Alejandro Navarro Yáñez. El científico que derrotó a Hitler.

julio 4, 2016

Alejandro Navarro Yáñez, El científico que derrotó a Hitler
Almuzara, 2014. 312 páginas.

Divulgación científica correcta pero no extraordinaria, aunque bienvenida sea. Un total de 25 historias agrupadas por temas (genios, errores, límites de la ciencia…) entretenidas e ilustrativas.

A destacar la excelente documentación gráfica, con fotografías bastante desconocidas que acompañan bien al texto. Como -pequeño- fallo algunos errores de edición que sorprenden en formato de bolsillo -que ya debería estar comprobado.

Aprovechan el tirón de la película sobre Turing para vender, lo que ya me parece bien.

Pero, por desgracia, Siracusa era una ciudad estratégica, situada en la encrucijada del Mediterráneo. Cuando estalló la Segunda Guerra Púnica, con Arquímedes ya anciano, Hierón, que era un gobernante astuto, trató de mantenerse al margen. Pero tras su muerte, los agentes cartagineses enviados por Aníbal consiguieron hacerse con el poder en la metrópoli, involucrándola en la guerra a favor de Cartago. Como consecuencia, la flota romana atacó la ciudad en el año 213 a.C. Aunque Arquímedes era de carácter pacífico y afable, se sintió obligado a proteger a su patria. A partir de ese momento, y al margen de encargarse personalmente del diseño de ampliación de las murallas de la ciudad, se dice que durante tres años el sabio dirigió la resistencia al asedio por parte del ejército más poderoso y mejor entrenado del mundo, sembrando el terror entre sus filas mediante la utilización, además de los famosos espejos18, de todo tipo de artilugios increíbles, tales como catapultas, ganchos, grúas con brazos articulados que agarraban a los barcos y los forzaban a volcar, etc.. No sabemos a ciencia cierta cuánto de esto es historia y cuánto leyenda, pero la realidad es que los romanos sufrieron lo suyo para entrar en la ciudad, y que sus propios cronistas glosan la increíble historia de la lucha de sus soldados contra las máquinas.
Sin embargo, la suerte estaba echada. Aunque tradicio-nalmente se ha atribuido a la preparación y disciplina de las legiones romanas el éxito de la expansión territorial, primero de la república y más tarde del imperio, la realidad es que el ejército romano fue derrotado en muchas ocasiones, y en algunas de ellas sufriendo auténticos varapalos. Pero a diferencia de lo que les sucedía a sus rivales, las derrotas no desanimaban en absoluto a los romanos, que regresaban una y otra vez al campo de batalla de forma obstinada, algo para lo que sus adversarios nunca encontraron respuesta, y que a la postre determinó la victoria de Roma en todas sus guerras de conquista durante varios siglos. En este sentido, el asedio de Siracusa es todo un ejemplo de ello, pues durante tres años los romanos hubieron de enfrentarse a varios ejércitos y flotas cartaginesas y siracusanas, a la peste y… a Arquímedes. El hecho de que consiguieran vencer, a pesar del enorme esfuerzo que la guerra conllevaba para ellos en otras partes del Mediterráneo Occidental, dice mucho del carácter singular de esta determinación.
Cuando los romanos consiguieron por fin la victoria, el cónsul Claudio Marcelo ordenó a sus soldados que le trajesen vivo al genio, pues, como todas las potencias vencedoras han hecho con los científicos enemigos a lo largo de la historia, Roma estaba muy interesada en hacerse con sus servicios. Pero el asunto terminó mal. Al parecer, los legionarios encontraron a Arquímedes enfrascado en un problema de geometría y cuando le arrestaron no les hizo caso, contando la leyenda que se limitó a pedirles que no le estropeasen sus círculos.

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