Hugh Laurie. Una noche de perros.

septiembre 8, 2008

Editorial Planeta, 2007. 318 páginas.
Tit. Or. The Gun seller. Trad. Alberto Coscarelli.

Hugh Laurie, Una noche de perros
Conspiración frustrada

Aunque creo que muchas de las críticas de sobre House son acertadas, soy un fan de la serie. Me encanta. Una de las razones es la genial interpretación de sir James Hugh Calum Laurie. Que sea un buen actor no quiere decir que sea un buen escritor, pero tenía curiosidad por leer este libro. Así que se lo pedí prestado a un amigo.

Thomas Lang es ex policía -trabajó en unidades antiterroristas- y ha recibido un encargo curioso: liquidar a Alexander Woolf, un empresario americano al que el servicio secreto parece vincular con el narcotráfico. Como persona honrada que es rechaza el trabajo, sólo para verse envuelto en una trama de tintes conspiranoicos.

La pregunta que he leído por ahí es la siguiente ¿Se habría publicado este libro de no ser por la fama de Laurie? Yo creo que sí -peores cosas se publican-, aunque seguro que no hubiera tenido tanta promoción. No es una obra maestra, pero está bien escrito, es gracioso, la trama tiene sus giros inesperados. En suma, una novela muy entretenida. Me ha gustado más la primera parte, más de novela negra, donde el cinismo del protagonista encaja mejor. La segunda parte, más en la línea de las novelas de espías, me parece más floja, pero mantiene la tensión. El final, bastante redondo.

De lectura fácil y muy divertido. A mí ya me parece suficiente.

Escuchando: On the Tower. Sondre Lerche.


Extracto:[-]

Su apellido era Rayner. Nombre de pila, desconocido; por lo menos para mí, y por tanto, supongo que, también para ti.

Imagino que alguien, en alguna parte, debía de saber su nombre de pila —tuvo que dárselo en el bautizo, usarlo para llamarlo a desayunar, enseñárselo a escribir—, y alguien más tuvo que gritarlo en un bar para invitarlo a una copa, murmurarlo en la cama, o escribirlo en una casilla de una póliza de seguros. Sé que debieron de hacer todas estas cosas. Sólo que cuesta imaginarlo.

Calculé que Rayner era diez años mayor que yo. Lo cual estaba bien. Nada que objetar. Mantengo unas buenas, cariñosas, relaciones con muchas personas diez años mayores que yo sin necesidad de que me rompan un brazo. Las personas diez años mayores que yo son, en todos los sentidos, admirables. Pero Rayner también era diez centímetros más alto que yo, treinta kilos más pesado, y como mínimo —me da igual cómo midas la violencia— cuatro veces más violento. Era más feo que un mueble de metacrilato, con un cráneo enorme y pelón que subía y bajaba como un globo con bultos, y una aplastada nariz de boxeador, aparentemente machacada por la mano izquierda o quizá el pie izquierdo de alguien, se extendía en un sinuoso y torcido delta debajo del áspero muro de su frente.

Y Dios santo, qué frente. Piedras, cuchillos, botellas y silogismos habían rebotado inofensivamente contra ese masivo plano frontal, sin dejar más que una mínima huella entre sus profundos y separados poros. Creo que eran los poros más profundos y separados que había visto jamás en una piel humana, y me recordaron los cráteres que vi en la tele cuando los yanquis llegaron a la luna. Si pasamos ahora a las elevaciones laterales, encontramos que hace mucho, mucho tiempo, alguien le arrancó las orejas a mordiscos, las masticó y después las escupió contra los costados de su cabeza, porque la izquierda parecía estar claramente al revés, o bien lo de dentro afuera, o algo que te obligaba a mirarla un buen rato antes de pensar «Vale, es una oreja».

Por si fuera poco, por si no has captado el mensaje, Rayner llevaba una americana de cuero negro sobre un polo negro.

Pero por supuesto que lo has captado. Rayner podría envolverse con la seda más brillante y ponerse una orquídea detrás de cada oreja, y los aterrorizados peatones le pagarían primero y le preguntarían después si le debían dinero.

