Franck Maubert. El olor a sangre humana no se me quita de los ojos.

marzo 28, 2023

Franck Maubert, El olor a sangre humana no se me quita de los ojos
Acantilado, 2012. 118 páginas.
Tit. or. Conversations avec Francis Bacon. Trad. Fernando González.

Una breve introducción, un ensayo sobre similitudes entre el filósofo Francis Bacon y el pintor y en el medio una serie de conversaciones en diferentes días y situaciones (generalmente frente a un vaso -o varios- de buen vino). Las cosas que se cuentan tienen cierto interés para conocer los pensamientos del pintor, sus gustos y su metodología de trabajo, pero me ha parecido todo bastante ligero.

Se lee en un suspiro y nos permite atisbar un pedacito de la vida de tan genial pintor, obsesionado por Velázquez y Picasso, que tuvo una vida un tanto anárquica.

Bueno.

F.M.: ¿Mejor que el de Edvard Munch?
f.b. : Ese lo descubrí más adelante.
f.m. : ¿Fue ese cuadro de Poussin el que le suscitó las ganas de pintar? ¿Cuál fue su disparador?
f.b. : No, no fue eso exactamente, pero adoro las composiciones de Poussin. Y sus azules, y sus amarillos. ¡Son magníficos! Su grito me hizo reflexionar, quise representar el mejor grito humano. El disparo se produjo un poco más tarde, con Picasso. Sobre todo Picasso. Su exposición en París, en la galería Rosenberg, donde me había llevado mi tío, fue para mí un choque visual. Era en 1928 o 1929, no sé muy bien. En ese momento me dije: «Voy a intentar hacerlo yo también». Era el período de Dinard, representaba a aquellas mujeres de cuerpos enormes. Ya sabe, esas escenas de playa en las que unas mujeres de cuerpos poderosos abren y cierran casetas de baño. En aquel momento experimenté un sentimiento extraño. Y todavía hoy es para mí una fuente de sensaciones. Al salir de la galería tenía auténticas ganas de pintar.
I’.M.: ¿Y eso fue lo que hizo?
iB.: Lo probé, me lancé a hacer dibujos, acuarelas, nada demasiado definitivo.
F.M.: Entonces, el verdadero disparador, ¿cuál fue?
f.b. : Más adelante, en Londres, hubo otro «disparador», como dice usted, ante el mostrador de la sección de carnicería de Harrods, los grandes almacenes. No se sabe por qué te emocionan ciertas cosas. Es verdad, adoro los rojos, los azules, los amarillos, la grasa de la carne. Somos de carne, ¿no? Cuando voy a la carnicería siempre me parece sorprendente no estar allí, en el sitio de los trozos de carne. Y luego, hay un verso de Esquilo que atormenta mi espíritu: «El olor a sangre humana no se me quita de los ojos»…
Se interrumpe, alza los ojos al techo y después continúa.
f.b. : La carne ha impresionado de verdad todos mis instintos. Fue un choque visual.

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