Blackie books, 2022. 304 páginas.
80 cuentos, de los que no pongo los títulos por ser demasiados, en la línea del autor: situaciones mezcla de una cotidianidad con elementos que no encajan, historias que no se cierran dejando su desarrollo en nuestro tejado y mezcla de elementos de cultura pop con costumbrismo cañí.
El libro tiene tres partes. El primer cuento está muy bien, pero el resto de la primera parte me dejaron completamente frío. La cosa se empieza a animar con Hacer siempre lo mismo y hacerlo siempre distinto que es un cuento construído con 80 fragmentos que funcionan como minicuentos y es como un cuento fractal dentro del libro de 80 cuentos. La tercera parte es la mejor de todas y la que me ha hecho suspirar de alivio porque el anterior libro del autor me dejó fascinado y tenía miedo de que la magia se hubiera perdido.
Pero no, en conjunto hay más cuentos mejores que peores y muchos son brillantes.
Muy bueno.
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Reviven a Kafka usando una impresora 3D para que vea que sus textos llegaron a tanta gente. El escritor se ilusiona un poco hasta que entra en Goodreads y lee que Miguel Sánchez, de Villa-viciosa de Odón, describe sus Cuentos completos como «meh, sobrevalorados». Kafka se encierra en el baño.
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Trabajo de interno en la mansión de la familia Pujol y me escribo cartas contigo que cuelo dentro de bizcochos para que lleguen a su destino. Jordi Pujol intercepta una de las cartas y me persigue a lo largo de un laberinto como el de El resplandor, pero no logra atraparme. Es lento y torpe, cae al suelo y una lechuza se lo lleva a su nido.
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Trabajo en un aserradero cortando madera. Mi jefe es el actor Gene Hackman. Me enfrento a él porque no quiero que corten un árbol milenario que hay en el bosque y luchamos sobre unos andamios muy altos usando tomahawks. Gene Hackman cae al vacío y yo me quedo pensando en qué le voy a decir a la policía.
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Ahora, en La Caixa, cuando hagas una transferencia, la aplicación te redirigirá a una mansión en ruinas en la cual hallarás a dos esfinges de basalto que te preguntarán por el sentido de la vida. Si tu respuesta no es la correcta, la transferencia se anulará ¡y tú morirás!
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En un puesto ambulante venden toros reducidos que han logrado salvar de las ganaderías. Los han pasado por una máquina reductora y ahora te caben en la mano. Dices «quiero dos toros» y te los ponen en una bolsa de papel reciclado. A cinco euros el toro. Luego, al sacarlos de la bolsa, te hacen polvo, te clavan los cuernos. Los dejas sueltos por casa y siguen embistiendo contra tus pies, no se cansan. Pero al cabo de un tiempo, igual que pasa con tu familia, te acostumbras.
Francisco Franco está recogiendo tu pedido
Nuestros riders tienen mucha suerte. Su trabajo es flexible, crean sus propios horarios. El sesenta por ciento son personas con inquietudes en busca de un sueldillo extra. Muchos son estudiantes que quieren un iPhone. ¿Habría que hacerles contrato? ¿Pagarles la seguridad social? Preguntas interesantes. Somos una empresa punk. El treinta por ciento de nuestros riders son inmigrantes. Mi mejor amigo es de Guinea Ecuatorial, se llama Ludovic. Si el problema son los derechos sociales, pues busquemos maneras de mantenerlos, pero no cerremos puertas. Si alguien quiere trabajar ciento cincuenta horas a la semana, dejemos que mantenga esa libertad. Una vez fui rider por un día y te confirmo que es divertido. ¡Es divertido! ¿Has estado tanto tiempo encima del sillín que ya no tienes suelo pélvico? Haces ejercicios de Kegel. ¿No llegas a fin de mes? Clavas más horas en la app. Todo tiene solución. Excepto si naciste pobre y feo. Puedes pedalear lo que quieras, que de ahí no sales..
2 comentarios
Gracias Juan Pablo por la recomendación. Lo buscaré.
Abrazos
Me gustó más el anterior, pero en ambos se encuentran buenos relatos