignos de mención era el hecho de que su autor había usado al parecer el único líquido que había en cantidades enormes por todo el lugar.

—Ees —dijo Vimes—. Está escrito con sangre. ¿Estos símbolos le dicen algo a alguien?*

—¡Sí, señor!

Vimes puso los ojos en blanco.

—¿Sí, agente Visita?

—Visita-Al-Infiel-Con-Panfletos-Explicativos, señor —dijo el agente Visita con cara dolida.

—«Al-Infiel-Con-Panfletos-Explicativos.»::» Estaba a punto de decirlo, agente —dijo Vimes—. ¿Y bien?

—Es una antigua caligrafía klatchiana —dijo el agente Visita—. De una de las tribus del desierto llamada los cenotinos, señor. Tenían una sofisticada pero fundamentalmente equivocada…

* El agente Visita era omniano, y el método tradicional de evangelizaron de su país era someter a los descreídos a torturas y pasarlos por la espada, en la actualidad las cosas se habían vuelto mucho más civilizadas, pero los onmianos todavía hacían gala de una tenaz e infatigable voluntad de difundir la Palabra, y lo único que había cambiado era la naturaleza de las armas. El agente Visita pasaba sus días libres en compañía de su correligionario Golpea-Al-Descreído-Con-Astutos-Argumentos, llamando a los timbres y naciendo que por toda la ciudad la gente se escondiera detrás de los muebles.

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