Combel Editorial, 2015. 146 páginas.
Aprovecho el dÃa de navidad para colgar lo que bien podrÃa llamarse como la primera lectura compartida con mi hija. Cuando leyó el primer libro de esta saga me comentó ‘No pensaba que la lectura era tan divertida’. Casi me caigo al suelo. Después cada noche antes de dormir me pedÃa que le dejara leer ‘dos páginas más, por favor’, y yo dudaba entre permitÃrselo ¡cómo no! o utilizar psicologÃa inversa y prohibir para aumentar el deseo.
Pero antes de dejarle este libro, el cuarto de la saga, pensé que debÃa leerlo yo primero, como padre responsable que soy. Hay que tener mucho cuidado con las lecturas de nuestros hijos y vigilar que transmitan buenos valores. Si no luego se nos pueden dar a la mala vida y hacerse agentes de la propiedad o, peor aún, neoliberales.
El Agus se va de excursión a una granja escuela en el pueblo de Verdúria y mete en el equipaje a todos sus monstruos. Afortunadamente, porque no será una excursión tranquila. A Verdúria viaja también el malvado Dr. Brot y su risa malvada empeñado en robar una moneda de oro que, según cuentan las leyendas, provocó hace tiempo una guerra terrible entre hadas y duendes. Una guerra que se extendió por todo el planeta y que, si Agus y los monstruos no consiguen evitarlo, volverá a comenzar.
Como es habitual encontramos un montón de referencias culturales que sólo un lector adulto sabrá apreciar. Asà aparecen los cuadros de Goya, la pipa de Magritte, los campos de fresas de Lenon y un largo etcétera que hacen la lectura muy placentera. Yo me he reÃdo en muchÃsimas ocasiones.
Es habitual en las obras de teatro o pelÃculas dirigidas a niños incluir guiños a un espectador adulto para que los padres que acompañan a la manada puedan pasar mejor el trago. Pero no entendÃa cual era su misión en un libro que, por definición, se disfruta en soledad. Alguien me comentó que es una labor de siembra, de dejar en los niños ciertas referencias que alguna vez, con suerte, volverán a encontrar.
Pero creo que no. En realidad es un plan maligno, maquiavélico, digno del Dr. Brot. Los autores pretenden que los adultos también nos enganchemos a sus libros para que, teniendo más de un lector en la familia, sigamos comprando los libros por los siglos de los siglos, comentando entre nosotros las peripecias de sus protagonistas.
En mi caso han tenido éxito. No sólo me ha encantado la lectura. He sentido la alegrÃa incomparable de compartir, por primera vez, el placer de la lectura con mi hija. Gracias.
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