Nueva Dimensión 60.

noviembre 17, 2008

Editorial Dronte, 1974. 128 páginas.

Nueva Dimension 60
Pequeñas dosis

Ahora está de moda el cuento corto o ultracorto como ya vimos en la entrada de La otra mirada, pero en la ciencia ficción siempre ha sido un formato muy utilizado, en ocasiones con gran maestría. Este número de Nueva Dimensión recoge una buena selección de cuentos cortos de varios países. Veamos la extensa lista (sacado de aquí:Nueva dimensión 60:

Vance Aandahl. El Desgraciado Sr. Morky

Miguel Agustí. La Ejecución

Isaac Asimov. Insértese la Varilla A en el Agujero B

Alfred R. Braunowsky. De un Modo Humanitario

Paolo Brera. Polvo de Cianuro

Carlos Buiza. La Desgracia de Qwerty

David R. Bunch. Reunión

Arthur C. Clarke. Cruzada

Theodore R. Cogswell. Ya Conocéis a Willie

Leon Eliachar. El Experimento

Philip José Farmer. El Juramento Sumerio

S. Fowler Wright. Obviamente Suicidio

Clovis García. El Paraíso Perdido

Harry Harrison. La Tienda de Juguetes

Damon Knight. El Manipulador

Fritz Leiber. Mariana

Jean-Michel Marchetti. Asistencia Pública

Ray Nelson. Las Ocho en Punto de la Mañana

Jaime Rosal del Castillo. Érase una Vez

Joanna Russ. Frases Útiles para el Turista

James H. Schmitz. No Queremos Ningún Problema

Robert Sheckley. Tubo Digestivo Abajo y al Cosmos con Mantra, Tantra y Lluvia de Estrellas

Clifford D. Simak. Último Acto

Evelyn E. Smith. El Marciano y el Mago

Kurt Vonnegut, Jr.. Harrison Bergeron

Arthur Zirul. Las Cosas Hermosas

Hay de todo, pero se encuentran algunos relatos bastante buenos. De un Modo Humanitario conserva su carga emotiva intacta. El Manipulador podía muy bien ser una metáfora de los guionistas y Mariana ha aparecido en varias antologías. Farmer propone una divertida teoría a buen ritmo en El Juramento Sumerio y Tubo Digestivo Abajo y al Cosmos con Mantra, Tantra y Lluvia de Estrellas, sobre los efectos alucinógenos de las drogas, tampoco está nada mal. El descubrimiento de que los científicos son en realidad magos encubiertos es gracioso, aunque El Marciano y el Mago sea un poco previsible. El pesimismo de Las Cosas Hermosas reflexiona acerca de la utilidad del arte. También hay un cómic de Gotlib

Por la calidad de selecciones como ésta es por la que Nueva Dimensión se mantuvo tanto tiempo.

Escuchando: Four Women. Dee Dee Bridgewater.


Extracto:[-]

Atrapado en el mostrador de Comidas congeladas y Helados, con un asesino acercándosele por cada extremo, Goodbody saltó sobre la parte superior del carrito del supermercado. Con la gracia y el encanto del Doctor Blood (tal como lo interpretaba Errol Flynn), Goodbody se zambulló sobre la parte superior de Cucuruchos de helado y Jarabes de chocolate. Al mismo tiempo, el empujón de sus pies al tomar impulso lanzó el carrito corredor abajo, contra el asesino más cercano.

Aunque Goodbody se desplazaba con gran aplomo y considerable armonía, derribó altas cajas de cucuruchos de helado y cayó al otro lado sobre la Herramientas del hogar y Suministros para el hágaselo-usted-mismo. La catarata de Goodbody y llaves inglesas, tenazas, destornilladores, cajas de clavos, tuercas y rollos de alambre atemorizó a las compradoras e hizo que una se desmayase contra Comidas para animales y Jaulas de pájaros.

Goodbody se lanzó bajo una barandilla y luego galopó a lo largo de la parte delantera, hacia el Departamento de licores. Un grito hizo que mirase hacia atrás. Los muy estúpidos habían cometido el error de sacar sus bisturíes; desde luego, estaban desesperados. De todos modos, era posible que no pretendiesen matarlo dentro del supermercado. Quizá lo estuviesen acorralando hacia el aparcamiento, donde otros lo atraparían.

Tiró de un presentador de libros de bolsillo mientras pasaba, haciéndolo caer de modo que El valle de las muñecas, El arreglo, Parejas y El ser sexual púrpra del planeta desnudo saltaron como los hiperactivos dedos de los desesperadamente hammbrientos y desesperadamente mecanografiantes pornógrafos. El perseguidor más cercano, que blandía su bisturí, desabrió que se le había clavado en la punta un ejemplar de ¿Así que quiere ser usted un cirujano cerebral?

Cuan apropiado y cuan terrible!, pensó mientras huía a través de la puerta. El era el autor de aquel best seller, cuyos ingresos por royalties no podía gastar porque quizá encontrase a los agentes del Colegio de Médicos esperándole, si iba en busca de los cheques.
En el aparcamiento, que estaba casi tan iluminado como si fuera de día, un coche se abalanzó contra él. Saltó de nuevo por los aires, realizando tres entrechats para ganar altura (recordándole los días en que había entrado en el anfiteatro de operaciones bajo los aplausos de famosos cirujanos y boquiabiertos estudiantes de primer curso). Cayó entre un Chevrolet y un Cadillac y echó a correr inmediatamente. Rechinaron neumáticos, sonaron puertas, retumbaron pasos, gruñeron voces.

—¡Doctor Goodbody! ¡Deténgase! ¡No queremos hacerle ningún daño! ¡Es por su propio bien! ¡Está usted enfermo, enfermo!

Acorralado en el ángulo formado por dos altas paredes, se volvió para enfrentarse con ellos. No podrían decir que había gemido, como su joven dios, el Doctor Kildare, tampoco habría gemido, ni aunque se hubiera visto enfrentado con una gran cuenta que no fuera posible cobrar.

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