Ignacio Vidal-Folch. Turistas del ideal.

agosto 29, 2007

Ediciones Destino, 2005. 292 páginas.

Ignacio Vidal-Folch, Turistas del Ideal
Revolucionaros de escaparate

Este no es el primer libro que comento aquí de Ignacio Vidal-Folch, y además tengo pendiente No se lo digas a nadie. En esta ocasión el libro me lo regaló mi amigo y vecino Javier, así que desde aquí ¡gracias!

Vigil es un escritor comunista de novelas policiacas que viaja a Tierras Calientes para apoyar a el Capitán, un revolucionario culto y encapuchado. En el hotel donde se aloja se encontrará con otros intelectuales que han venido a apoyar el movimiento: Colores, un cantautor canalla al que le va la cocaína y Augusto, un escritor portugués galardonado con el Toison de Oro de las letras Europeas.

¿Les suena? Aunque el autor insita en decir que Los personajes son fruto de la imaginación del escritor y no se corresponden con personas reales no hace falta ser un lince para reconocer a Manuel Vázquez Montalbán, el subcomandante Marcos, Joaquín Sabina y José Saramago. Como dice la crítica del libro en Letras libres, quizás hay un exceso de realidad.

El título del libro hace referencia a una realidad de fácil comprobación; acudan a cualquier ONG del llamado primer mundo y se encontrarán a cientos de jóvenes que hacen turismo del ideal. Más de una vez he escuchado frases tipo En américa latina todavía sigue viva la revolución, pronunciada por alguien de familia acomodada que con pasar un mes de vacaciones disfrazadas de cooperación se sienten los salvadores del mundo.

Igual crítica puede hacerse a ciertos intelectuales que, sin dejar su buena vida, hacen alarde de compromiso con las causas del pueblo, muchas veces sin conocer como es la realidad. Todo esto lo plasma de la mejor manera el autor; con humor no exento de crueldad. No es extraño que pueda provocar sarpullidos; a veces duele verse retratado con fidelidad.

Tiene momentos realmente hilarantes y no deja títere con cabeza. Imprescindible.

Descárgalo aquí (necesitarás el eMule):

Vidal Folch, Ignacio – Turistas del ideal-doc.zip

Escuchando: La marquesa no nos quiere. Transportes hernández y Sanjurjo.


Extracto:[-]
—Quizás sí… —dijo uno de los gemelos—. Y me alegro por ellos. Les deseo lo mejor. Pero a nosotros, aquí, poco nos podrán ayudar, esos indios de las capuchas.

—Están demasiado lejos —asintió su hermano.

Vigil quedó atónito.

—Pero si somos nosotros los que debemos ayudarles a ellos —explicó—. Nosotros, los privilegiados ciudadanos del primer mundo, somos los que debemos echarles una mano a ellos, que no tienen de nada y se están jugando la vida. ¿No se os había ocurrido?

Los Valdemont no respondieron. Ellos no se consideraban privilegiados. Se consideraban injustamente maltratados por la vida. Y uno de ellos incluso musitó:

—Yo no he conocido lo que es el amor.

—¡Y aun así, fijaos bien, esos indios semidesnudos, esos muertos de hambre —dijo Vigil, sin oírle—, nos ayudan a nosotros, vaya si nos ayudan!

Se lanzó a explicarles la tesis que luego expuso una y otra vez en tertulias radiofónicas, artículos y conferencias: si las vanguardias izquierdistas europeas estaban desorientadas, desorganizadas y tan bajas de moral combativa que se hallaban prácticamente en estado de catatonía, aquella insurrección era la prueba de que América seguía siendo un volcán dormido que de vez en cuando entraba en erupción.

De ahí, de ahí tal vez vendría el Cambio: las clases y pueblos que el imperio ha desahuciado y condenado a formas más modernas, sutiles, hipócritas de colonialismo, saben alzarse, hurgar en las contradicciones del sistema y erigirse en Sujeto de la Historia —una Historia que está lejos de haber llegado al final al que tan alegremente la condenaba cierto mandarín gringo, el cocacolo predilecto de Tío Sam.

A medida que la guerrilla libraba escaramuzas, el eco de los disparos sonaba cada vez más fuerte en la capital de Tierras Calientes y en los países limítrofes, y a Vigil le encantaba comprobar, por las reacciones y comentarios de sus amigos, que el estilo de las proclamas de Capitán, que poseían una retórica singular, lejos de las fórmulas solemnes de precedentes caudillos revolucionarios, ya trilladas y enfadosas con sus apelaciones al heroísmo y sus promesas de nuevos amaneceres, y cercana más bien a la expresión lírica del poeta y a las ocurrencias efervescentes del publicista en estado de gracia, contribuía en buena medida a esa resonancia. A una civilización mediática y audiovisual, el Capitán le ofrecía una insurgencia mediática y audiovisual.

Muchachos idealistas, universitarios inquietos, curiosos, empezaron a afluir desde la capital hacia las aldeas y ciudades en el lindero de la selva para examinar de cerca cómo era una revolución en marcha. Desde atlí, la teniente Lupe los llevaba a visitar los campamentos y las comunidades clandestinas en una especie de circuito turístico-revolucionario que incluía visita a un hospital de campaña, catcquesis insurgente y velada con canciones revolucionarias al amor de una fogata.

2 comentarios

  • Stradivarius agosto 30, 2007en12:45 pm

    Estos «turistas del ideal» actuales se parecen mucho a sus antecedentes literarios, los estudiantes pijos y «revolucionarios» de «Últimas tardes con Teresa» de Juan Marsé, que hablaban de la gente del barrio del Carmelo (los «obreros») casi también como de indios encapuchados. También en «Los Mares del Sur» del propio Vázquez Montalbán el pijerío idealiza el cinturón industrial de Barcelona convirtiéndolo en un lugar ideal y exótico en revolución permanente, que se visita de cuando en cuando en busca de «autenticidad», y de redención para la propia conciencia de clase.
    Aunque digan lo que digan uno o varios Marcos y un Manu Chao (pero uno solo, por favor) son necesarios, da vergüenza ajena oír hablar a según quién…

    «nessuno mi portarà nel Sud»… ni falta que hace 🙂

  • Palimp agosto 30, 2007en2:30 pm

    Sí, por un lado da vergüenza ajena ver como muchos se autoproclaman salvadores del mundo, aunque por otro soy el primero en decir que si no existieran tendríamos que inventarlos.

    De todas maneras también tienen que existir críticas como la de Vidal-Folch, aunque escuezan.

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