John Dos Passos. Manhattan Transfer.

agosto 31, 2007

Editorial Brugera, 1980. 472 páginas.
Tit. Or. Manhattan Transfer. Trad. José Robles.

John Dos Passos, Manhattan Transfer
Historias de la gran manzana

Mi primera quedad bloguera me sirvió para conocer a J.J. Merelo, uno de los históricos de la blogosfera y hacer bookcrosing con él. Yo le llevé un libro de Juan José Millás y el me trajo una edición en inglés de Manhattan Transfer.

No es casualidad que la pereza sea uno de los pecados capitales. Aunque habitualmente leo libros técnicos en inglés -mi profesión me obliga- no tengo la cultura suficiente como para leerme un clásico de tantos quilates. Resultado: lo fui postergando. Mi mujer tenía -casualidades de la vida- una edición en castellano y ahí vi mi oportunidad. Empecé una lectura a dos bandas, cuando me sentía perdido en inglés echaba mano del castellano. Por desgracia a partir de la mitad del libro imperó de nuevo la pereza y el inglés languideció en la mesilla.

La historia es fragmentada y veloz, como el corazón de la gran manzana, escenario que impregna la vida de los protagonistas. Todo al ritmo de una metrópolis frenética, donde todo es posible. El lechero de ayer puede ser el poderoso sindicalista del mañana. El niño rico se convierte en un modesto periodista.

Dejando de lado su extraordinaria calidad literaria es un retrato de una época en la que el sueño americano brilla con toda su fuerza: Manhattan es una ciudad dura, pero cualquiera puede prosperar o encontrar su sitio.

Muy bueno.

Escuchando: Acción. Seguridad Social.


Extracto:[-]

A grandes zancadas, cojeando un poco a causa de sus pies ampollados, Bud descendía Broadway. Pasó por delante de solares vacíos donde brillaban latas de conserva entre hierbas y matojos de zumaque y zuzón; pasó entre filas de carteleras y anuncios de Bull Durham; pasó por delante de chozas y casucas abandonadas, dejando atrás vertederos llenos de escombros y ruedas, donde los volquetes descargaban cenizas y escorias; pasó ante moles de roca gris que las perforadoras de vapor taladraban y roían continuamente, ante excavaciones desde las cuales subían trabajosamente a la calle carros cargados de cascote y greda. Hasta que se encontró andando por aceras nuevas, entre filas de casas de ladrillo amarillo. Bud miraba los escaparates de las tiendas de comestibles, de las lavanderías chinas, de los lunch-rooms, de las tiendas de flores, de las verdulerías, sastrerías y reposterías. Al pasar por debajo del andamiaje de un edificio en construcción, su mirada se cruzó con la de un viejo que estaba sentado al borde de la acera, componiendo lámparas de aceite. Bud se paró a su lado, se subió los pantalones, carraspeó:

—Oiga, ¿no puede usté decirme de un buen sitio donde me den trabajo?…

—Buenos sitios donde den trabajo no los hay, amigo-Malos, sí, de sobra… Yo dentro de un mes y cuatro días cumpliré los sesenta y cinco, y he trabajado desde que tenía cinco años, creo, y no he encontrado un buen empleo aún.

—Yo con cualquier trabajo me contento.

—¿Tiene usté tarjeta de la Unión?

—No tengo ná.

—Sin tarjeta no le darán trabajo en el gremio de constructores —dijo el viejo.
Se restregó los pelos grises de su barbilla con el dorso de la mano, y volvió a sus lámparas. Bud se quedó mirando la selva de vigas de hierro, blancas de polvo, del nuevo edificio, pero al fijarse en un hombre de sombrero hongo que le miraba por la ventanilla de la caseta del vigilante, echó a andar, molesto, arrastrando penosamente sus pies: «Si pudiera meterme en el mismo centro…»

En la otra esquina se agolpaba la gente alrededor de un automóvil blanco, muy alto. Nubes de humo salían de la parte de atrás. Un policía sostenía a un chiquillo por los sobacos. Desde el coche un hombre colorado, blancas patillas de morsa, gritaba enfurecido:

—Le digo a usted, guardia, que tiró una piedra… Esto tiene que acabar. Un policía ponerse de parte de los pillos y granujas…

Una mujer con el pelo recogido sobre la coronilla en un moño tieso, vociferaba amenazando con el puño al hombre del auto:

—¡Por poco me pilla, guardia, por poco me pilla!

Bud se arrimó a un joven, con mandil de carnicero, que llevaba una gorra de baseball echada hacia atrás.

8 comentarios

  • Sebastián [la otra chilanga] agosto 31, 2007en7:57 pm

    Hace tiempo, unos quince años quizás, creo haber leído a éste Dos Passos y, precisamente, también en Bruguera. El asunto es que no recuerdo de qué va. Sin embargo, algunas imágenes nada nítidas parecieron desempolvarse con este fragmento; creo que será uno más en la lista de libros para leer por segunda ocasión.

  • Magda septiembre 1, 2007en3:29 am

    Más de 400 páginas y en inglés, uf, yo no me las leo, sinceramente.

    Hace no mucho leí de él ‘Distrito de Columbia’, me gustó. Un buen escritor.

  • Palimp septiembre 1, 2007en7:42 pm

    No es extraño que no recuerdes el tema porque no lo hay. Son fragmentos de vidas más o menos relacionadas que no comparten una historia común.

    Yo sólo pude con la mitad. Vago que soy. 🙂

  • JJ septiembre 3, 2007en11:46 pm

    La verdad es que es uno de los libros más complicados que he leido en inglés, así que has hecho bien. Yo lo encontré un libro excelente, que ha marcado estilo.
    @Sebastián: como te dice, Palimp, no llega a haber tema. El tema es simplemente la ciudad, y las personas que viven en ella.

  • Palimp septiembre 4, 2007en3:46 pm

    El libro es bueno, y me hubiera gustado disfrutarlo en inglés… a ver si me pongo.

  • ericz septiembre 6, 2007en1:38 pm

    Yo lo tengo en una colección muy bien presentada, Los nuevos clásicos. Pero lo leí, creo que me gustó un poco no mucho, y nunca más lo toqué. Que me saquen la piel si me acuerdo algo. Nada.

  • Palimp septiembre 7, 2007en8:59 am

    Es un libro del que te pueden quedar imágenes más que un argumento, pero incluso esas pueden acabar diluyéndose…

  • Semilla noviembre 5, 2007en11:40 pm

    Está mejor un libro que es parte de una trilogía, se llama Paralelo 42

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