Juli Zeh. El método.

enero 6, 2020

Juli Zeh, El método
Mondadori, 2011. 250 páginas.
Tit. Or. Corpus delicti. Ein prozess. Trad. Laura Manero Jiménez.

Estamos en una sociedad en la que el culto a la salud es la norma y no cuidarse es constitutivo de delito. El método cuida de los ciudadanos, fumar o beber alcohol es ilegal, y todo parece idílico. Pero el hermano de la protagonista fue acusado de un asesinato que juró no cometer y si decide creerle eso quiere decir que el método también es capaz de equivocarse.

Entretenido, más filosófico que de ciencia ficción, te atrapa por las ganas de saber que va a pasar después en el particular descenso a los infiernos de la protagonista. Pero a medida que llegamos al final todo se va resolviendo de una manera bastante poco profunda, empezando por las razones de la acusación de su hermano que hasta donde yo sé son científicamente imposibles.

Me ha gustado como acaba, pero el cómo se encamina hasta ahí me ha parecido flojillo. Pero para pasar el rato no está mal. Otras reseñas: El método y El método

Entretenido.

-Nuestra sociedad ya ha llegado a su meta -dice Kra-mer mientras llena el hervidor de agua—. Al contrario que todos los sistemas del pasado, nosotros no obedecemos ni al mercado ni a una religión. No nos hace falta ninguna ideología audaz. Ni siquiera nos hace falta la mojigata creencia en una soberanía del pueblo para legitimar nuestro sistema. Obedecemos únicamente a la razón, pues nos basamos en un hecho que se deriva directamente de la existencia de la vida biológica. Existe una sola característica que une a todos los seres vivos. Una señal distintiva que marca a todos los animales y a todas las plantas, y en especial a los seres humanos, la voluntad incondicional de sobrevivir, individual y colectivamente. Esa voluntad es la que hemos elevado a principio fundamental del gran acuerdo sobre el que se basa nuestra sociedad. Hemos desarrollado un método que aspira a garantizarnos a todos y cada uno de nosotros una vida lo más larga y libre de dificultades que sea posible; es decir, una vida sana y feliz. Libre de dolor y de aflicción. Con ese objetivo en mente, hemos organizado un Estado altamente complejo, más complejo que cualquier otro que lo precediera. Nuestras leyes funcionan con una precisión exacta, de una forma compa-
rable al sistema nervioso de un organismo. Nuestro sistema es perfecto, tiene una capacidad asombrosa para subsistir, es fuerte como un cuerpo., aunque también igual de propenso a enfermar. Una simple infracción de uno de sus principios básicos puede herir de gravedad a ese organismo, o incluso matarlo. ¿Limón?
Mia acepta con gratitud el agua caliente con un cho-rrito de limón que le alcanza Kramer. Le sienta bien. Él toma asiento frente a ella, en el sillón, y sopla en su taza.
—¿Entiende lo que quiero decir con eso?
—Que no hay ninguna posibilidad racional de poner en entredicho la credibilidad de una prueba de ADN -responde Mia en voz baja.
Kramer asiente.
—Las pruebas de ADN son infalibles. La infalibilidad es un pilar fundamental del método ¿Cómo vamos a explicarle a la gente del país la existencia de un principio, si ese principio no es racional y válido en todos los casos, dicho de otro modo, infalible? Esa infalibilidad nos exige que seamos consecuentes, a lo cual nos obliga el sentido común.
—Mía —dice la amada ideal—, este hombre habla con fórmulas. ¡Este hombre es una máquina!
-Es posible.
—¡El sentido común —exclama la amada ideal— es cuando uno quiere tener razón y no puede argumentar el porqué con motivos!
—Espera un momento.
-¿Cómo dice? -pregunta Kramer.
—¿Dónde queda la infalibilidad cuando hablamos de lo humano? —pregunta Mía.

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