Corregidor, 2010. 286 páginas.
El libro está prologado por Gómez de la Serna y epilogado por Borges, y el texto se mueve entre el ingenio de las greguerÃas del primero y el argentinismo casi metafÃsico del segundo. Nos encontramos con una recolección de cuentos, brindis, reflexiones… todas salpicadas de momentos de un humor intenso y absurdo.
He disfrutado mucho de la lectura (dejo bastantes muestras), pero he echado de menos alguna historia realmente redonda, capaz de emocionarme.
Recomendable.
No sé si por algunos excesos de conducta o por observancias poco estrictas en mi régimen de vida cumpliré en breve cincuenta años. No lo he efectuado antes porque, cada vez que impacienté al tiempo adelantando algún acontecimiento, me cambiaron uno bueno por uno malo. La elección de un dÃa invariable de cumpleaños me ha permitido conocerlo tan bien que, aun con los ojos vendados, cumplirÃa mi aniversario.
Alguien dirá: «¡Pero Recienvenido, otra vez de cumpleaños! ¡Usted no se corrige! ¡La experiencia no le sirve de nada! ¡A su edad cumpliendo años!».
Yo, efectivamente, entre amigos no lo harÃa. Mas en las biografÃas nada más exigido.
No necesita explicación mi presencia aquÃ, señores, pues que ésta falta; y espero que seréis con ella indulgentes, considerando que no se ha producido. Puedo demostraros punto por punto que corristeis casi todo el peligro de tenerme en Córdoba, y no hay que fiarse en que no estoy, como si fuera fácil conseguir mi ausencia, tan solicitada, ni os enorgullezcáis de que «dicho señor Fernández» no esté en Córdoba, pues en ello no os he dispensado ninguna particular preferencia. Hoy, excepto Buenos Aires, toda ciudad argentina ofrece tal aliciente, y aun creo que mi ausencia se ha extendido a puntos del extranjero en que jamás he estado, por efecto del concepto que de mà se difunde.
allà estaba yo y en ese mismo bar) y le dije esta sola palabra «Leve como velo de nube del pincel de Figari; bella como el acertar con un asiento lleno de uno mismo en un tranvÃa lleno de otros; ojos negros como la pena del que no los ha visto, ¿por qué tu andar te aleja de mà si bastarÃa detenerlo para que la latitud de nuestra separación cesara de crecer?…». Pensaba extenderme satisfactoriamente sobre las consecuencias geométricas, que fluÃan de la posición recÃproca especial tan bien preparada por mis palabras, cuando un golpe, rectilÃneo posiblemente, hizo dos mitades de mi elocuencia y aun tuve que dividir ésta con un vigilante que se habÃa tenido oculto en mitad de la calzada haciéndose notable por grandes señas a cuanto movimiento entorpecible y estorbable divisaba. En la comisarÃa no estaba la señorita; no supe nada de ella; yo habÃa acudido a informarme de su paradero acompañado al principio por el primer aparecido de los agentes, de quien me despedà a la cuadra: no se me abandonó nunca; diversas personas uniformadas tuvieron inmenso gusto, me lo declararon, en asesorarme hacia la comisarÃa, deseosas de que yo no confundiera las calles que a ella conducen con las que llevan a mà casa, donde nada me habrÃan podido noticiar de aquella joven.
Colón se encontraba en Italia cuando nació. Aunque esto le ocurrió a Colón, como a todos los hombres, en un dÃa y año, la fecha exacta no la tenemos hoy: se habrá echado a perder por no haber sido guardada en un lugar seco y frÃo; lo cierto es que hoy hombres poderosos o ricos o de celebridad no disponen de esa fecha que los más humildes de Genova la supieron de memoria instantes después. Sólo hay de cierto que el hecho ocurrió en uno de los dÃas de su primer año de existencia y que el dÃa de su nacimiento fue tan exacto como el mejor del año en exactitud. Es una fantasÃa incomprensible, una teorÃa a la que nada de tonto le falta, sostener que nació en un dÃa inexacto, como alegar que nació en varios lugares: dos o tres de España y uno de Italia, además del de nacimiento. No hay discreción en rodear de estas tinieblas a las fechas y lugares de los recienvenidos de talento.
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