Haruki Murakami. Kafka en la orilla.

febrero 22, 2008

Editorial Tusquets, 2006. 586 páginas.
Tit. Or. Umibe no Kafuka. Trad. Lourdes Porta.

Haruki Murakami, Kafka en la orilla
Edipo en Japón

Cuando visité la biblioteca de la Sagrada Familia jugaba con ventaja. La mayor parte de los vecinos estaban tramitando su carnet de biblioteca, pero yo ya iba con el mío. Pude quedarme con este ejemplar de lo último de Murakami sin ningún problema.

Kafka Tamura se ha escapado de casa. Acaba de cumplir quince años, su madre abandonó a su padre llevándose a su hermana y su padre le ha cargado con una ominosa profecía. Por otro lado Satoru Nakata también tiene problemas. De pequeño sufrió un accidente que lo dejó con una especie de olvido. Desde entonces no puede leer ni escribir, pero puede hablar con los gatos. Las vidas de los dos acabarán entrecruzándose en una curiosa biblioteca de Takamatsu.

Hasta ahora todos los libros de Murakami me habían gustado -algunos más y otros menos- pero con este no he podido. Me ha parecido flojo, un producto. Contiene muchos de los elementos característicos del autor (personajes extraños, sucesos misteriosos, presencia del mal), pero no tiene alma. Lo mejor es el personaje de Hoshino, un camionero inculto pero de buen corazón que da la réplica graciosa.

Con todo tiene la misma capacidad de enganchar que sus otros libros, aunque esto sea una dudoda virtud que puede compartir con cualquier bestseller con dosis de misterio. No lo recomiendo.

Escuchando: Aquí. La Ley.


Extracto:[-]

Veintiocho de mayo… En este día se ha repetido lo mismo de siempre y de la misma forma. No ha ocurrido nada especial. Hoy he ido al gimnasio y, después, a la Biblioteca Conmemorativa Kómura He hecho los mismos ejercicios con los aparatos de siempre y he leído a Natsume Sóseki sentado en el sofá de siempre. Luego, al anochecer, he cenado en el local de delante de la estación. Creo que he comido pescado. Salmón. Dos raciones de arroz. He tomado misosbiru* y ensalada. Y después… Lo que ha sucedido a continuación ya no lo recuerdo.

Siento un dolor sordo en el hombro izquierdo. Junto con la percepción sensorial, el dolor ha vuelto a mi cuerpo. Es el mismo dolor que cuando chocas con fuerza contra algo. Me acaricio la zona por encima de la camisa con la mano derecha. Al parecer no hay herida, tampoco está hinchado. ¿Habré tenido un accidente de tráfico? Pero mis ropas no están rasgadas y el dolor se circunscribe a un punto de la parte interior de mi hombro izquierdo. Tal vez sea sólo una contusión.

Envuelto por la maleza, me incorporo poco a poco, extiendo los brazos y tanteo durante unos instantes. Pero mis manos sólo alcanzan a tocar las ramas de los arbustos, duras y retorcidas como el corazón de un animal maltratado. Mi mochila ha desaparecido. Me registro los bolsillos. El billetero está. Dentro hay dinero, junto con la tarjeta magnética del hotel, tarjetas de teléfono. Y además, un monedero, un pañuelo, un bolígrafo. A tientas yo diría que no falta nada. Llevo unos chinos de color crema, una camiseta blanca de cuello de pico y, encima, una camisa tejana de manga larga. Y una chaqueta azul marino. Mi gorra ha desaparecido. Era una gorra de béisbol con el logo de los New York Yankees. Al salir del hotel la llevaba. Y ahora no. La habré perdido o me la habré dejado en alguna parte. En fin. No importa. letal, gorras como ésa las hay en cualquier tienda.

Al fin encuentro la mochila. Estaba apoyada contra el tronco un pino. ¿Por qué la habré dejado ahí y me habré introducido en maleza hasta desplomarme dentro? Por cierto, ¿dónde estoy? Mi memoría se ha congelado. Pero lo fundamental es que haya recupera la mochila. Saco una pequeña linterna del bolsillo de ésta y compruebo de una ojeada lo que hay dentro. Parece que no falta nada.

El sobre con el dinero permanece en su sitio. Suspiro aliviado.
Me echo la mochila a la espalda y, pasando por encima de la maleza o abriéndome camino a través de ella, salgo a un espacio abierto. Encuentro un sendero estrecho. Sigo este camino alumbrándome la linterna hasta que veo una luz y salgo a lo que parece ser el recinto de un santuario sintoísta. He perdido el sentido en un pequeño bosque que se encuentra detrás del pabellón principal de un santuario sintoísta.

