George V. Higgins. Los amigos de Eddie Coyle.

marzo 1, 2024

George V Higgins, Los amigos de Eddie Coyle
Libros del asteroide, 2011, 2017. 200 páginas.
Tit. or. The friends of Eddie Coyle.

Eddie Coyle se gana la vida traficando con armas y no le va mal, pero tiene que responder ante la justicia porque le detuvieron conduciendo un camión lleno de alcohol robado. Si delata a algún criminal puede que hagan la vista gorda, pero puede ganarse peores enemigos.

En el prólogo Dennis Lehane se deshace en elogios indicando que esta novela es un referente de la novela negra, y se entiende que lo sea. Es un diálogo ininterrumpido, y si no fuera porque los personajes hablan con la jerga de la calle y lo que se cuenta es una trama policiaca canónica aunque muy bien construída, podría pasar por una novela de vanguardia.

Su otra virtud es que no hay héroes ni villanos, solo gente corriente que se gana la vida, unos de un lado de la ley, otros del otro, y ni el crimen se narra como tragedia ni las detenciones con épica. Aquí viene todo el mundo a fichar. Las conversaciones, salpicadas de elementos intrascendentes, han sido genialmente fusiladas por Tarantino.

Me ha encantado.

Diez kilómetros al este de Palmer, la Ruta 20 dobla hacia el norte en lo alto de una colina y luego discurre hacia el sur a partir de un área de descanso situada en un pinar. A última hora de la tarde, un joven con barba de dos días detuvo su Karmann Ghia de color dorado en la gravilla del aparcamiento, apagó los faros y se quedó esperando mientras su aliento se condensaba en la cara interna del parabrisas y la escarcha se posaba sobre el metal.
Ya de noche, Jackie Brown salió con su Roadrunner de la autopista de peaje de Massachusetts en Charlton, circuló a toda velocidad por las curvas de la rampa de salida y luego tomó enérgicamente la Ruta 20 hacia el oeste. Llegó al área de descanso un cuarto de hora después que el joven del Karmann Ghia. Aparcó, apagó el motor y esperó cinco minutos. El intermitente de la derecha del Karmann Ghia destelló una vez. Jackie Brown se apeó del coche.
Dentro del Ghia había un fuerte olor a plástico, petróleo y pintura.
—Menos mal que me dijiste que tenías un coche nuevo. De otro modo, no te habría reconocido. ¿Qué le ocurrió al 396?
—Me llegó el recibo de la aseguradora —dijo el de la barba—, luego salí a dar una vuelta y tuve que llenar el maldito trasto y me costó nueve dólares de superpremium y dije, al carajo con él. Ese maldito coche me estaba sangrando.
—Pero iba rápido como un pájaro con una llama en el culo —dijo Jackie Brown.
—Estoy haciéndome demasiado viejo para eso, joder —replicó el de la barba—. Me parto la espalda todos los días para llevar a casa ciento setenta pavos a la semana y no puedo permitirme mantener el carro. Estoy pensando en casarme y sentar cabeza.
—Eso es casi lo que has estado ganando conmigo —dijo Jackie Brown.
—Mierda —dijo el otro—. Los últimos seis meses me has dado a ganar tres mil setecientos dólares. Me los he gastado como si nada. Tenía que dejarlo. Si sigo con esto, acabaré en chirona sin darme cuenta.
—De acuerdo —dijo Jackie Brown—. Tienes una mala noche. Lo único que quiero saber es si tienes el material. Yo tengo la pasta.
—Tengo dos docenas —respondió el de la barba. Se volvió y cogió una bolsa de la compra del portaequipajes situado detrás de los asientos—. Casi todas son de cuatro pulgadas.
—Me parece bien —dijo Jackie Brown—. Tengo el dinero aquí. Cuatrocientos ochenta, ¿verdad?
—Sí. ¿Cómo es que te parece bien que sean de cuatro pulgadas? Hace seis meses, llorabas y te quejabas si te traía algo que no fuese de dos pulgadas. Y ahora, de repente, ya no te importa. ¿Cómo es eso?
—La clase de negocio que tengo ahora es mejor —respondió Jackie Brown.
—¿Con quién tratas, joder? —preguntó el de la barba—. ¿Estás compinchado con la mafia o algo así?
—Te lo diré claro —respondió Jackie Brown con una sonrisa—. Sinceramente, ya no lo sé. Tengo al negro que viene a menudo, pero va corto de pasta y, además, no puedo darle lo que quiere. Lo que él quiere tengo que pedírselo a otro. Y luego está el tipo mazas, tendrá unos treinta y seis o treinta y siete años, y que no tengo ni idea de a qué se dedica. Parece irlandés, maldita sea, pero ni siquiera sé cómo se llama. Quiere hacerme creer que se llama Paul, pero no estoy seguro. Ese hijo de puta se quedaría con todas las pipas que le pudiese conseguir.

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