Soy de los que confían en el progreso tecnológico. Buena parte de mi optimismo radica en que me gusta la ciencia y creo que todo cuanto aumente nuestro conocimiento del mundo que nos rodea más tarde o más temprano nos traerá beneficios.
No es un simple prejuicio. Basta echar la vista atrás para ver que vivimos mucho mejor que antes. No solo por lo que decía Jay Gould acerca de a mortalidad infantil, ni por lo que con tanto humor relataba Iwasaki en Neguijón (¿Se imaginan tener un dolor de muelas hace cien años?). Es indudable que la medicina ha alargado la duración y la calidad de nuestra vida.
Yo vengo de una familia humilde y conozco de primera mano lo duras que son las faenas del campo o de la construcción. Sin máquinas que colaboren arar un campo o recoger patatas son tareas que no se las deseo a nadie. Si quieren saber cómo es vayan un año a vendimiar e imaginen todos los días así. La gente que alaba la vida natural no ha tenido que vivirla.
Ninguna mujer tendría que criticar a la tecnología, porque sin la lavadora, la nevera y los métodos anticonceptivos nunca hubieran podido incorporarse a la sociedad en pie de igualdad al hombre. Todavía hay mucho camino por recorrer, pero el primer paso se dio gracias a los adelantos científicos.
No entraré en lo increíble que le resultaría incluso al más rico de hace doscientos años la posibilidad de tener agua corriente, caliente o fria, luz con solo apretar un botón, fruta en cualquier temporada (y comida fresca en general), cruzar el océano en horas o tener una biblioteca de más de 500 libros.
Todo esto viene a raiz de un artículo que leí hace mucho en MalaPrensa:
El mundo progresa a pesar de todo
En el que se incluye este vídeo que viene a decir de manera gráfica lo que acabo de contarles:
5 comentarios
Hay una [gran] diferencia entre la mera subsistencia, que es lo que se ha vivido en este país hasta no hace tanto y lo que yo entendería por una vida natural que no es renunciar al progreso; el tener las necesidades básicas cubiertas hace natural y comprensible un giro al hedonismo, el único problema de esto es que la enorme cantidad de aplicaciones superfluas de la tecnología, o el abuso inconsciente de las útiles, en la que vivimos no son más que un sumidero de energía a cambio de muy poco o nada, lo que parece un signo de falta madurez social, como el niño que le pide las cosas a los padres sin ser conscientes del coste que suponen.
En algún momento habrá que hacerse adultos y entender que ir constantemente a más «per se» no es equivalente a progreso ni necesariamente vivir mejor, y que ello no va a poner en peligro lo conseguido ni tampoco nos va a hacer eremitas.
Estando el ser humano en la cúspide de la pirámide evolutiva, la verdad es que lo que a mí me sorprende es que día tras día el mundo siga en pie. El progreso tecnológico también acarrea nuevas problemáticas que al millonario de hace 200 años le habrían resultado inconcebibles, al la huella ecológica me remito.
Luis, es cierto que vivimos inmersos en un cosnumismo atroz y una cultura edl despilfarro y el derroche que se parece más a la ansiedad del adicto que al que satisface sus necesidades con racionalidad. Coincido contigo en que es posible tener las dos cosas. Pero siempre que he hablado con alguien que quiere volver a una vida sencilla me encuentro con que no tienen ni idea de lo que eso significa ni, y esto es más grave, llevan una vida austera y de poco consumo. Más progreso y más conocimiento, sí. Más lujos superfluos, no.
The Walking City, ese es un tema para debatir aparte. El progreso trae desventajas, es evidente, pero no por el progreso en sí mismo, que es neutral, sino por el uso que le damos. Sería defendible una postura que luchara contra el progreso partiendo de la base de que cuanto menos pueda estropear el ser humano, mejor. Pero tendría que ser contra todo progreso, porque desde que se inventaron las primeras herramientas el ser humano se ha estado cargando el entorno. Por eso no hay grandes mamíferos fuera de África, donde coevolucionaron con el ser humano y aprendieron a tenerle miedo. No digamos cuando se inventó la agricultura.
pero también sería defendible una postura que utilizara el progreso para tener una vida sostenible, que respetara el entorno, con energías renovables, cuidadosa con el medio ambiente. Lo que evidencia que el mal no está en el progreso, sino en que somos demasiado voraces para un planeta tan pequeño.
Llevar una vida austera y de poco consumo no es malo siempre que no signifique privaciones absurdas aquejadas del mismo problema que el consumismo; la cuestión está más en qué se deja de consumir o hacer y para qué.
Tan estúpido es pasar frío por no encender la estufa como tener la calefacción a tope e ir en camiseta por la casa y sudando. Pero un poco de racionalidad en el consumo no nos vendría mal.