Es un santuario bastante grande. En el interior del recinto hay una única y alta lámpara de vapor de mercurio que arroja su fría luz sobre el pabellón principal, las ema* y el cepillo de las limosnas. Mi sombra se extiende fantasmagóricamente alargada sobre la grava. Encuentro el letrero con el nombre del santuario y lo memorizo. No hay un alma. Un poco más adelante doy con los lavabos y entro. Están bastante limpios. Me descargo la mochila del hombro y me lavo la cara con agua del grifo. Luego observo mi rostro reflejado en el espejo poco nítido del lavabo. Hasta cierto punto era consciente de ello, pero el aspecto de mi cara es horrible. Pálido, las mejillas hundidas, pegotes de barro en la nuca. El pelo alborotado en todas direcciones.

Y me doy cuenta de que tengo algo negruzco adherido a la pechera de mi camiseta blanca. Y ese algo tiene la forma de una gran mariposa con las alas extendidas. Primero intento sacudirlo con la mano. Pero no se va. Al tacto lo noto extrañamente pegajoso. Para recobrar la calma, me quito muy despacio la chaqueta y me saco la camiseta por la cabeza. Y a la mortecina luz del fluorescente descubro que se trata de sangre ennegrecida. La sangre está fresca, todavía no se ha secado. Hay mucha. Me la acerco a la nariz, no huele a nada. También hay salpicaduras en la camisa tejana que llevaba encima de la camina, pero son pocas y, como el color de base es azul oscuro, apenas e notan. Sin embargo, la sangre que mancha la camiseta se ve terriblemente vivida y brillante.

8 comentarios

  • Gonzalo Barr febrero 22, 2008en2:43 pm

    Estoy de acuerdo contigo. Parece que mientras más publica, más se diluye eso de especial que tiene su lenguage. Pero Murakami es un escritor super-industrioso. En Japón tiene publicado más de un centenar de cuentos y quien-sabe-cuantas novelas. Aquí en EEUU, cada dos o tres años vemos algo nuevo (viejo) de él en traducción. Lo último fué una colección de cuentos, “Blind Willow, Sleeping Woman,” que estuvo débil y “uneven,” palabra favorita de los críticos estadounidenses que usan cuando no saben qué escribir – unos cuentos mejores que otros. Bueno, eso se espera de cualquier colección, ¿no? Hasta ahora la novela que más me ha gustado sigue siendo “Hardboiled Wonderland and The End of the World.” Desafortunadamante, no veo que la hayan traducido al español. Es una mezcla de dos historias con el mismo protagonista. Las dos historias se resuelven a la misma vez. Cada una está relatada en un género distinto – ciencia ficción y novela de detective a lo Raymond Chandler or Dashiell Hammett. (Murakami fué traductor de las novelas de Chandler al japonés.) «Hardboiled» fué escrita antes de 1991, antes que él se volviera famoso muldialmente. Todavía tiene ese mismo sabor de “La caza del carnero salvaje.” Si lees inglés, te la recomiendo. Vale el esfuerzo. (En francés, es “La fin des temps”).

  • elena febrero 22, 2008en7:36 pm

    Qué cierto es eso de que para gustos no hay nada escrito. Yo sólo he leído ese libro de Murakami, y aunque creo que los que me quedan por leer serán mejores, Kafka en la orilla me gustó mucho, quizás porque es algo totalmente distinto a mis otras lecturas, y quizás porque me enganchó la magia del autor. Yo sí que lo recomiendo. Y así lo hice saber en la reseña que le dediqué en mi blog. Todavía hoy me siguen dando vueltas en la cabeza retazos de la historia.

    Un saludo

  • joeblisouto febrero 23, 2008en3:53 pm

    es extraño, de todos los libros que leí de este autor, este fue el que mas me gustó. quizá porque no habla de lo mismo, es decir, sexo, amor, dinero, etc. fue extraño, pues, hasta el jamponés tengo el libro que, como algunos saben, empieza al reves y de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo… saludos virtuales

    joe

  • Palimp febrero 25, 2008en10:11 am

    Gonzalo, espero poder leer -ya que el autor está tan de moda- traducciones de sus primeras obras. Esa que comentas parace muy jugosa.

    Si es el primer libro que lees del autor, seguro que te engancha con el paisaje mágico onírico que muestra, pero creo que tiene libros mejores. Para mí, el más redondo sigue siendo Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, pero supongo que esto va por gustos. Éste es un libro que disfruté, aunque menos que todos los otros que he leído suyos.

  • Hajime mayo 13, 2008en7:06 pm

    La verdad es que Murakami «rota mucho», pero cada rotación es una continuación de lo anterior. He leido varios libros de este autor japonés y concuerdo con algunos que dicen que este libro es de menor calidad. No es que sea totalmente desaconsejable, pero no sorprende como, por ejemplo las «Crónicas del pájaro que da cuerda al mundo» , «Dance, dance, dance» o «Al sur de la frontera, al oeste del sol» (Ni hablar de Norwegian Wood). De todas formas, si alguien anda buscando algo de literatura japonesa y se ha estancado mas de una vez con Kawabata, Oé o Tanizaki (lo más buscado), entonces recurran a este autor (aunque no por esta novela por el amor de Dios xD).
    Saludos.

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