Visor, 2016. 120 páginas. AntologÃa de la poesÃa de Pizarnik, a la que llego a través de La muerte me da y que, honestamente, me ha dejado con la boca abierta. Poemas de otro mundo, que me han recordado a esa otra poeta alienÃgena que es Emily Dickinson, con una crudeza y crueldad en algunos de sus versos, que destilan soledad y desolación, manchas de nicotina en los pulmones del alma. Es un libro de la biblioteca y me ha sorprendido doblar las páginas en los mismos lugares que quien lo leyó antes que yo, una extraña comunicación fantasma entre lectores que nunca se conocerán pero que están unidos por la misma fascinación por los mismos poemas. BuenÃsimo. Aquà vivimos con una mano en la garganta. Que nada es posible ya lo sabÃan los que inventaban lluvias y tejÃan palabras con el tormento de la ausencia. Por eso en sus plegarias habÃa un sonido de manos enamoradas de la niebla. Es un cerrar los ojos y jurar no abrirlos. En tanto afuera se alimenten de relojes y de flores nacidas de la astucia. Pero con los ojos cerrados y un sufrimiento en verdad demasiado grande pulsamos los espejos hasta que…