Gunter Pauli. La economía azul.

septiembre 17, 2011

Tusquets (MEtatemas), 2011. 346 páginas.
Tit. Or. The blue economy. Trad. Ambrosio García Leal.
Gunter Pauli, La economía azul
Más allá de la ecologia

Cuando todavía no hemos asumido del todo el conceptos de sostenibilidad, y la economía dista mucho de ser verde, llega el autor para decirnos que ya está pasada de moda. El futuro es la economía azul.

Depender de recursos renovables, o utilizar compuestos biodegradables no son sinónimo de ecología. Algo que sabe perfectamente Gunter Pauli. Cuando consiguió desplazar un compuesto petroquímico de los limpiadores por otro biodegradable, el efecto no fue el esperado:

Comencé a trabajar con Ecover, una empresa de productos de limpieza biodegradables con sede en Europa. Cuando incluso los mayores fabricantes adoptaron nuestro ingrediente biodegradable —los ácidos grasos del aceite de palma— como sustituto industrial estándar de los tensioactivos petroquímicos, la demanda de esta alternativa aumentó espectacularmente. Esto espoleó a muchos agricultores, sobre todo en Indonesia, a talar vastas parcelas de selva para sustituirlas por plantaciones de palma. Y con la destrucción de la selva también se perdió buena parte del habitat del orangután. Así fue como aprendí la lección de que la biodegradabilidad y la renovabilidad no necesariamente equivalen a la sostenibilidad.

Parecida suerte han tenido los biocombustibles. Sabemos que el petróleo se va a acabar, así que parecía una buena idea sustituirlo por combustible derivado de las plantaciones. Pero una vez más surgieron efectos colaterales:

En 2006, Europa se apresuró a promover los biocombustibles, sólo para comprobar que la repentina demanda masiva de materia prima, espoleada por el deseo de los consumidores de comprar combustibles verdes, menoscababa la disponibilidad de maíz para uso alimentario. En vez de maíz apto para el consumo humano, los agricultores plantaban maíz forrajero, destinado al ganado o la producción de biocombustibles. Los precios de este alimento básico subieron, dificultando aún más la seguridad alimentaria en los países pobres. La carrera por asegurarse el suministro de maíz hizo que los principales comerciantes y procesadores de productos agrícolas se enriquecieran como nunca, pero a costa de causar una gran penuria. Las Naciones Unidas tuvieron que emitir una advertencia, y tanto el maíz como el aceite de palma dejaron de ser fuentes primarias de biocombustibles.

Hoy en día el precio de los alimentos ha subido tanto que es causa de una de las peores hambrunas de los últimos tiempos. No hay duda de que debemos seguir usando recursos renovables, pero tenemos que dar un paso más.

Eso es lo que propone el autor con su economía azul. Si nos fijamos en cualquier ecosistema nos encontramos algo que, no por sabido, deja de ser importante: no existen los desechos. Cualquier habitat recicla a la perfección los nutrientes en un ciclo cerrado. A partir de una fuente de energía -que suele ser el sol- los organismos aprovechan todos los pasos de la cadena alimenticia. Los excrementos de unos son el abono de otros. Cuando un animal muere, otro se lo come. Nadie tiene que estar limpiando, todo forma parte del ciclo.

¿Podemos organizar nuestra economía igual que los ecosistemas? Si queremos que el planeta nos dure, debemos hacerlo. El autor muestra una serie de proyectos en los que los desechos de un proceso se utilizan para otros que les dan valor añadido. Así, el centro Shongai empezó con unas hectáreas de terreno pantanoso y desarrolló un sistema para aprovechar los desechos, utilizar aguas residuales, e incluso librarse de las moscas, utiilzándolas para criar larvas que posteriormente se utilizan para dar de comer a los peces.

Pauli presenta diferentes ideas incluyendo un gráfico explicativo del proceso. Por ejemplo, utilizar los despojos del café para criar setas y generar abono y pienso:

El autor es consciente de que cualquier tipo de industria tiene que generar un beneficio y competir en el mercado. De nada sirve encontrar un sistema que aproveche a la perfección los recursos si el producto cuesta el doble que uno que no sea tan renovable. Por eso hace hincapié en que todas las ideas que presenta en este libro generan productos más baratos y beneficios colaterales. Por ejemplo, en el desarrollo de un nuevo tipo de marcapasos, indica con buen tino lo siguiente:

El primero de los aparatos diseñados por Reynolds, el nanomarca-pasos, es un diminuto dispositivo de apenas 700 nanómetros (es decir, 700 millonésimas de milímetro) controlado mediante microprocesado-res de última generación. Se inspira en los canales de conductividad de los cetáceos y ya ha demostrado su viabilidad en el laboratorio. Sin embargo, el argumento de que este sistema funciona con éxito en las ballenas no convence a la FDA. El desarrollo de este prototipo en un dispositivo médico aprobado por la FDA costaría entre cien y quinientos millones de dólares. Aunque Reynolds no dispone de tanto dinero, está financiando los ensayos clínicos requeridos por medio de créditos sobre las ventas anticipadas de las invenciones subsiguientes.

Se comprende que los líderes del mercado de los marcapasos, como Medtronic, Johnson & Johnson y Boston Scientific, con su mercado asegurado para las próximas décadas, pongan objeciones a esta innovación. Cada operación les reporta dinero, y también a la industria farmacéutica, que suministra medicinas al paciente de por vida. ¿Cómo iban a reaccionar los fabricantes de marcapasos ante una innovación que suprime unas ganancias garantizadas de al menos 50.000 dólares por cada paciente diagnosticado de un problema de arritmia cardiaca tratable, así como de otros 50.000 dólares por la medicación crónica asociada? Todo este gasto podría reducirse a no más de 500 dólares. La colocación del conductor microscópico se hace con un catéter y no precisa de anestesia general. Puesto que los pacientes probablemente no habrán de seguir una medicación continuada, el coste total para las compañías de seguros disminuye por un factor de 2000. Así pues, las compañías de seguros sí deberían mostrarse más que receptivas a esta aplicación.

Pero si todas estas ideas son necesarias y más rentables que las actuales ¿Por qué no se están llevando a cabo? Bien, algunas lo están haciendo con éxito, otras están en programas pilotos y otras están buscando financiación. Toda empresa necesita un empujoncito para empezar, y más cuando son realmente innovadoras y su éxito es incierto.

Porque a pesar del optimismo del autor, y del buen funcionamiento de algunas de estas propuestas, hasta que no se lleven a cabo no podemos asegurar su éxito. Si bien es cierto que un mundo más ecológico es deseable y seguramente imprescindible, a veces leyendo el libro se tiene la sensación de que nos están vendiendo una moto.

Con todo el concepto de economía azul es algo que deberíamos tener en mente si queremos que los nietos de nuestros nietos sigan viviendo en nuestro planeta. Las materias primas se cabarán algún día, y no está de más empezar a buscar soluciones antes de que sea tarde.

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