La factorÃa de ideas, 2008. 320 páginas.
Tit. Or. Replay. Trad. Celia Filipetto.
El protagonista del libro sufre un extraño fenómeno: al morir de un infarto retrocede hasta un punto de su pasado con sus recuerdos intactos. Esta vuelta a empezar le permite tomar diferentes decisiones y aprovecharse del conocimiento del futuro para ganar dinero y explorar futuros alternativos.
Se me hace difÃcil juzgar este libro porque es algo a lo que yo mismo le he dado muchas vueltas ¿Que harÃa si pudiera volver atrás con todo lo que ahora sé? Es curioso comparar los caminos que ha seguido el autor (por ejemplo, gana dinero con apuestas deportivas, algo que yo no podrÃa hacer) con los que yo tenÃa pensados (por ejemplo, escribir canciones). Me ha resultado sorprendente la soledad del protagonista, que casi no ve a su familia y no se reencuentra con amigos -ni los tiene- en ninguna de sus repeticiones.
Por otro lado el propio autor murió de un infarto a los 59 años, y a uno le gustarÃa creer que está teniendo sus sesiones de replays en algún universo alternativo.
Delante de McDonough vio un puesto callejero que vendÃa melocotones y sandÃas. En uno de sus viajes a Florida, Martin y él se habÃan parado en un puesto parecido, sobre todo por la granjera de largas piernas y blanco pantalón corto que vendÃa la fruta. La chica tenÃa un enorme pastor alemán y, después de la tÃpica charla sin sentido entre chico-de-ciudad/chica-de-campo, Martin y él le habÃan comprado una cesta entera de melocotones. Ni siquiera estaban interesados en las condenadas frutas, y al cabo de cuarenta kilómetros el olor mismo empezó a provocarles náuseas por lo que se dedicaron a usarlas para practicar tiro al blanco con las señales de tráfico y a gritar con una alegrÃa hueca al oÃr el paf pam que se producÃa cuando le acertaban a una.
¿Cuándo habÃa sido aquello? El verano de 1964 o 1965. Dentro de dos años. Porque en ese momento, él y Martin todavÃa no habÃan hecho ese viaje, ni habÃan comprado aquellos melocotones, ni habÃan ensuciado y abollado la mitad de las señales indicativas de los lÃmites de velocidad que habÃa de allà a Valdosta. ¿Y qué significaba aquello, pues ? ¿ Si Jeff siguiera en este pasado inexplicablemente reconstruido en el momento en que se repitiera aquel dÃa de junio, volverÃa a hacer ese mismo viaje, compartirÃa con Martin las mismas bromas, lanzarÃa aquellos mismos melocotones maduros a las mismas señales de tráfico? ¿Y si no lo hacÃa, si esa semana decidÃa quedarse en Atlanta, o si simplemente pasaba de largo delante de la chica de las piernas largas que vendÃa melocotones…, qué pasarÃa entonces con el recuerdo que tenÃa de aquel episodio? ¿De dónde habrÃa venido y qué iba a ocurrir con él?
En cierto modo, era como si estuviera volviendo a vivir su vida, «rebobinando» en el vÃdeo; sin embargo, no parecÃa estar ligado por lo que habÃa ocurrido antes, no del todo. Por lo que podÃa deducir, habÃa vuelto a este punto de su vida en exactamente las mismas ciramstancias, matriculado en Emory, compartiendo habitación con
Martin, cursa mÃo kis mismas asignaturas de un cuarto de siglo antes,
pero en las veinticuatro horas transcurridas desde que despenan) allÃ, ya habÃa comenzado a apartarse ligeramente de los senderos que siguiera originalmente.
El haber dejado plantada a Judy la noche anterior era el cambio más grande y más evidente, aunque a la larga aquello no fuera a influir absolutamente en nada en un sentido u otro. Recordaba que solo habÃan salido seis o siete meses, más o menos hasta las siguientes Navidades. Recordó con una sonrisa que ella lo habÃa plantado por un «hombre mayor», un muchacho de los cursos superiores que iba a continuar sus estudios en la facultad de Medicina de Tulane. Jef f se habÃa pasado unas cuantas semanas deprimido y afectado, y luego habÃa empezado a salir con una serie de chicas: una morena delgadita llamada Margaret, luego otra morena cuyo nombre empezaba con «D» o con «V», después con una rubia capaz de anudar con la lengua el rabo de una cereza. No habÃa conocido a Linda, la mujer con la que se casarÃa, hasta que terminó la carrera y entró a trabajar para una emisora de West Palm Beach. Linda estudiaba en la Universidad de Florida Atlantic. Se habÃan conocido en la playa de Boca Ratón…
Caray, ¿dónde estarÃa Linda en ese momento? TenÃa dos años menos que él, por lo tanto seguirÃa en la secundaria y vivirÃa con sus padres. De repente, sintió la necesidad de llamarla, o tal vez de seguir rumbo al sur hasta Boca Ratón para verla, conocerla… No, no tenÃa sentido. HabrÃa resultado demasiado extraño. SerÃa alejarse peligrosamente, podrÃa crear una horrible paradoja.
¿ O tal vez no ? ¿ De verdad tenÃa que preocuparse por las paradoj as, por la antigua idea de matar al propio abuelo? Quizá no fuera una preocupación adecuada. No era un espectador que vagaba por su tiempo, temeroso de encontrarse consigo mismo, aunque más joven, sino que era él mismo más joven y formaba parte del entramado de aquel mundo. Lo único que pertenecÃa al futuro era su mente, y el futuro solo existÃa en su mente.
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