Nicole Krauss. La historia del amor.

febrero 18, 2012

Nicole Krauss, La historia del amor
Salamandra, 2006. 350 páginas.
Tit. or.: The history of love. Trad. Ana María de la fuente.
Refugio

Este fue el primero de una serie encadenada de tres buenos libros que me llegaron inesperadamente y posiblemente el que más me ha gustado.

Una historia contada desde cuatro perspectivas que acabarán cruzándose. Leopold Gursky es un anciano cerrojero que consiguió salvarse del horror nazi y llegar a Nueva York. Alma Singer, una niña cuyo nombre proviene de las páginas del libro La historia del amor y que intenta mantener vivo el recuerdo de su padre. Su hermano, que va camino de santo. Y el escritor Zivi Litvinoff, autor de la susodicha historia y del que se sabe bien poco.

Con estos cuatro mimbres la autora construye una historia tierna que a alguien de lágrima fácil como yo me provocó muchos bochornos cuando lo leía en público. Además, como dije por aquí, me sirvió como refugio cuando caían chuzos de punta, en un paisaje helado literal y metafóricamente. ¡Y qué bien viene leer un libro en el momento justo!

Pero intentando ser objetivos las secciones de Leopold Gursky alcanzan alturas considerables y las de Alma le van a la zaga. Muy bien escrito, conmovedor y con un final que entrelaza todos los hilos y que pese a lo que parece ser lo que más ha gustado, no ha sido mi caso, que he preferido el camino al destino.

Reseñas por todas partes: Un libro al día, La historia del amor o Perdida ente libros.

Calificación: Muy bueno.

Un día, un libro (171/365)

Extracto:
Érase una vez un muchacho que amaba a una muchacha que tenía un padre que fue lo bastante listo como para gastarse hasta el último zloty en enviar a su hija pequeña a América. Al principio ella no quería ir, pero el chico también sabía ya lo suficiente como para pedirle que se fuera, y le juró por su vida que ganaría dinero y encontraría la manera de seguirla. Así pues, ella se marchó. Él consiguió trabajo en la ciudad vecina, de portero en un hospital. Por las noches escribía el libro. Le envió una carta en la que copió once capítulos en letra muy pequeña. Ni siquiera sabía si ella la recibiría. Ahorraba cuanto podía. Un día lo despidieron. Nadie le dijo por qué. Volvió a casa. En el verano de 1941, los Einsatz-gruppen penetraban hacia el este, matando a cientos de miles de judíos. Un día de julio claro y caluroso entraron en Slonim. Casualmente, a aquella hora el chico estaba tumbado en el bosque, pensando en la muchacha. Podría decirse que su amor lo salvó. En los años siguientes, el chico se convirtió en un hombre que se hizo invisible. Así escapó de la muerte.
Érase una vez un hombre que se había hecho invisible y que llegó a América. Había estado escondido tres años y medio, casi siempre en árboles, pero también en grietas, sótanos y agujeros. Y un día aquello acabó. Entraron los tanques rusos. Estuvo seis meses en un campamento de desplazados. Hizo llegar noticias suyas a un primo que vivía en América y era cerrajero. Mentalmente, practicaba una y otra vez las únicas palabras de inglés que sabía. Knee, elbow, ear. Al fin llegaron los papeles. Tomó un tren que lo llevó a un barco y, al cabo de una semana, llegaba al puerto de Nueva York. Era un día frío de noviembre. Apretaba en la mano un papel
doblado con la dirección de la muchacha. Pasó la noche en el suelo de la habitación de su primo, sin dormir. El radiador cencerreaba y siseaba, pero él agradecía el calor. Por la mañana, su primo le explicó tres veces cómo ir a Brooklyn en metro. Él compró un ramo de rosas, pero las flores se marchitaron porque, a pesar de que su primo le había explicado tres veces lo que debía hacer, se perdió. Al fin encontró la casa. Hasta el momento en que apoyaba el dedo en el timbre no se le ocurrió pensar que quizá debería haber llamado antes. Ella abrió la puerta. Un pañuelo azul le cubría el pelo. En la casa del vecino se oía la transmisión de un partido de fútbol.
Érase una vez una mujer que había sido la muchacha que subió a un barco para ir a América y estuvo vomitando todo el viaje, no porque estuviera mareada sino porque estaba embarazada. Cuando lo supo, escribió al muchacho. Todos los días esperaba carta de él, pero la carta no llegaba. Ella trataba de disimular el embarazo para no perder el empleo en el taller de confección donde trabajaba. Semanas antes de que naciera el niño, alguien le dijo que en Polonia mataban a los judíos. «¿Dónde?», preguntaba ella, pero nadie sabía dónde. Dejó de ir a trabajar. No podía levantarse de la cama. Al cabo de una semana, el hijo del dueño del taller fue a verla. Le llevaba comida y le puso un ramo de flores en un jarrón al lado de la cama. Cuando se enteró de que estaba embarazada, llamó a una comadrona. Nació un niño. Un día la muchacha se incorporó en la cama y vio al hijo del dueño mecer al niño al sol. Al cabo de unos meses, ella accedió a casarse con él. Dos años después, tuvo otro hijo.

3 comentarios

  • dsdmona febrero 18, 2012en2:27 pm

    A mi me gustó bastante en su momento, aunque no es un libro escrito al uso, sus frases cortas y contundentes lo hacen algo distinto.

    D.

  • Gabi febrero 20, 2012en12:41 am

    Recordaba que me había gustado mucho,y el final no tanto. Me alegro que lo hayas disfrutado en el momento justo. Un beso. Gabi

  • Palimp febrero 21, 2012en6:14 pm

    dsdmona, me alegra coincidir 🙂

    Gabi, gracias por el préstamo.

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