Rodrigo García. Barullo.

abril 20, 2018

Rodrigo García, Barullo
La uña rota, 2015. 278 páginas.

Me lo dejó una buena amiga porque pensó que podría gustarme y acertó. Después de leerlo, al buscar información sobre el autor, me he enterado de que era el de la famosa polémica de la langosta cocida en escena. En la línea de aquel Mierda bonita con el que comparte editorial, pero que me gustó más.

Textos que forman parte de representaciones teatrales, crudos, descarnados, mensajes del lado oscuro de la vida, algunos de una gran calidad poética. No todos me han gustado igual, pero los que lo han hecho me han gustado mucho.

Muy recomendable.

OTRO COWBOY
Siento una nostalgia, un pesar profundo por el devenir histórico de la risa. La risa ha sufrido una transformación espantosa a lo largo de los millones de años de existencia de los seres que ríen. No sé en qué etapa evolutiva la risa pasó de ser un atributo infrecuente, un tesoro perturbador, a convertirse en una reiteración banal. No creo que el hombre primitivo riera todo el rato (tampoco que gruñera todo el rato), ni riera de todo. Tampoco creo que riera en grupo.
UN COWBOY
Supongo que la risa fue un don espiritual, algo mágico que ninguno de la comunidad acababa de comprender y que, insisto, aparecía en contadas ocasiones y sin causa aparente. Hoy tenemos la risa como la peor de las herramientas sociales, risa que separa en lugar de acercarnos y que es todo menos un gesto que cautiva. Son tan falsas y artificiales las risas, que acaban por distanciar a los reidores, aunque físicamente se encuentren próximos, en una fiesta, un bar o un jardín. Digamos que en una ocasión donde todos ríen, uno puede apreciar cómo los cuerpos se transparentan, pierden consistencia, peso y olor.
OTRO COWBOY
Tal vez cuando los adultos ríen a los bebés, es cuando se alcanza el grado de patetismo extremo. Repleta de significados externos y vacía de contenido enigmático, así se nos presenta ahora la risa. Parece que la risa perdió lo telúrico. Toda ligazón con las entrañas. Ahora la risa es un muro coronado por alambre de espino y cascos de botellas rotas, es un arma que los miedosos llevan en-
cima cuando salen a la calle; incluso se puede entrenar la risa en casa, antes de salir, y ya en el coche también.
UN COWBOY
El lugar de la risa de las entrañas, lo ocupa la risa que salta como un resorte, mueca social que alcanza su climax luego de haber ingerido litros de cerveza. La música en un local también colabora y la risa dibuja en las bocas y los ojos de los reidores, paisajes farragosos, rostros tensos que al menos yo evito mirar con atención, que si no por la noche no puedo dormir.
OTRO COWBOY
Es evidente que reímos de la manera que reímos, porque no somos felices.
UN COWBOY
Ahora los bebés aprenden inglés en la maternidad. Salen del cono de la madre, se les corta el cordón del ombligo, se les limpia y seca, y se les lleva inmediatamente a la sala de al lado, junto a otros veinte recién nacidos, a recibir su primera clase de inglés.

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