Roberto Bolaño y Antoni García Porta. Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce.

abril 4, 2011

Columna edicins, 2000. 200 páginas.

Roberto Bolaño y AG Porta, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce
Bonnie and Clyde

Este era uno de los pocos libros de Bolaño que no tenía en mi biblioteca. El título me despistó sobre el contenido -no sé por qué incluso llegué a imaginarme que era un libro de poemas. No esperaba encontrarme esta historia de Bonnie and Clyde en Barcelona.

Los protagonistas son unos jóvenes que empiezan por unos tímidos atracos y acaban como el rosario de la aurora. Ángel, el chico, tiene veleidades escritoras y su pareja cierto desequilibro mental. Un cóctel que no puede llevar a nada bueno.

El libro es bastante flojillo, bastante por debajo de los libros de Bolaño -de Porta no puedo opinar porque es lo único que he leído. Aún así apunta maneras; el epílogo es muy bueno, y ahí sí que se ve hasta dónde podría llegar Bolaño. El problema de los libros a cuatro manos es que no sabes a quién se debe qué.

Se añade un cuento, Diario de bar, que sin ser deslumbrante es bastante bueno. EL conjunto recomendable para bolañistas. El resto, abstenerse.


Extracto:[-]

He hecho un cóctel con los apuntes de Shakespeare & Company, Ellmann, Stanislaus, etc. El panocha ha jodi-do toda la tarde explicando cómo, de qué manera, se comprará un video. Hace una semana conocí a Ana. El Jordi me ha devuelto los cuentos: «tú no sabes escribir en catalán». Le dije que aprendería. Esta tarde, en el metro, vi la muerte.

Las ganas de trabajar. Quiero decir, de tomar apuntes. He estado revisando el Ulises de Rueda y el de Lumen; hay diferencias notables. Le dije a Jordi que pensaba filmar Ulises en super 8. Me miró como si hubiera contado un chiste. ¿Cuánto va a durar la película? Más o menos unas seis horas, le dije.

Hacia dentro, París es triste. He estado en las dos o tres librerías más hermosas que he visto jamás; he dado vueltas por algunos lugares públicos; incluso fui al Museo Gustave Moreau, en las afueras, y la sensación última es la tristeza. Sentado en la cama, el cuarto oscuro aunque son las doce del día o algo así, pienso que es fantástico que yo esté aquí, que pueda escribir y diferenciar, todavía, mis estados de ánimo, la tristeza, París mismo.

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