María Martín. Ni por favor ni por favora.

enero 7, 2020

María Martín, Ni por favor ni por favora
Libros de la catarata, 2019. 130 páginas.

Ensayo a favor de utilizar lenguaje inclusivo de una manera consciente y con cabeza. Sin caer en excesos como ‘todxs’ que están bien para hacer visible el problema pero que no constituyen una solución. Pero aportando propuestas concretas y prácticas.

En la contraportada podemos leer la siguiente anécdota que ilustra muy bien cual es el problema:

«Los niños que terminen pueden ir al recreo», dice la maestra. Julia se queda sentada en su pupitre, esperando su turno. «Fulanita, he dicho que podéis ir al recreo» y, como Julia permanece inmóvil, al final le explica que con «niños» se refiere también a las niñas. Horas más tarde, el profesor de gimnasia dice: «Los niños que quieran formar parte del equipo de fútbol que levanten la mano». Julia alza la mano, decidida, a lo que el profesor, incómodo, reacciona: «He dicho los niños». Julia, estupefacta, no entiende nada. «¿Pero no había dicho ‘los niños’?». Y así, las mujeres, desde pequeñas, tienen que aprender a deducir cuándo están incluidas y cuándo no. Aunque la anécdota puede parecer divertida, en realidad no lo es.

No basta decir que en castellano el masculino es el neutro y lavarnos las manos tan tranquilamente. Lo que se decidió puede decidirse de nuevo. Si un ganadero no dice ‘tengo 40 toros’, sino que será consciente de el número de vacas que tiene ¿Por qué no vamos a hacer lo mismo con las personas?

En la Edad Media, la forma masculina no se consideraba suficiente para dirigirse a hombres y mujeres en los discursos pregonados en las plazas públicas. Se decía ‘iceux et icelles [aquellos y aquellas] así como ‘tuit et toutes [todos y todas] Se podía decir ‘mairesse’ [alcaldesa] en el siglo XIII; commandante en chef [comandanta] e ‘inventeuse [inventora]; en el siglo XV; ‘lieutenante [tenienta] en el siglo XVI; ‘chirurgienne [cirujana] en 1759. Sin embargo, la jerarquía que hoy se discute por el uso del género masculino para designar a las personas de ambos sexos se remonta al siglo XVII, cuando en 1647 e^ gramático francés Vaugelas declara que «la forma masculina tiene preponderancia sobre la femenina, por ser más noble» La elección del masculino, recomendada por este gramático, ni era una decisión neutral ni pretendía serlo.

Pero al pensamiento todavía machista de la sociedad hay que añadirle una actitud machista por parte de la RAE, de la que este libro da sobrados ejemplos. Además de las habituales burlas por parte de quienes ya ven bien como están las cosas. Pero no es el caso de hacer desdoblamientos a lo loco con resultados risibles, sino de emplear fórmulas que sean realmente neutras y no sexistas.

Recogía la lingüista Olga Castro en «Rebatiendo lo que otros dicen de lenguaje no sexista» este texto de lo que dicen es lenguaje inclusivo: «Los empleados y las empleadas gallegos y gallegas están descontentos y descontentas por haber sido instados e instadas, e incluso obligados y obligadas, a declararse católicos y católicas»
¿De verdad alguien cree que pedimos que se hable así? ¿Alguien aquí puede escribir esta misma frase sin hacerla farragosa ni disparatada? Por supuesto que sí. He hecho la prueba con mis sobrinos (entre 9 y 14 años) y los tres han sabido reescribirla de forma no sexista sin apenas pensar y sin tanta tontería. Estas son sus propuestas:
Hugo, 14 años: «Quienes tienen empleo en Galicia se han molestado por obligarles a declararse parte de la Iglesia católica»
Alvaro, 12 años: «Todas las personas empleadas de Galicia están descontentas por haber sido instadas u obligadas a declararse católicas»
Cayetano, 9 años: «En Galicia a veces obligan en los trabajos a decir que eres católico» (vale, no es perfecto, pero tiene 9 años y lo ha intentado sorteando el peligro hasta el final)

Si unos niños son capaces de hacerlo ¿no deberíamos hacerlo todos?

Una lectura iluminadora. Muy recomendable.

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