Recopilación de relatos para adultos, para niños, y fragmentos de memorias y recuerdos de la autora.
Me leí este libro en memoria de Nora, a quien conocí por ser compañera de mi madre en el grupo de abuelas cuentacuentos, fallecida recientemente. Lo hice por honrar su memoria, porque el mejor homenaje que podemos hacer a una escritora es leerla. Confieso que no tenía mucha esperanza sobre la calidad de los relatos, y también que me he equivocado completamente, son relatos muy bien escritos, que he disfrutado de principio a fin.
También me han gustado los recuerdos de su niñez, los personajes de su vida, saber de su trayectoria, su afirmación de que ya no le teme a la muerte a pesar de la espada de Damocles que pendía sobre su cabeza. Además de la calidad literaria, contaba aquí la intensidad emocional por la cercanía a la autora.
Me ha gustado mucho.
Que el ser humano, desde su capacidad de pensarse a sí mismo, y por qué no, desde su soberbia, no puede resignarse a la brevedad de la vida, de ahí que se inventara un alma inmortal que lo trascendiera y lo perpetuara más allá de su pobre cuerpo finito. Hoy sabemos gracias a la neurobiología que* todas las funciones del alma están en el cerebro, y que muerto éste… del “alma” no queda nada. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que somos esta pobre y efímera cosa, que al igual que los otros animales y que los vegetales que pueblan este bello planeta, estamos destinados a la nada?
El concepto que yo tengo de la vida puede parecer cínic< > y desesperanzados No lo es. Yo amo la vida y creo que en su transcurso podemos elevarnos espiritualmente, gozar, evolucionar, indagar, descubrir, compartir, procrear, ejercitar la generosidad y la solidaridad, hasta hacerla digna de ser vivida, sin que haya necesidad de pensarnos trascendentes para la eternidad.
. Vale la pena vivir el breve segmento de vida que nos ha sido dado. Estoy transitando los últimos años de la mía — nací dos antes que usted — y no me preocupa ni me crea conflictos la proximidad de la muerte y la nada que creo que hay después de ella. Disfruto de lo que está a mi alcance, acompaño sin interferir (eso creo yo) la vida de mis hijos y nietos, cultivo amistades y afectos, y cuando llegue el momento de la partida, me iré en paz y con tranquilidad hacia el final. Así se lo hago saber a mis seres queridos: no sufran por mí, porque yo me iré sin angustias ni dolores (quizás sí físicos, pero no espirituales)
No necesito de la religión para este tránsito. Creo que las religiones están llamadas a desaparecer, o por lo menos a languidecer hasta la insignificancia. Deseo que quienes sientan la necesidad de un dios, lo creen en la intimidad de su pensamiento, sin levantar esas absurdas estructuras de poder y de riqueza —tan
vanas como sus templos — que son muchas religiones, y que tanta desolación han sembrado y siembran en el mundo. Y que se comprenda por fin que un par de libros llamados “sagrados”, escritos por personas tan falibles como cualquiera en épocas remotas, en las que primaba el pensamiento mágico, no justifican las llamadas a la guerra, al odio y a la destrucción. No lo veré, eso es seguro, pero confío en que llegará el día en que eso suceda.
Para ser justa, debo reconocer a algunas religiones el haber sembrado sentimientos altruistas, de amor al prójimo, de generosidad, solidaridad y de perdón, además de aquellos rasgos negativos que señalo más arriba Pero esos sentimientos están ya en la condición humana y los padres hemos tratado de estimularlos en nuestros hijos con la misma eficacia y las mismas falencias con que procuran expandirlos algunos representantes religiosos, como el que usted fue.
Para finalizar, destaco su párrafo: “Yo creo que el fin del hombre en la tierra es ser felh? en compañía de sus semejantes, a los que hay que hacer felices con todo nuestro empeño. Y por otro lado, sincronizar nuestra vida con la naturaleza que nos rodea, que nos alimenta, que nos cobija y que nos ha dado el ser.” Claras palabras que contradicen la exigencia de sacrificio, el sentimiento de culpa y la negación de algunas facetas de la naturaleza humana que tratan de inculcar cada vez con menos éxito, la iglesia católica y otras religiones.
Ha sido un placer intentar este contacto con usted. Creo en el ida y vuelta entre el autor y el lector; quizás usted también. Lo saludo cordialmente.
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