Ogai Mori. La bailarina.

julio 10, 2017

Ogai Mori, La bailarina
Impedimenta, 2011. 78 páginas.
Trad. Yoko Ogihara y Fernando Cordobés.

La historia es sencilla; un estudiante japonés obtiene una beca para estudiar en el Berlín de los años veinte. Allí se enamorará de una bailarina pobre, a la que dejará embarazada. Tendrá que elegir entre el amor y continuar su carrera.

En el excelente prólogo avisan de que es posible que pensemos que la historia de amor haya envejecido mal. Yo opino al contrario, se lee estupendamente a pesar de tener más de cien años y hablarnos de una época que ya no existe. Quizás porque el amor es algo que se repite en el tiempo.

Me ha encantado.

Desatendí mis estudios. Cuando volvía del teatro, Elise se sentaba en una silla y cosía. Yo escribía mis crónicas apoyado en la mesa situada a su lado, y me alumbraba con la tenue luz de la lámpara colgada del techo. Los artículos que escribía en ese momento eran totalmente distintos de aquellos primeros informes que me había visto obligado a redactar rebuscando entre la hojarasca de leyes y estatutos. Escribía sobre la animada escena política alemana o sobre las últimas tendencias literarias y artísticas en Europa. Componía cada una de mis piezas con sumo cuidado y entregaba lo mejor de mí. Echaba mano de todos mis recursos, más al estilo de Heine* que al de Borne.» Fue por aquel entonces cuando Guillermo I y Federico III murieron en rápida sucesión. Cuando hube de escribir minuciosos y detallados artículos sobre temas como la coronación del
Heinrich Heine (1797—1856) fue uno de los poetas y ensayistas más destacados del siglo xix alemán, cuyas obras se siguen editando en la actualidad.
** Ludwig Borne (1786-1837). Escritor alemán coetáneo de Heine.
nuevo emperador y la caída del canciller Bismarck, me di cuenta de que redactar aquellos textos exigía mucha más dedicación de la que había imaginado. Tanta que me resultaba prácticamente imposible terminar de leer los pocos libros con los que había vuelto a retomar mis estudios. No había cancelado mi matrícula en la universidad, pero no podía permitirme pagar las tasas y raras veces acudía a clase. Sí. Desatendí mis estudios, pero me hice experto en otras áreas como la educación popular, mucho más desarrollada en Alemania que en cualquier otro país europeo. Tan pronto como me nombraron corresponsal, me dediqué a leer y escribir constantemente sobre una gran variedad de temas que aparecían publicados en los periódicos y revistas, y apliqué a ese trabajo todas las aptitudes que había desarrollado como estudiante universitario. Mi conocimiento del mundo, que hasta ese momento había sido muy limitado, se amplió notablemente y alcancé un estatus inimaginable para la mayoría de mis compatriotas que también estudiaban allí. Ellos, por su parte, difícilmente habrían sido capaces de leer y entender por sí mismos los artículos editoriales en los periódicos alemanes.

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