La jornada del repartidor Pere Bitxo empieza con un mal augurio, el ulular de un Búho al alba. Tras un despertar accidentado comenzará su jornada recogiendo a las prostitutas de Complicité, seguirá con el reparto de huevos y acabará como el rosario de la aurora porque todos los personajes extravagantes con los que se ha ido cruzando se verán mezclados por culpa de las lluvias torrenciales y la crecida del río.
Novela ágil, con situaciones disparatadas, muy divertido y agradable de leer. Estos libros que, aunque sepas que no van a dejar huella en la historia de la literatura, agradeces haber descubierto y disfrutado con su lectura.
Recomendable.
—¡Ah!, porque el Piscina es un buen muchacho. Además, encuentro que esa farlopa que tiene, anima mucho. Cuando hay farlopa en la coral se nota un montón. Un día el mo-sén nos tuvo que dar el alto porque parecía que estuviésemos todas, por decirlo en una palabra, bien drogadas. ¡Qué euforia, qué ganas de hablar nos entraron a todas! No lo hacemos siempre, ¿eh? Pero de cuando en cuando nos va bien.
—Esto sí que no me lo esperaba. Me has dejado de piedra, Pilar. ¿En la coral también os tomáis ese yeso? —pregunta Bitxo mirando a Piscina con cara de reprobación.
—La Pilar ya sabe que es como una herramienta de trabajo… —responde Piscina.
—No, yo en la carnicería no lo he tomado nunca. Pero cuando voy a cantar, me pone eufórica.
Bitxo mueve la cabeza mientras pronuncia las pocas palabras que es capaz de decir. —Estáis todos zumbados.
P. J. Llongarriu, empresario de exposiciones itinerantes de arte, entra decidido en el taller. Los saluda a todos y se lleva a Piscina a un rincón, para hablar con él en privado. Saca del bolsillo el pequeño buda con el corte en la cabeza que esta mañana ha lanzado contra la furgoneta del Matutano, y encarga un centenar de piezas iguales que la que lleva en la mano. P. J. Llongarriu mira a derecha e izquierda para asegurarse de que nadie les escucha.
—Mira, este corte en la cabeza es la gracia de la figura del buda. Ha sido el gran éxito de la exposición que he inaugurado esta mañana en la sala Traca&Art, de Catllá. La gente no hacía más que pedírmela. No he querido venderla porque solo tengo una. Y he deducido, por la demanda, que podía hacer negocio. He dicho que esta ya la tenía vendida, pero que
dentro de dos días me llegarían más de la China. Ya tengo una lista de budas encargados con la paga y señal ingresada.
—El buda, ningún problema —contesta Piscina—, el corte en la cabeza es más difícil, porque lo tendré que hacer a mano, y eso encarecerá el producto. Además, los cortes no quedarán todos idénticos.
—Diré que son de diferentes regiones. Te dejo el buda de muestra. Ten cuidado, es una pieza única. Sobre todo no me falles. Tú también saldrás ganando. Tendrían que estar hechas para mañana. Y sobre todo, Piscina, sé discreto. Nadie ha de saber que los budas de China salen de aquí, de tu taller de Tanaret.
—Doucement, ya sabes que para estas cosas yo soy un profesional. Por mi parte nadie sabrá nada. ¡Ni mi mujer lo sabrá!
P. J. Llongarriu da un cachete a Piscina en la mejilla como señal de complicidad y se dirige hacia donde está Bitxo, que le pregunta cómo ha ido la exposición.
—Muy bien, muy bien. Precisamente quería verte para comprarte unas cuantas hueveras de cartón vacías. Resulta, que al crítico de arte del diario Comarcal’le han gustado mucho un montón de hueveras de cartón medio deshechas por la lluvia, que esta mañana te has dejado sobre uno de los ceniceros de diseño de la sala de exposiciones. Antes de venir aquí he pasado por la redacción del diario. Aquí tengo la crítica —dice, mientras la saca del bolsillo del pantalón. Después la despliega, y mientras la lee, se la va explicando a Bitxo—. Bien, empieza diciendo que las piezas son de calidad, que denotan su procedencia oriental y que, gracias a mi esfuerzo, la comarca puede disfrutar de ello, etc., etc. Y después dice: «Pero no todo lo que puede verse es artesanía oriental. Está expuesta, en medio de las otras, una pieza rompedora e inquietante, dos materias juntas resultado del azar, a medio camino entre el volumen puro y la superficie bidimensional
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