Wolfgang Korn. La vuelta al mundo de un forro polar rojo.

noviembre 10, 2023

Wolfgang Korn, La vuelta al mundo de un forro polar rojo
Siruela, 2010. 138 páginas.
Tit. Or. Die weltreise einer fleeceweste. Trad. María Condor.

Recorrido de un forro polar rojo desde las fábricas indias donde se fabrican hasta las tiendas, que nos da una panorámica de qué está detrás del consumismo actual, y de como se van generando injusticias y contaminación a su paso.

Interesante.

14 de agosto de 2005. Al salir el sol, el Madras recibe por fin permiso para poner rumbo a las instalaciones petrolíferas de Je-bel Ali Port. El nuevo puerto de Dubai, que se construyó sobre todo para portacontenedores, es el lugar de movimiento de mercancías más grande de Oriente Próximo. Por el gran calado de los depósitos, la dársena petrolera se encuentra fuera, delante del puerto.
Hacia las ocho de la mañana, el buque cisterna amarra por fin en la estación de llenado. En ella, colgadas de tres grúas, hay unas enormes mangueras que se bajan sobre la cubierta y se conectan al sistema de tuberías del barco. Enseguida se bombea el crudo al barco. Pero hacen falta muchas horas para llenar un buque cisterna de casi 200 metros de eslora.
En ese mismo momento, el indio Sadek y sus compañeros acaban de desayunar en su miserable alojamiento de la periferia urbana. Pertenecen al grupo de trabajadores extranjeros que componen más de las tres cuartas partes de la población y que hacen casi todo el trabajo aquí: trabajan en las plataformas de perforación y en las obras de construcción, son cocineros y camareros en los restaurantes y en las casas de los dubaitíes ricos. Cuidan los jardines, limpian las calles y conducen los taxis. Estos trabajadores extranjeros ganan entre 150 y 250 euros al mes; la mayor parte de este dinero lo envían a sus familias, que muchas veces sólo cuentan con estos ingresos para vivir. Es mucho más —supera el salario de sus países de origen- lo que ganan los trabajadores occidentales: los directores de obra de los rascacielos, los veterinarios que trabajan en las granjas de cría de camellos o los ingenieros de las plataformas de perforación.
Por el contrario, Sadek trabaja como peón cargando y descargando pequeñas embarcaciones comerciales en el puerto viejo. Va en bicicleta al Creek, que se encuentra cerca de allí. El Creek es un largo brazo de mar que se adentra casi diez kilómetros en el desierto. Desde hace siglos sirve como puerto natural. Y desde hace siglos echan allí el ancla los dhows, las tradicionales embarcaciones de madera de los árabes del Golfo.
Hasta hace cuarenta años, detrás del Creek sólo había un pequeño establecimiento comercial. Algunas casas eran de piedra, pero la mayoría estaban hechas de adobe y tenían techumbres de palma. Los dhows siguen hoy transportando casi todas las mercancías con las que se comercia en el golfo Pérsico: cargas enteras de neumáticos, cajas de comestibles no perecederos o artículos eléctricos de Extremo Oriente.
Mientras Sadek y sus compañeros pasan toda la mañana, con todo el calor, llevando a tierra caja tras caja del pesado cargamento, pasándolas por encima de la borda de la barca, que se mueve incesantemente, el capitán árabe no para de echar pestes. Sin embargo, los trabajadores pueden estar contentos, pues hoy es un «buen día»: algunas veces se pasan horas esperando sentados a la sombra, aburridos.
Aunque los dhows continúan atracando hoy en día en el Creek, la ciudad ha cambiado por completo, sobre todo en los últimos quince años. Cuando el capitán Van der Valt vino por primera vez con un barco, en 1990, el sheij Zayed acababa de construir una carretera paralela a la costa. Todos los extranjeros se burlaron del «suntuoso bulevar de Dubai», pues en su mayor parte cruzaba terreno desértico, sin urbanizar. Hoy, esta arteria principal de ocho carriles está bordeada de innumerables bloques de muchos pisos, hoteles y edificios de apartamentos. Tiene tráfico día y noche. En Dubai están construyendo más de quince rascacielos al mismo tiempo. Y no se ve el fin: en el año 2010 habrá unos 150. ¡En Frankfurt no hay más que diecinueve!

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