Varios Autores. Nueva Dimensión 16.

julio 10, 2007

Editorial Dronte, 1970. 168 páginas.

Nueva Dimension 16
Contra la censura

Seguimos con las reseñas de la colección Nueva Dimensión, esta vez de los primeros números, cuyo contenido es el siguiente (obtenido de dreamers):

Un Novicio para Su Grandeza, Ángel Torres Quesada

En un futuro postapocalíptico un señor feudal intenta volver a poner en marcha la civilización con ayuda de un novicio. Entretenido, como todo lo de Torres Quesada, pero poco más.

El Mejor Recuerdo, Richard Wilson

Un padre y un hijo sobreviven en órbita tras una guerra nuclear. Cada noche escuchan el único programa de radio que se emite. Aunque no está mal, no acaba de gustarme, y eso que se ha reproducido en muchas antologías.

¿Quien Habla de Conquista?, Christopher Anvil

Unos extraterrestres intentan desestabilizar la tierra con unos aparatos de televisión muy especiales, ya que con ellos se puede espiar a los vecinos. Sencillo pero bastante gracioso.

…Alas, en la Noche, Nathalie Charles-Henneberg

En un castillo digno del conde Drácula parece haber unas cuantas obras de arte famosas provenientes del expolio de la segunda guerra mundial. A ratos el interés decae, pero está bien escrito y es original.

Cuento de la Máquina Calculadora Que Luchó con un Dragón, Stanislaw Lem

Para librarse de un dragón que asola un reino consultan con una maquina calculadora muy especial. Para tratarse de Lem, bastante flojo.

Todos los Caminos del Universo, R.C. Demarco

Uno de los viajeros de un tren-gusano despierta durante el viaje -algo imposible- y contempla una extraña visión. Onírico y algo envejecido.

Un Camino Hacia el País del Sol, Carlos María Federici

Parece que todo tiempo pasado fue mejor, y, si te concentras mucho, puede ser posible volver atrás. Muy lírico, me ha gustado mucho.

La Puerta Cerrada, Dimitri Bilenkin

Un accidente en marte de consecuencias fatales puede llevar a un gran descubrimiento. Lo habran puesto de relleno, porque es muy malo.

El Gran Juez, Alfred E. van Vogt

Un inventor es juzgado y condenado a muerte por el gran juez, pero parece tener un as en la manga. De lo más flojo del libro.

La Marca de la Bestia, Rudyard Kipling

Es muy peligroso burlarse de los dioses locales, siempre tienen alguna maldición a mano con la que castigarte… Lo mejor del volumen. Stephen King tiene un libro llamado Maleficio con una estructura muy parecida; me gusta pensar que uno puede enfrentarse incluso a los dioses.

Aparecen también unas tiras cómicas de un Moebius que todavía no había llegado a la línea clara.

Como nota destacable comentar que el número 14 de la revista fue retirado del mercado por incluir un cuento que a la censura no le gustó demasiado, y publicaron el siguiente aviso:

Secuestro

El cuento en cuestión era Gu ta gutarrak de la argentina Magdalena Mouján Otaño y se decía que atentaba contra la unidad de España ¿Les suena? El cuento es una delicia, de lo mejor de la ciencia ficción hispanoamericana, y pueden leerlo íntegro aquí: Gu ta gutarrak. Creo que les gustará aunque no les guste la ciencia ficción.

Escuchando: Coge el Tren. Mermelada.


Extracto:[-]

—¿Conoce usted Bielobejié? —preguntó el jefe.

—Como todo el mundo —le respondí—. El bosque de los antiguos confines entre Polonia y Rusia. Un parque estatal. Pildusky cazó uros en él, Goering también.

—No le pregunto sobre esto. ¿No era polaca su madre? ¿Conoce el castillo de Norwid?

—En el siglo diez y nueve Ciprien Norwid escribió cómo Promethidion, y…

—No hablo del contemporáneo de Mickiewizc, sino de una vieja mansión en pleno bosque. Lea esto, y lo comprenderá.

Me tendió un documento oficial. El jefe (representábamos en Varsovia al Servicio de Daños de Guerra y Recuperaciones) se expresa principalmente mediante gruñidos. Es comprensible: los bienes franceses son difíciles de recuperar a lo largo de la cortina de hierro… dos ejércitos han pasado por allí. Todo ha sido más o menos roto, incendiado, destruido. Por ello, aún era más sorprendente la carta adjunta al documento de la embajada.

Un tal Adam Krasek, pariente y heredero de los condes de Norwid, confesaba que el último de aquellos nobles señores había sido lo que se llama un criminal de guerra. Había formado parte de la Wehrmacht durante la ocupación de Francia, luego en Italia. Coleccionista, su botín había sido considerable. De Francia, Krasek mencionaba unos Renoir, Cézanne, un Matisse, y algunas telas del siglo dieciocho. Krasek se ponía a disposición de las Comisiones Aliadas para restituir estas obras maestras.

—Un bello gesto, ¿no? —preguntó el patrón.

—Me pregunto en qué consiste el interés del señor Adam…

—¿No cree usted en los gestos nobles y bellos, en el desinterés?

—No se me paga para que crea en tonterías.

—¡Juventud pervertida! —Me pregunto a menudo qué es lo que sabe y lo que ignora el patrón de mí. Por otra parte, no hay nada en mi pasado que le importe: soy un excelente maniquí administrativo y una secretaria pasable—. Se me ha sugerido —añadió—, al margen de esta correspondencia, que Krasek no tiene derecho a ninguna posibilidad de recuperar estos bienes, puestos bajo secuestro por el Estado. Nosotros podríamos reclamar La Mujer de Azul y El Jardín Bajo la Lluvia. Y, en este caso, el heredero del pirata no vería con malos ojos una gratificación…

—Astuto. Pero, ¿en qué me concierne a mí todo eso?

El patrón me contempló como si esperase enviarme dentro de una maleta sanguinolenta con destino a Berlín. Luego dijo:

—Siempre me asombra que una chica inteligente, y usted lo es, desagradable pero inteligente, pueda no comprender que dos más dos hacen cuatro. Usted habla polaco y, según me han dicho, ha estado en Bellas Artes. Además, es usted el único miembro de mi misión disponible en este momento. Por consiguiente, irá al castillo de Norwid a hacer el inventario de los bienes restituibles. La acompañará un experto italiano, y Krasek les recibirá al llegar.

Claro está que podía haber replicado que aquel fin del verano me parecía agotador, el bosque de Bielobejié siniestro, y que el viaje no me decía nada. Pero se me paga por hacer este trabajo, y además tengo una debilidad por La Mujer de Azul.

Y, por otra parte, ¿qué hacer en una Varsovia a la que se le han arrancado sus encantos, cuando, a los veintisiete años, alta, con el rostro en forma de corazón y trenzas de color ceniza, no se espera nada de la vida, cuando todo ha sido ensuciado, estropeado y además se ha abandonado, tras una pelea salvaje, a alguien en París que tiene derecho a despreciaros? Me fui a hacer las maletas.

2 comentarios

  • NeverMore julio 10, 2007en6:34 pm

    Ya tengo una buena excusa para ir al mercado de San Antoni.
    A ver si puede ser este domingo…

  • Palimp julio 11, 2007en11:54 am

    ¡Que haya suerte!

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