Sans soleil, 2015. 370 páginas.
Recopilación de artículos de autores diversos que tratan lo monstruoso desde un gran variedad de puntos de vista. Empezamos por los monstruos de la antigüedad, como los cinocéfalos, humanos con cabeza de perro que se creían reales. En libros medievales se creían ciertas numerosas razas monstruosas que se recopilaban en libros de viajes o enciclopedias del mundo.
También hay cabida para los seres deformes, la irrupción de la fotografía en los manicomios, el collage como fabricador de obras monstruosas, la extrañeza del ajolote o los modernos monstruos como Hulk o la patrulla X. Hay artículos que encajan mejor que otros, pero todos tienen su punto de interés dentro de un tema que sigue estando de actualidad.
Un amplio recorrido de lo monstruoso. Hay gran cantidad de grabados e ilustraciones y las creadas por Mikel Escalera son deliciosas.
Bueno.
Otro factor estimulante de la maravilla fue el amplio umbral de exigencia o credibilidad de que hicieron gala algunos de los cronistas que incorporan a sus textos narraciones orales referidas a historias o sucesos tic los lugares que recorren. Pese a que aquéllos reivindican continuamente para sus informaciones un elevado grado de objetividad, no dudan cu dar crédito, junto a observaciones o experiencias personales, a diversas noticias exóticas ajenas, supuestamente de personas dignas de fe, pero no verificadas o contrastadas convenientemente sobre el terreno. Esta propensión a fabular se acrecienta cuando los acontecimientos fantásticos que se recogen presentan cierta familiaridad con el folclore o con las concepciones occidentales del mundo natural. Además,’ muchos viajes medievales estuvieron íntimamente unidos al concepto de “aventura interior” -ya sea quite caballeresca, peregrinaje o itinerario iniciático—, que supone el descubrimiento real o espiritual de otros mundos, concepción que sin duda exacerbó la imaginación y la fantasía del protagonista 11.
La aparición de lo admirable puede deberse, de igual modo, a la m;i manipulación intencionada o interesada de determinados acontecimientos históricos. Con la invasión de los mongoles de Gengis Kahn a principios del siglo XIII —en 1241 alcanzan a conquistar territorios como Polonia o Hungría, e inician su amenazador avance sobre Viena-, empieza a com pararse a los guerreros ocupantes, los tártaros, con temibles demonios, y se alza con intensidad el viejo mito del Anticristo: son aquellos invasores bárbaros los bíblicos pueblos de Gog y Magog, dominados en el pasado por Alejandro Magno y destinados, conforme a la profecía bíblica, ;i invadir la Cristiandad entera
I;.n consecuencia, las opiniones de los viajeros medievales no pueden•considerarse imparciales, y en raras ocasiones lograron escapar al especial i lima imaginario y fabulador de su época, lo que justifica su impresio-M ime capacidad de asombro o admiración. Incluso Cristóbal Colón, uno de los primeros exponentes de la actitud crítico-analítica y el espíri-«II desmitificador que empieza a generalizarse con la llegada de la Edad moderna, sucumbió a la tentación de enmascarar la realidad contempla-11 con elementos fabulosos procedentes de las informaciones de Enea Silvio o Pierre d’Ailly. Obligado por la necesidad de convencer a los libéranos españoles de que ha alcanzado los legendarios paraísos de las Indias Orientales o los utópicos dominios del Gran Kahn, la inclusión de ciertos detalles de las narraciones medievales pervive como útil justi-lu .inte a la hora de autentificar la naturaleza de sus descubrimientos, in-Inso a pesar de la progresiva certeza de que aquello que contempla poco licne que ver con las viejas descripciones de las autoridades medievales .
lint re los mirabilia que nos refiere el viajero medieval europeo, junto i la descripción de accidentes o fenómenos naturales sorprendentes, de «ciudades o edificaciones de inusitada monumentalidad, belleza o rique-/,i, de animales o plantas singulares, o de raras costumbres o prácticas «le las poblaciones autóctonas, no suelen faltar las alusiones a las denominadas “razas monstruosas”, comunidades de carácter humano o semihumano caracterizadas por unos rasgos físicos o hábitos que se apartan «le la norma fijada por la cultura occidental. Se trata de engendros habitualmente “fronterizos” y sometidos, por tanto, a un continuo proceso de migración: tales seres “habitan” siempre en los límites o contornos
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