En este caso resultaba que yo no se lo debía. Rayner pertenecía a ese selecto grupo de personas al que no le debo nada en absoluto, y si las cosas hubiesen ido un poco mejor entre nosotros, quizá le habría sugerido que él y sus colegas se hicieran un nudo de corbata especial que indicase que pertenecían a una hermandad.

Pero, como digo, las cosas no iban bien entre nosotros.
Un instructor de combate manco llamado Cliff (te enseñaba a luchar sin armas con un brazo atado a la espalda y te inflaba a hostias) me dijo una vez que el dolor era algo que te hacías a ti mismo. Otras personas te hacen cosas —te pegan, te apuñalan, o pretenden romperte el brazo—, pero el dolor te lo haces tú mismo. Por consiguiente, dijo Cliff, que había pasado dos semanas en Japón y se sentía con derecho a decirles todas estas gilipoUeces a sus entusiastas pupilos, siempre estaba en tu mano dominar tu propio dolor. A Cliff lo mató una viuda de cincuenta y cinco años en una pelea de borrachos, así que supongo que nunca tendré la oportunidad de sacarlo de su error.

El dolor es una prueba. Te llega, y procuras apañártelas lo mejor que puedes.

7 comentarios

  • Scaramouche septiembre 9, 2008en11:48 am

    Le regalé este libro a mi madre, lo cogí un día que pasaba por la Casa del Libro de Sol (Madrid) en busca de novelas de ciencia ficción. Aún no lo he leído, pero mi madre lo devoró en poco tiempo.

  • Hester Prynne septiembre 10, 2008en2:25 am

    Muchas gracias por la crítica, hacía tiempo que quería saber la opinión de alguien como tú acerca del libro de Laurie.

  • Palimp septiembre 10, 2008en1:09 pm

    De nada. El libro es entretenido y tampoco tiene mayores pretensiones.

  • Elena septiembre 15, 2008en12:37 am

    Vaya, me ha sorprendido esta entrada. No sabía que Laurie también se dedicase a escribir. Habrá que echarle un vistazo a la novela. Su interpretación de House es muy buena, aunque yo ya me he aburrido un poco de la serie, la verdad.

    Saludos

  • Palimp septiembre 15, 2008en12:51 pm

    Le ha pasado a mucha gente. A mí no, pero lo entiendo. Yo tampoco sabía que escribía, y como digo no lo hace nada mal.

  • marisol octubre 18, 2008en11:18 pm

    hugh laurie es es mejo actor del mundo y el mejor tocando el piano ya adoro al doctor y al genial escritor que es haci que lo respetan oque

  • Luferbal enero 4, 2010en9:12 pm

    Acabo de terminar «Una noche de perros» de Hugh Laurie. En primer lugar me gustaría saber el porqué de cambiar el nombre de «The gun seller» (El vendedor de armas). Cuando la acción se alarga durante varios meses y no durante una noche, como parecería indicar. Además, el título lo elige el autor, no la editorial extranjera a la que se ceden los derechos.

    Y después de esta pataleta, debo decir ¡Qué me encanta este libro! ¿Podéis imaginaros a un ex-militar con el carácter y el sarcasmo del Dr.House y la capacidad de dar mamporros de Steven Seagal? Pues así es Thomas Lang, el protagonista de una atípica novela de espionaje.

    Rompe por completo con el genero de John Le Carre. Hacía tiempo que no me reía tanto con un libro. Las expresiones de Lang, su sarcasmo, las comparaciones, su falta de tacto y cómo funciona su mente para enredar a los demás. Es increíble ¡Que buen libro! Sólo espero que «The paper soldier», su segunda novela, sea traducida pronto.

    Hugh Laurie ha centrado la novela alrededor de la personalidad de Lang. La idea central trata de la moral de las empresas armamentísticas y de los intereses que las rodean.
    Si te gusta el Dr.House, te gustará «Una noche de perros».

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