Honoré de Balzac. Eugenia Grandet.

julio 3, 2012

Honoré de Balzac, Eugenia Grandet

Aunque tengo dos versiones en papel de este libro lo he leído en el Kindle, porque me resultaba más cómodo para no llevar mucho peso en un viaje.

Eugenia es la hija de un comerciante que se ha hecho a sí mismo hasta conseguir una gran fortuna, aunque lleva una vida casi espartana. Su vida cambiará cuando venga de visita su primo de París, que con su sotisficación le hará ver el mundo de otra manera.

Pueden encontrar un resumen más extenso en la wikipedia: Eugenia Grandet.

El título llama a engaño sobre alrededor de qué gira el libro, porque tanto protagonismo o más lo tiene el padre de la muchacha e incluso -como he reseñado en otras novelas- el propio comercio. Cuando Balzac describe a sus personajes, uno disfruta de su talento para el retrato. Cuando nos habla de operaciones comerciales, personalmente me aburre un poco. Entiendo que era el gran momento de la burguesía, las finanzas estaban ocupando el poder de la aristocracía, pero en pleno Siglo XXI, aplastados por los desastres financieros, no es uno de mis temas preferidos.

Balzac escribiendo, grande, como siempre.

Calificación: Bueno.

Un día, un libro (306/365)

Extracto:
No es que a Grandet se le trabase la lengua al tener
que comunicar a Carlos la muerte de su padre, es que experimentaba una
especie de compasión al saberlo sin un escudo, y buscaba las fórmulas para
endulzar la expresión de tan cruel realidad. Decirle: «Ha perdido usted a su padre»,
era no decirle nada. Los padres suelen morir antes que los hijos. Pero decir:
«Se ha quedado usted con la noche y el día; no tiene usted la menor fortuna»,
eso sí que era reunir en pocas palabras todas las desgracias del mundo. Por
eso, el viejo recorrió por tercera vez la avenida del centro, cuya arena crujía bajo
los pies. En las grandes circunstancias de la vida, el alma se adhiere con extraordinario
apego a los lugares en que las dichas o las desdichas se abaten sobre
nosotros. Así es como Carlos examinaba, con particular atención los bojes de
aquel jardincillo, las pálidas hojas que caían de los árboles, las contorsiones de
los frutales, detalles todos que debían estar grabados en su recuerdo, mezclados
eternamente a aquella hora suprema, gracias a la peculiar mnemotecnia de
las pasiones.

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