Fred Vargas. Fluye el Sena.

enero 12, 2018

Fred Vargas, Fluye el Sena
Siruela, 2012. 137 páginas.
Tit. Or. Coule la Seine. Trad. Anne-Hélène Suárez Girard.

Tres casos del comisario Adamsberg y primer contacto que tengo con la autora. Salud y libertad nos presenta a un extraño sin techo que se coloca frente a la comisaría todos los días, provocando la extrañeza del inspector que sospecha con razón que hay un motivo oculto. La noche de los brutos un aparente suicidio se resolverá por la tozudez del comisario en encontrar un zapato. Cinco francos unidad un sin techo que vende esponjas ayudará a encontrar a unos asesinos gracias a la mano izquierda del comisario y su promesa de regalarle una pared.

Novela negra un tanto extraña, con su mezcla de personajes poéticos y estrafalarios con la mente inquisitiva de comisario y una buena dosis de empatía. Personalmente me ha dejado con ganas de leer más.

Recomendable.

Vasco de Gama lo miraba sonriendo. El viejo, que por lo demás no era muy viejo, setenta años como mucho, tenía una hermosa cabeza enjuta bajo un pelo denso, más bien largo, plateado. No se distinguían sus labios bajo el bigote caído, pero su gran nariz, sus ojos húmedos, su frente alta, sus discursos caóticos y la antología de poemas que depositaba al desgaire sobre el banco lo convertían en una caricatura un tanto ostensible del Pensador derrumbado. Se le veían los omóplatos bajo la camisa. Adamsberg no creía que el personaje estuviera trucado, pero esa mañana prefería tener cuidado con todo.
-Hablo solo, sí -dijo Adamsberg sentándose en el banco-. Me doy consejos.
-¿Quieres una aceituna? Cinco puntos si das a la farola.
-No, gracias.
-¿Quieres una galleta?
Vasco agitaba ante sus narices una caja de cartón.
-¿No tienes hambre? Son buenas galletas, ¿sabes? Las he comprado para ti.
-No es verdad.
-No es verdad, pero no hay nada malo en decirlo.
-¿Qué haces por aquí?
-Me siento. No hay oficios malos.
-¿Por qué te sientas aquí?
-Porque hay un banco. Aquí o donde sea…
Adamsberg suspiró.
-¿Te gusta estar frente a una comisaría? -insistió.
-Por variar. Así hay movimiento. Y luego pasa como con todo, tomas cariño. Yo me encariño enseguida. Una vez, me encariñé con una gamba, ¿te imaginas? Le cambiaba el agua de la palangana todos los días. Gasté mucha sal, no te creas. Pues estaba contenta, en su palangana. Ahí es donde te das cuenta de que la gamba y el hombre son muy distintos. Tu colega rubio, el que no tiene hombros, la ha tomado conmigo esta mañana. No por lo de la gamba, que a estas horas ya está fallecida, sino por este galán de noche. El rubio es bastante pelma, pero me cae bien, y además es generoso. Se hace preguntas sin fondo, se preocupa, y eso hace ruido de oleaje, conozco el percal. Tú, en cambio, haces ruido de viento. Se nota en tu manera de andar, sigues tu respiración. Cuesta mucho hacerte cambiar de idea. Toma, mira la caja de cerillas que he decorado. Hay que tener maña, ¿eh?

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