Aliar ediciones, 2024. 120 páginas.
Tras vagar por el desierto, perdida la esperanza, el protagonista encuentra un oasis. Allí una sirena lo conduce a un mundo fantástico, donde se encontrará con diferentes personajes que le mostrarán un aspecto espiritual que le llevará a conseguir un conocimiento de la naturaleza de la guerra y la paz y a descubrirse a sí mismo.
Novela que alterna prosa, poesía y dibujos y que nos invita a tener razones para la esperanza, o, por lo menos, a pensar que esta es posible. De fondo, la defensa de la naturaleza y la apología de la paz desde un punto de vista femenino.
Bueno.
Me dio algunas frutas de una bolsa que le cruzaba el pecho, nunca había visto frutos así, tenían una tenue luz, muy débil.
—Vamos al Ojo Azul.
Me llevó al lago. Allí ella echó su cuerpo al agua y yo la seguí, ambos estábamos tendidos flotando, cerré los ojos, me dejé llevar por las aguas y sentí la voz de Anna.
—¿Qué hacías en tu mundo?
—Intentaba ser escritor, pero me iba mal, nunca pude publicar.
—Ja, ja, ja! —se echó a reír—. Aquí también serás un fracasado, nosotras no usamos papel.
Luego de eso yo no quise hablar más del tema y preferí entregarme completamente a las aguas. De pronto, remotamente, empecé a escuchar un canto, la voz era inconfundible: ¡era Elena! Sentí su voz como una caricia en mi espalda y mi cuerpo se empezó a hundir, el canto me sumergió lo suficiente para que mi rostro quedara cubierto, entonces sentí su voz en mi mente.
—¡Así que escritor! ¿Me puedes componer un canto? Si lo deseas, solo un verso.
—Sí, un día de estos, cuando gustes.
Se hizo el silencio y, luego de unos segundos, sentí la necesidad de respirar. No escuchaba la voz de Elena y Anna se alejaba flotando, no sé si no le importaba mi situación o estaba encandilada con las aguas, el hecho es que me sentí solo, muy solo. De pronto regresó la voz de Elena.
—Estoy esperando mi poema…
—Pero necesito respirar. Además, necesito lápiz y papel y también necesito estar inspirado.
En ese momento sentí sus dos manos acariciar la base de mi cabeza desde mi occipital hacia mi cuello y mis hombros, al mismo tiempo que me decía:
—¿Y yo no te inspiro?
El instante de esa caricia fue la gloria, pero luego otra vez sentí la falta de respiración y las ganas de emerger. Nuevamente la voz de Elena sonó en mi cabeza con más fuerza y autoridad.
—¡Marinero, estoy esperando mi poema…!
—No soy marinero.
Quería tomar un respiro para relajarme y pensar, pero era imposible, así que suavemente incliné mi cabeza hacia atrás y luego hacia adelante, y pensé en Elena.
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