Editorial Bruguera, 2005. 940 páginas.
Poco a poco voy completando la colección de estas selecciones de la revista Fantasy and Science-Fiction dirigida y comentada por mi admirado Carlo Frabetti, al que le copio su introducción para no tener que trabajar yo:
En esta antologÃa se reúnen varios relatos que, de una forma u otra, expresan la ruptura individuo-establishment:
La grieta en el escudo, donde el protagonista renuncia a la seguridad fetal de su enclaustrado mundo a cambio de una existencia arriesgada pero más auténtica, es la narración que más se adapta al esquema antes descrito, y por eso la he elegido para encabezar el Ãndice.
En El azul más profundo del mundo la inadaptación es mostrada en todo su dramatismo con patética crudeza, mientras que en Las veladas feministas de la Atlántida se echa una mirada irónica y desenfadada a ciertas formas de emancipación.
En otros relatos no se describe una ruptura, pero se pone en evidencia su necesidad, al mostrar el grado de aberración al que se puede llegar si se acepta un determinado estado de cosas. Es el caso de Gente afortunada y El cÃrculo interior, ambos estremecedores bajo su apariencia respectivamente humorÃstica y surrealista.
Y es también el caso, aunque de forma menos evidente, de Planeta según presupuesto, abierta sátira del dogmatismo imperante, o de El huevo de glak, aparente disparate en el que, sin embargo, es fácil ver reflejada la incongruencia de unas vidas dedicadas a los más fútiles objetivos, básica tara de nuestra sociedad.
De las selecciones publicadas hasta ahora, creo que ésta es, a pesar de sus limitaciones, la que mejor manifiesta las motivaciones y la función sociocultural de la SF.
Aunque no esté muy de acuerdo con la última frase. la lista completa de relatos es la siguiente:
La grieta en el escudo, de Arthur Sellings
El azul más profundo del mundo, de S. Dormán
Las veladas feministas de la Atlántida, de Booth Tarkington
Gente afortunada, de Chet Arthur
El cÃrculo interior, de Fritz Leiber
Planeta según presupuesto, de Robert Sheckley
El huevo de glak, de Harvey Jacobs
La sacerdotisa escarlata de la Luna Loca, de Leigh Brackett
De los que destaco El huevo de glak, prototipo del estilo de estas compilaciones; un poco excéntrico y bien escrito, pero tampoco excesivamente brillante.
Extracto:[-]
Tardé una frÃgida semana en tomar la decisión de hacer lo que Hikhoff me pedÃa. En esos dÃas me regalaron una lustrosa miniatura suya, hecha por un estudiante de escultura en su memoria. El pequeño Hikhoff estaba muy bien hecho y se le parecÃa bastante. Era de cerámica anaranjada y marrón. TenÃa el tamaño de un limón. Lo llevaba conmigo como un talismán. Morboso, ya lo sé, pero me ayudó a tomar la decisión.
Por algunas horas, fui dueño de cinco mil dólares. HabÃa una cuenta en un Banco y un vicepresidente que esperaba mi visita. Si existÃa una cuenta, también existirÃa un huevo, y era de suponer, un Nagle. TodavÃa sospechaba de Hikhoff, de su gran sentido del humor.
Pero también contaba la decisión de Harold North.
Hikhoff, visionario, sostenÃa la zanahoria de oro sobre mi cabeza. PodrÃa usar el dinero para divertirme; yo, que vivÃa como un ermitaño, que jamás habÃa tenido grandes ambiciones. Cada billete podÃa ser traducido en tiempo: podrÃa ir a Mallorca, podrÃa escribir hasta que mis dedos se convirtieran en nudillos.
Glak, maldito glak. Muchas criaturas se han extinguido, han ganado el status del olvido, la fama de los museos. Cosas enormes y verdes, con colas del tamaño de edificios. Tipos peludos con kilos de papada y ojos centelleantes. Dragones voladores que gotean ácido. Elefantes con suficientes colmillos para mantener a decenas de dentistas. ¿Por qué no el glak? La extinción es el camino de la naturaleza. ¿Quién sufre por su desaparición? ¿Hay alguien que se desespere por ello? No existe otro camino. TenÃa que cumplir el pedido de Hikhoff post mortem. HabÃamos disfrutado demasiado juntos. ¿PodrÃa desoÃr su última voluntad?
Naturalmente, fui a la biblioteca, antes de mi visita al banco, e indagué sobre el glak. No habÃa mucha información. Se trataba de un pájaro alto como una cigüeña, con un graznido ronco que parecÃa decir glak, glak. Famoso por su danza de seducción, que consiste en un rápido giro de la pluma dorsal, en sentido contrario a las agujas del reloj. Habitaba en la región subártica al este de Norteamérica. La disminución de los glaks fue notada hacia 1850. Se les clasificó como especie extinguida en 1902.
Glak, glak. Hikhoff decÃa que quizá las vocales hayan permanecido en su lugar y los que nos desplazamos fuimos nosotros. Glak, glak, pÃo, pÃo. Pero a mÃ, ¿qué me importa?
En el banco miré el cinco y los tres ceros, mientras acariciaba mi Hikhoff de cerámica, en el bolsillo izquierdo del abrigo. Cuando noté que el vicepresidente estaba observando mi mano, saqué a Hikhoff y lo puse sobre la mesa.
—Es un Hikhoff —dije.
—¿Un Hikhoff?
—El hombre que me dejó este dinero.
—¿Y lo lleva consigo?
—En ocasiones especiales.
—Es un sentimiento muy bonito. PodrÃa ponerlo de moda.
Puse el dinero en una cuenta corriente.
7 comentarios
Oiga, esas revistas son una pequeña joya. ¿Hay posibilidad de encontrar algo de eso on-line?
En el mercado de San Antonio de Barcelona se suelen encontrar y a precios bajos (2 €) Yo tengo algunas repetidas, si te interesan te las mando.
¡Ah! Y las tengo también en formato electrónico.
Pues me pasaré por el Mercat, a ver qué encuentro. De todos modos, si quiere mandarem alguna en formato digital, se lo agradezco!
Te envÃo algunos.
MuchÃsimas gracias!
De nada 🙂