Milorad Pavic. Diccionario jázaro.

enero 4, 2012

Anagrama, 1989. 314 páginas.
Tit. or. Hazarski recnik. Trad. Dalibor Soldatic.
Milorad Pavic, Diccionario jázaro
Lexicón

Mucho había oído hablar de este autor cuando me lo encontré en el sitio de intercambio habitual. Me lo llevé, me lo leí, y me dije ¿es para tanto? No he sido capaz de encontrar una reseña mala en la red. Aquí lo ponen muy bien: Diccionario jázaro, Novela léxico, de Milorad Pavic, aquí también: DICCIONARIO JÁZARO (EJEMPLAR MASCULINO) de Milorad Pavic, y aquí parecía que le iban a dar un palo, pero no: Libro: Diccionario jázaro, de Milorad Pavic . Hasta una amiga mía ha sucumbido a sus encantos: «Diccionario jázaro»: literatura en estado puro

El libro habla sobre los Jázaros (que existieron realmente) pero no. A través de diferentes entradas léxicas que provienen de tres fuentes distintas vamos construyendo la historia -o historias- que se cuentan. Literatura fragmentaria e hipertextual.

Pero a mí no me ha convencido. La estructura es innovadora, pero hoy en día, inmersos en internet, no nos parece algo novedoso (aunque en su momento lo fuera). Pero ni la prosa me parece de calidad, ni el montaje veo que conduzca a ningún sitio. Queda bonito pero ¿para qué? Tiene momentos buenos, a veces el autor se suelta la melena y entra algo de humor en las páginas -y tiene gracia- pero en general tira más para el tono trascendente y -en mi opinión- aburrido.

Calificación: Malo tampoco es que sea, pero no me ha gustado.

Un día, un libro (126/365)

Extracto:
»—No soy yo quien mezcla los colores, sino tu vista —me respondió-. Yo no hago más que ponerlos en la pared uno junto a otro en su estado natural, y el que mira mezcla los colores en sus ojos como si fuera una papilla. Ahí está el secreto. Quien sepa cocinar mejor la papilla tendrá el mejor cuadro, pero la papilla no será buena si se hace con alforfón. Por lo tanto es más importante creer en mirar, en escuchar y en leer que en pintar, en cantar o en escribir.
»Nikon tomó el azul y el rojo, los puso uno junto al otro para pintar los ojos de un ángel, y yo vi que los ojos del ángel se volvían violeta.
»—Cuando pinto es como si usase un diccionario de colores —añadió Nikon—, y el espectador compone con las palabras de ese diccionario las oraciones y libros, es decir, los cuadros. Así podrías hacer tú también al escribir. ¿Por qué no podría alguien componer un diccionario con las palabras que constituyen un libro y dejar al lector que cree por sí mismo la unidad?
»Nikon Sevasto se volvió entonces hacia la ventana y con el pincel señaló un campo delante de Nikolje, diciendo:
»—¿Ves aquel surco? No está hecho por un arado. Es un surco hecho por los ladridos de los perros…
«Permaneció un momento absorto en sus pensamientos y añadió para sí:
»—Si pinto así con la mano derecha siendo zurdo, ¿cómo pintaría con la izquierda? —Y pasó el pincel de la mano derecha a la izquierda…
»La noticia de este acontecimiento corrió por los monasterios y todos se horrorizaron convencidos de que Nikon Sevasto había vuelto con Satanás y que iba a ser castigado. Realmente, las orejas se le hicieron de nuevo afiladas como navajas, ¡de modo que todos decían que podía cortar un pedazo de pan con la oreja! Pero su habilidad siguió inmutable, con la mano izquierda pintaba tan bien como con la derecha y nada cambió, la maldición del ángel no se cumplió.


Un mar de nombres y direcciones de empresas ya inexistentes, de comerciantes y tiendas, irisaba a través de las viejas páginas de los diarios y el doctor Muavia se sumergió en ese mundo desaparecido como en una nueva generación salvadora, indiferente a sus dolores y preocupaciones. Una noche de 1971, una noche en la que los dientes le rebotaban en la cabeza como una letra del alfabeto, el doctor Muavia decidió responder a un anuncio de 1896. Escribió atentamente la dirección de una calle de la que ignoraba su actual existencia en Alejandría y envió por correo su solicitud. Desde aquella noche y durante todas las noches que siguieron, el doctor Muavia respondió a uno de esos anuncios de fines del siglo XIX. Montones de cartas salían hacia lo desconocido; y una mañana por fin llegó la primera respuesta. El remitente escribía que no disponía, a decir verdad, del producto francés Toutroule para la economía doméstica que el doctor Muavia solicitaba en su carta, pero le ofrecía en venta otra cosa. Y, en efecto, a la mañana siguiente se presentaron en la casa de Muavia, y en relación con el anuncio, una muchacha y un loro: cantaron a dúo una canción sobre zuecos de madera. Luego el loro cantó solo una canción en una lengua desconocida. Cuando Muavia preguntó cuál de los dos estaba a la venta, la muchacha le dijo que podía escoger. El doctor Muavia echó una ojeada a la muchacha… tenía ojos bellos y senos como dos huevos al plato. Una vez que salió del letargo, le ordenó a Asían vaciar un gran cuarto en el desván, puso en él un soporte de vidrio en forma de aro y compró el loro. Desde ese momento, a medida que llegaban las respuestas de los antiguos anunciantes, o mejor, de los desconocidos descendientes, iba llenando esa habitación. Allí se amontonaron numerosos muebles de formas raras y de uso incierto: una enorme silla de camello, un vestido de mujer con cascabeles en lugar de botones, una jaula de hierro para tener a los hombres colgados del techo, dos espejos de los que uno tardaba un poco en reflejar (el otro estaba roto) y un antiguo manuscrito que contenía un poema en una lengua y en un alfabeto desconocidos.

2 comentarios

  • María José Yeste enero 5, 2012en12:59 am

    La discrepancia es buena, igual que la duda. Ahora estoy leyendo Tots els contes de Pere Calders. Seguro que con éste coincidimos.

  • Palimp enero 9, 2012en12:28 pm

    Hace poco lo decía en otro comentario por aquí; si a todos nos gustara lo mismo el mundo sería muy aburrido.

    Espero que te gusten los cuentos de Calders 🙂

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