Mario Cuenca. 22 escarabajos.

febrero 13, 2017

Mario Cuenca, 22 escarabajos
Páginas de espuma, 2009. 320 páginas.

Incluye los siguientes relatos, organizados por categorías:

Yesterday
Las notas vicarias, Hipólito G. Navarro
Rock in the Andes, Fernando Iwasaki
Two Virgins, Marcelo Figueras
Revolver Smile, Iban Zaldua
La primera vez, Salvador Gutiérrez Solís
33 ladrillos traídos de Liverpool, Maurice Echeverría
Café anacrónico, Miguel Antonio Chavez .

Beatles posmodernos
El Beatlefinal, Leopoldo Marechal
Julia, Care Santos
El Stage y la Revolución (un día en la vida de Vladimir Oblada), Xavier Velasco
L ittle Frog, L ittle Frog, Pilar Adón
A Doy In The Life, Javier Fernández
Degeneración JL, Roberto Valencia
Back To TheEgg, Leonardo Aguirre

Yo SOY LA MORSA
Los Beatles, Eduardo del Llano
Come Together, Rodrigo Fresan
Jet-lag ’68, Esther García Llovet
Compota de manzana, Patricia Esteban Erlés
George Harrison, hindú, Raúl Pérez Cobo
El rodillo de la roca N, Mario Cuenca Sandoval
Cómo maté a John Lennon, Andrés Neuman
Double Fantasy, Salvador Luis

Hay relatos muy buenos, decentes, malos y otros que entran en la categoría especial de ‘a mí no me han gustado pero puede que a otros paladares les pueda gustar’, libres experimentaciones de lenguaje que me han parecido faltas de ritmo y de gracia, pero que puede que sea yo el que no las sabe apreciar. La media de calidad, en mi opinión, bastante floja.

Las notas vicarias me sigue pareciendo un cuentazo de altura y no es casual que esté al principio del libro. Me han gustado: Rock in the Andes por su desmadre lingüístico, ,Two Virgins por la extraña protagonista y Compota de manzana por su estructura y su juego con la leyenda urbana. No están mal Revolver Smile y su terrorista melómano, La primera vez y su ambiente enfermizo y Julia con sus misterios. El resto me ha dejado bastante frío, y algunos -bastantes- me han parecido horribles.

Modo de empleo: si la primera página del relato le tira p’atrás, salte al siguiente sin compromiso.

Para colmo de males Huarcaya detectó influencias infernales hasta en varias canciones en castellano, porque el primer lugar del ranking de radio Inca lo tenía una canción que decía algo así como que Don diablo se ha escapado, tú no sabes la que ha armado y otras cosas horribles por el estilo. La peste se extendía por todo el dial y pronto infectaría hasta las canciones de misa («Achachau, ya mismo sale el Santo, Santo satánico», pensaba Onésimo).
Sin embargo, la gran sorpresa llegaría después- de revisar la colección de Newsweek en la hemeroteca de la Universidad de Huamanga. Allí descubrió que los Beatles -un siniestro grupo disuelto en 1970 y que había influido en todas las bandas de rock posteriores- fueron quienes en realidad originaron el sendero tenebroso del pecado satánico. En efecto, al presentar un disco sin nombre pero que todo el mundo conocía como Devil’s White Álbum, los Beatles habían declarado que el cristianismo desaparecería y que ellos ya eran más famosos que Jesucristo. Onésimo se persignó y anotó la fecha del número en su cuaderno Loro bendecido por el padre Tobías: «March 21,1966: John Lennon su hijo del diablo es». ¿Quiénes eran esos Beatles, zupay pa guagua}
Aquella noche Onésimo inició su recorrido nocturno por las radios de frecuencia modulada, transcribiendo con esmero los programas, los nombres de las canciones y si había o no había espacios dedicados al rock. El toque de queda tenía la ventaja de recluir a todo el mundo en sus casas desde las ocho y Huarcaya sabía que la mayoría tenía sus transistores encendidos.
Si el diablo quería tentar a los ayacuchanos, a la fuerza tenía que hacerlo por la radio.
Estaba embelesado con las canciones del Jilguero del Huascarán en Radio Agricultura, cuando su deber lo obligó a cambiar de estación. Ahora era una emisora cuzqueña la que propalaba deliciosos huaylas, sikuris y mulisas que le hicieron saltar las lágrimas cuando tuvo que volver a mover el dial. Se estaba aburriendo a muerte con un programa cultural de una radio de Puno cuando la voz de pito del locutor lo arrancó de su modorra: «¡Saca a tu cholita a bailar, paisa, que ahora viene La hora de los Bitlesl».
«\Zupay pa guagua, John Lennon!», pensó. Y se puso a escuchar atentamente. Su inglés todavía no le permitía entender la letra de las canciones, pero esos desgraciados sí que estaban amarrados con el diablo porque a Huarcaya se le iban las piernas y meneaba la cabeza mientras escuchaba esas infernales melodías. Obviamente que a Onésimo le gustaban más sus huaynitos, pero los Beatles tocaban unas cositas que, ¡wískiti, wískiti!, le silbaban en las orejas a Huarcaya y lo adormecían poco a poco, como decía una canción cuzqueña.
No obstante, su morriña se convirtió en sobresalto al descubrir que los Beatles tenían otros programas en radio Misti de Arequipa, radio Unión de Lima, radio Mantaro de Huancayo y hasta en La voz de Huamanga. Todas las emisoras estaban capturadas por la Bestia y Ayacucho entero estaba a su merced («¿O sea que FM lo significaba Frecuencia Maldita, entonces?», pensaba). Onésimo apuntó los datos necesarios y apagó la radio

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