Alpha Decay, 2010. 208 páginas.
Tit. Or. O apocalipse dos trabalhadores. Trad. Martín López-Vega.
Una trabajadora doméstica sufre en secreto los tocamientos de su jefe, ya anciano. No dice nada a su marido y sólo se desahoga con una compañera a la que acompaña de vez en cuando para hacer de plañidera. Cuando muere el señor se da cuenta de que también sentía algo por él.
La peculiaridad de este escritor es que todo lo escribe en minúsculas, e incluso en la contraportada hay un juego de palabras ‘un autor mayúsculo que escribe en minúsculas’. Como estrategia de marketing está muy bien, un elemento diferenciador que hace que los textos destaquen enseguida.
Pero lo importante no es esa peculiaridad, sino el lenguaje, muy trabajado, al que las minúsculas ayudan. Una especie de monólogo interior que no lo es, un encadenamiento de frases que construyen un ambiente lingüístico de gran calidad.
Muy bueno.
augusto dormía a disgusto, moviéndose y diciendo cortas frases sonámbulas, y maria da graga se levantaba muy temprano, siempre sin lograr salvarse de sus propias pesadillas, entregándose, eternamente ingenua, a la aspereza de la vigilia.
le llamaba maldito porque así había comenzado a llamarle quitéria. es un monstruo de viejo, tratándote de esa manera, si tu marido os pilla lo va a matar de un buen puñetazo, maria da graga le decía que hablase más bajo, augusto estaría en casay ellas, en los tendales, en la parte trasera del edificio, estaban muy cerca de las ventanas abiertas de la cocina, y menos mal que no te deja embarazada, porque tienes eso seco como la tierra, pero y si te contagia algo, le decía quitéria, y si te pega una enfermedad, ese hijo de mala madre, maria da graga tenía casi cuarenta años y pensaba que había consumido ya tanta parte de su vida que ni se le ocurría pensar en cualquiera de esas cosas, vivía como quien imagina poco futuro ante sí y se conformaba, y ni siquiera pensaba mucho en ello, estás loca, mujer, le decía a su amiga, eres una chávala y tienes todavía mucho que plantar, no te dejes ir, oblígalo a usar preservativo, oblígalo, no seas burra, gesticulaba como loca al explicarse mientras colgaba baldes enteros de ropa, con lo que yo gano, le respondía maria da graga, sólo puedo pagarme la muerte, que la vida es demasiado cara para mí. soy una mujer débil, ésa es la verdad, pero no soy mujer que huya de nada, moriré de vieja, no existen enfermedades que puedan conmigo.
el maldito tenía una polla muy pequeña, y ellas ha-I >laban mucho sobre el asunto, te la mete y ni la sien-tes. no lo digas tan alto, no es que yo no sienta nada, porque él se mueve, pero no es de crecer mucho, respondía maria da graga. debe ser como un dedo, por eso está duro, mira tú que a esa edad ya no debe endurecerse nada, se burlaba la otra, los dedos los distingo I lien, no seas burra, el hombre la tiene pequeña, pero sus ganas son salvajes, se reían las dos durante un rato y se olvidaban incluso de que, en esencia, maria da graga estaba metida en aquel romance casi inútil del que no podía esperar un fin que no fuese terrible, todas las personas acaban, pensaban, y nosotras tendremos que seguir y de poco sirve darle vueltas, y él tenía una polla muy pequeña que a veces parecía quedarse sólo a la entrada cavando como si fuese una promesa, pero nunca un acto, ella no lo condenaba, se quedaba quieta a la espera de que acabase, se limpiaba, senda que de ese modo traicionaba menos al marido y se daba menos al disfrute de ser una cualquiera, y de verdad piensas que morirás de vieja, insistía quitéria. claro que sí, respondía la amiga, moriré mucho tiempo después de que se hayan olvidado de mí. las personas que se quedan aquí olvidadas, sabes, son las más fuertes, sí nada las toca, van restando y restando, hasta que no les queda nada, quitéria meneaba la cabeza e insistía, el viejo, un día de estos, te mata, escucha bien lo que te digo, mujer, eres muy joven para dejarte convencer de que el amor consiste en que nos violen.
comparó aquello con la felicidad de las máquinas y se sintió muy lejos de saber qué pensar, estaba allí ante el país de las flores, tal y como pensaba sasha de portugal, y pensaba en la felicidad de las máquinas y en la desesperación de las cosas que escapaban a su control, etelvina decía que aquel paisaje era para comérselo. se quedaba allí mirando olvidándose de todo, como si fuese alimento y no fuera necesario nada más. andriy entendía que podía comer el pastel, apreciar el paisaje y mantener por dentro el vacío por llenar que ekaterina y sasha habían excavado, quitéria partía más pastel, se lo alcanzaba a maria da graga, después a andriy y él aceptaba con ganas de llorar, viril de cal por fuera, un niño miedoso por dentro, etelvina se levantó y entró dentro de la casa a trajinar algo, en ese momento andriy dejó caer el pastel de sus manos y empezó a temblar de un frío triste muy grande hasta que rompió a llorar compulsivamente, mientras quitéria le abrazaba y le decía, amor mío, todo está bien, amor mío, no tengas miedo, le parecía que él tenía miedo, como si ellas allí pudieran hacerle algún mal. etelvina vino a la puerta y calló, maria da graga se alejó un poco y se quedó quieta, incapaz de reaccionar.
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