Talentura, 2012. 140 páginas. Colección de microrrelatos agrupados en dos categorías: ‘Mundos posibles. Mundos improbables’ y ‘Mundos de ensueño. Mundos de pesadilla’. Demasiados como para poner lista completa (ocupan entre un cuarto y media página). Variedad de temas, muchos de ellos oscuros, rozando lo irreal u onírico otros, todos con su puntito de interés. Dejo dos botones de muestra. Otras reseñas que también dejan muestras y leyendo uno se puede hacer idea de la calidad del libro: Los otros mundos y Los otros mundos Recomendable. Quietita Se fue hace dos días, que se volvía a casa dijo, que estaba harta de los guerrilleros, que no aguantaba más la vida en la selva. Como si no recordara lo que le pasó a Daniela, que huyó y la encontramos esa misma tarde muerta al lado del río con los ojos tan abiertos que se coló dentro el cielo, y los soldados venga a reírse. Ay esta boba dónde estará, si es mejor portarse bien y cuando se te echan encima, solo es mirar para otro lado, que no te llegue su aliento, te quedas quietita y ya. Informe forense La muerte de la mujer fue instantánea: el hombre bala quedó alojado en…
Talentura, 2013. 140 páginas. No pongo la habitual lista porque al tratarse de microrrelatos hay demasiados como para nombrarlos a todos. Historias solventes, correctamente escritas, con los habituales giros del género pero, por desgracia, también con algunos tics del mismo. Hay algunos muy buenos (dejo muestra) y otros bastante olvidables. En conjunto, bien. Aquí hay dos reseñas excesivamente elogiosas: Partículas en suspensión y Partículas en suspensión. Recomendable. Ganar el cielo «Dios olvidó cerrar la puerta de atrás del infierno», sentenciaba mi madre; y añadía que entre nosotros vivían las criaturas malignas que habían escapado. Se colocaba las gafas sobre la punta de la nariz, esparcía las lentejas en el hule de la mesa y mientras separábamos las que tenían bicho de las sanas, me hablaba de las avispas, a las que quemaba vivas con trapos empapados en alcohol, de las ratas a las que exterminaba con veneno. Terminaba con mi padre. Decía que se vio obligada a internarlo en un sanatorio. Levantaba los ojos a las moscas agonizantes, con las patas pegadas a los tirabuzones de miel que colgaban del techo, y suspiraba. «Tengo medio cielo ganado con él». Medio cielo era poco. Por eso, cuando la embolia la incapacitó,…