José María Merino. Cuentos de los días raros.

octubre 21, 2009

Punto de lectura, 2007. 240 páginas.

José María Merino, Cuentos de los días raros
Imprevistos

Ya tenía leído un libro de cuentos de este autor que no me impresionó demasiado. Además se le notaban influencias del Michael Ende de El espejo en el espejo. Comenté por aquí su recopilación de leyendas españolas: Leyendas españolas, que me pareció bien escogida y adaptada. Por fin, en numerosos medios leí buenas críticas de este libro de cuentos y decidí animarme.

Los cuentos:

Celina y Nelima
Mundo Baldería
Sinara, cúpulas malvas
La memoria tramposa
All you need is love
Los días torcidos
Papilio Síderum
El inocente
La impaciencia del soñador
Maniobras nocturnas
La casa feliz
El fumador que acecha
La hija del Diablo
El viaje secreto
El apagón

Pues bien, el resultado es decepcionante. No están mal escritos, el autor tiene oficio. Pero son mediocres y poco originales. No tienen chispa, y tratándose de cuentos que tocan los temas insólitos es una falta grave. El primero, Celina y Nelima, de un profesor que se enamora de una inteligencia artificial, es previsible y sin gracia -y para un lector de ciencia ficción podría pasar por cuento de novato. El segundo, Mundo Baldería, trata el tema de la evasión a un mundo de fantasía. Todos los clichés sin faltar uno; el empleado en temas financieros descontento con su vida, los libros de aventuras que resultan ser reales… Si no has leído Neverwhere de Gaiman igual te puede hacer gracia, pero si ya lo has leído puedes pensar que es un mal plagio.

En defensa del autor diré que El fumador que acecha, con los mismos personajes que el primer cuento es bastante mejor, y que Papilio Síderum cogiendo otro tema clásico de la ciencia ficción mezclado con dos de los cuentos breves más famosos de la literatura también cumple muy bien su papel. El viaje secreto, defensa de la lectura de libros donde uno de los protagonistas dice:

Te olvidas de las palabras que vas leyendo y entras en sitios verdaderos, con gente que habla y hace cosas, corres aventuras, es un viaje secreto

Conmueve a pesar de su sencillez argumental un poco maniquea. Y el libro que cierra el volumen, El apagón es posiblemente el mejor de todos, quizás por no tocar el elemento fantástico. Porque la contraportada miente, no es el asombro de lo cotidiano lo que se lee en estos cuentos, sino sucesos asombrosos que les pasan a personas corrientes.

No es que el libro sea malo, ojo. José María Merino es un escritor solvente y no leerán nada que les haga daño a las neuronas. Pero es un libro flojito y poco original. Para adolescentes y personas que se inician en la lectura funcionará bien. No entiendo como se puede ensalzar tanto este libro, mientras que figuras nuevas como Ivan Humanes, Víctor García o Matías Candeira, con un lenguaje más poderoso y unas ideas más frescas y estimulantes no tengan el reconocimiento que se merecen.


Extracto:[-]

El extraño equipaje nos sorprendió, pues entre los internos nadie tenía un libro de tal clase, y creo también que nadie lo había leído jamás. A veces circulaba furtivamente algún tebeo, que si caía en las manos de los profesores o celadores era despedazado de inmediato, mientras su destructor mostraba el gesto de satisfacción de quien acaba de hacer desaparecer del universo un espécimen tan repugnante como dañino, y los únicos libros que había en el colegio eran los de texto, salvo algunos que guardaba la pequeña librería de la sala de juegos de la sección de acción católica, entre mesas con tableros de parchís, oca, ajedrez, un futbolín, un ping pong, que incitaban a la religiosidad y al buen comportamiento, y que no lograban interesar a casi nadie.

Alguien dijo que aquellas novelas no se las iban a dejar y el nuevo preguntó con naturalidad que por qué no, si las iba a leer en sus ratos libres. Y se las dejaron, siempre que no estuviese con ellas más que en el asueto de la tarde de los jueves, en el rato que nos dejaban dedicar a escribir a la familia o a los juegos de mesa. Claro que antes el padre Laurentino y el Tenaza revisaron aquellos libros con mucha atención, pero no debieron de encontrar en ellos nada inconveniente, porque eran libros con muchos dibujos intercalados que parecían adecuados para que los leyesen los chicos de nuestra edad.

La afición lectora del recién llegado era digna de admirar. En aquellos asuetos, sentado delante de su novela, parecía hipnotizado. Nada lo sacaba de su ensimismamiento, hasta el punto de que ni siquiera parecía oír el timbrazo que anunciaba la cena, y tenía que ser el celador o alguno de nosotros quien le avisase. Separaba entonces la mirada del libro con un respingo, como si despertase, y yo me preguntaba qué podía haber en aquellas páginas capaz de sujetar su atención con tanta fuerza, pues por aquel entonces tampoco yo había leído ninguna novela. En casa de mi tía no había otros libros que una sagrada biblia, un kempis y un romancero, y en mi relación con las páginas impresas en los libros de texto no había encontrado ninguna sensación lo suficientemente estimulante como para animarme al esfuerzo de leer otro libro más, aunque no estuviese marcado por las obligaciones y programas escolares.

Como el nuevo era vecino mío en el dormitorio, una noche, antes de que tocasen silencio, le pregunté qué era lo que encontraba de interesante en aquellas novelas, que ni se enteraba de los timbrazos. Estuvo callado un rato y por fin me dijo que leer una novela era como alejarte de todo lo que te rodeaba de ordinario, penetrar en otro mundo.

—Te olvidas de las palabras que vas leyendo y entras en sitios verdaderos, con gente que habla y hace cosas, corres aventuras, es un viaje secreto —murmuró, antes de darse la vuelta y ponerse a dormir.

Pero me estoy anticipando un poco, pues creo que cuando me contó aquello ya había pasado tiempo desde su llegada, y el Ruti lo tenía entre ceja y ceja. La enemistad del Ruti había empezado nada más llegar. Al verlo tan alto, le dijo que tenía que unirse al equipo de baloncesto. El recién llegado repuso que él nunca había jugado al baloncesto.

2 comentarios

  • juan carlos márquez octubre 22, 2009en12:06 pm

    Joder, los tienes bien puestos.

  • Palimp octubre 23, 2009en7:28 pm

    Hombre, no es para tanto.

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