Manuel Luis Martínez. Crossing.

junio 18, 2007

Editorial Limes, 2006. 157 páginas.
Tit. Or. Crossing. Trad. Luisa Resola, Daniel Pérez, Carlos Rodríguez, Begoña Minguito, Carmen Hevia.

Manuel Luis Martínez, Crossing
Cruzando la frontera

A través del blog Comeclavos me llegó este libro, editado por Limes, una pequeña editorial (con blog propio) ganadora del premio Jóvenes editores del master en edición 2005-2006, organizado por el Grupo Santillana y la Universidad de Salamanca. Si hay que animar a los autores que empiezan, también tenemos que hacerlo con las editoriales que tienen que publicarlos.

La historia nace de una noticia periodística; un grupo de inmigrantes ilegales muertos fue hallado en un furgón de tren. El libro reconstruye el infierno sufrido por los inmigrantes que se debaten entre una situación insoportable y los fantasmas del pasado que atormentan su conciencia. El calor no es el único responsable del ambiente de asfixia del vagón de tren en el que van muriendo los pasajeros.

El autor acierta al no hacer una denuncia simplista de un hecho trágico. Los paisajes interiores de los protagonistas nos demuestran mejor que cualquier panfleto que los que mueren cruzando la frontera -cualquier frontera- no son simples números en una estadística.

Piénsenlo cuando lean las noticias de muertos en pateras.

¡Se me olvidaba! Recomiendo el libro por sus cualidades literarias, no por su capacidad de denuncia. Mi enhorabuena a la editorial Limes por su primer libro.

Escuchando: Somebody told me. The killers.


Extracto:[-]

Me recuperé en las siguientes semanas. El viejo era paciente y nunca rae hizo demasiadas preguntas sobre cómo me había dislocado el hombro. Caminaba casi sin ver, pero no usaba bastón. Conocía el lugar a la perfección. Pasaba con facilidad de habitación en habitación. Uno podía suponer equivocadamente que a causa de su mal solo podía hacer una demostración así en su propia casa. Pero le vi caminar hasta el pozo con un cubo llenarlo de agua y regresar sin que salpicase. Tenía unas pocas gallinas y un caballo de tiro que ya no servía ni para arar, aunque tampoco había nada que arar. El viejo los alimentaba y se alimentaba a sí mismo. El resto del día se sentaba delante de la casa, levantándose de vez en cuando para estirar las piernas. Me parecía que estaba muy solo. Es horrible perder la vista. Preferiría perder cualquier otra cosa antes que la vista.

Cuando me encontré con fuerzas como para dar un paseo sin demasiados problemas me ofrecí a ayudarle en pago a su hospitalidad: —No puedes ver, pero necesitas reparar tu cerca, y tu gallinero se esta cayendo a pedazos. Las gallinas no quieren vivir ahí —le dije.

—¿Queme importa lo que quieran las gallinas? Cuando descubran que sus problemas no han hecho más que empezar, ya me las habré comido. En cuanto a mi cerca, el vecino de al lado está muerto y mi caballo Moctezuma es demasiado viejo para vagabundear por ahí. Creo que se alegró cuando me quedé ciego. Sabía que estaba listo para el retiro. Si arreglas la cerca puedes darle un susto de muerte.

Pero me dediqué a trabajar en la granja del viejo. No dijo nada más sobre mi tarea, pero se dedicó a cocinar para mi y a darme buena compañía. Después de que pasaron unos pocos meses, el lugar parecía una granja decente. Todavía planeaba marcharme tan pronto como pudiera, pero me sentía cómodo allí. Me encariñé de forma considerable con el viejo. No hablaba mucho, pero prestaba atención a mis ideas y sueños. Un día me preguntó directamente: —¿Donde esta tu gente? ¿Por qué no vuelves con ellos?

Le conté como había sido vendido por mi padre. —Es duro aprender una cosa así tan joven —dijo—. Pero supongo que lo descubrirías más tarde o más temprano. La mayoría de nosotros somos peones que pagan sus deudas de una forma u otra. Lo realmente jodido es que a menudo tenemos que pagar las deudas de otros. Eres condenadamente afortunado si trabajas sólo para conseguir tu propia libertad. Por supuesto esto también es una ilusión. En esta vida estás bajo la bota de otro y por más que lo intentes nadie te va a tratar de forma justa. Como la mayoría, nadie te avisará cuando hayas saldado tu deuda. Estarás siempre pagando. Es bueno que te des cuenta. Pero eso es dar vueltas en balde. No te hará ningún bien. Debes tomártelo con calma, quizá quedarte ciego como yo, o peor, perder tus piernas o brazos. ¿Y qué pasa entonces? ¿Qué bien te harían tus viajes y aventuras? Mírame a mi, ciego e inútil para cualquiera excepto para mi mismo. Pero tengo mi sitio, ciego y achacoso como estoy. Toda esa aventura no trae nada excepto muerte, enfermedad y dolor desde el comienzo de la historia.

2 comentarios

  • PLBello julio 13, 2007en8:28 pm

    Pues muchas gracias por la enhorabuena, un día de estos conseguiremos editar otro título. Saludos.

  • Palimp julio 14, 2007en5:46 pm

    Ánimo y en marcha…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.